La experiencia gastronómica total: comprar, cocinar y comer

SABE BIEN

La cocinera Rocío Garrido ofrece en Quinta de San Amaro un taller de cocina gallega que comienza con la visita al mercado para aprovisionarse de materia prima. Después, los participantes elaboran los platos del menú que, por supuesto, terminan degustando

30 dic 2021 . Actualizado a las 18:59 h.

Desde picar la cebolla hasta darle la vuelta a las filloas. Todo tiene su aquel. Y ahí está Rocío Garrido, cocinera y bloguera, responsable de cocinandoenelsalnes.com para descubrirle a uno el quid del asunto. Lo cual no quiere decir que le vaya a sacar las castañas del fuego. Porque de eso va la experiencia. De vivir en primerísima persona, con intensidad, pasión y, por que no, también con ciertas dosis de humor la globalidad del proceso de llevarse un bocado a la boca.

«Esto no es solo un taller de cocina. Es una experiencia inmersiva en nuestra gastronomía», explica la cocinera instantes antes de colocarle a cada participante su correspondiente mandil. Los hay blancos y negros pero su elección nada tiene que ver con el nivel de destreza de cada quien. Es simplemente por gustos o azar.

De hecho, la inmersión ya comenzó antes porque a los aprendices se les ofrece la oportunidad de acercarse previamente hasta las plazas de abastos de Cambados u O Grove para hacer acopio de la materia prima con la que se va a elaborar el menú. «Hay días que llevamos un menú prefijado y otros en los que elegimos en función de lo que nos ofrezca el mercado». Eso sí, siempre teniendo en cuenta una premisa fundamental: el producto ha de ser gallego y de temporada. Y la compra, desde el pan hasta el marisco, desde el pescado a las hortalizas, ha de ha de hacerse con los proveedores locales.

Una vez servidos de provisiones llega el momento de ponerse, literalmente, con las manos en la masa.

El taller se desenvuelve en una luminosa y coqueta cocina habilitada en las instalaciones del hotel Quinta de San Amaro, en Meaño. De hecho, explica Rocío, la iniciativa surgió por la inquietud de una y otros. «Nos dimos cuenta de que al visitante, fuera gallego o de fuera, ávido cada vez más de experiencias sensoriales, le faltaba algo en la parte gastro, que buscaba algo más que que le pusieran un plato fantástico en la mesa. Teníamos el producto pero la gente ni lo conocía ni sabía cocinarlo. Y decidimos ofrecerle precisamente eso».

La receptividad ha sido abrumadora. Los talleres de cocina se encadenan cada vez con más frecuencia. Se imparten para un mínimo de cuatro personas y un máximo de diez, previa reserva que se puede realizar en el propio hotel o en la web de Rocío Garrido.

Sin jerarquías

La experiencia juega constantemente con el factor sorpresa. La primera puede llegar con la visita previa (opcional) a los parques de cultivo de marisco o a las bateas. La segunda, por supuesto, tiene lugar en el mercado de abastos. Y el resto se suceden en la cocina. «A la gente le sorprenden cosas como la cantidad de variedades de almejas que tenemos y los distintos usos que le damos a cada una. O pescados como el pinto, el sargo o el san martiño, que para nosotros con muy comunes pero que ellos apenas conocen. O la utilización de las algas en la cocina», comenta Rocío. Pero nada comparable a ver a tu pareja embadurnado en harina haciendo la masa de la empanada o a tu jefe picando cebolla. Porque aquí no hay jerarquía que valga. «Todos los participantes son iguales y se involucran exactamente lo mismo. A veces vienen grupos de empresa y el jefe pela cebollas o limpia las verduras como cualquier otro».

El trabajo en cocina varía según el menú pero ronda la hora y media. Rocío Garrido organiza y supervisa las labores de cada participante pero procura intervenir lo mínimo en la elaboración. «Mi labor es la de explicarles con detalle cada producto que utilizamos, enseñarles el menú que vamos a hacer y repartir el trabajo. A partir de ahí son ellos los que se hacen cargo de todo, porque de esa manera van a disfrutar mucho más a la hora de la comida».

Aunque lo cierto es que hay que añadirle a sus menesteres la corrección de los no pocos errores que los aprendices van cometiendo en los distintos procesos. «De alguna manera eso también forma parte del juego y de la experiencia», señala.

El día que visitamos el taller se preparaba una empanada de mejillones, unas almejas a la sartén con algas, unas volandeiras a la plancha, un arroz caldoso de mariscos -«también les enseño que aquí no hacemos paellas», bromea- y filloas caramelizadas, de postre.

El resultado es después compartido por todos en esa singular armonía propiciada por el cocinado conjunto. Se perdonan los errores, claro que sí. Y se alaban, y mucho, los aciertos. «Aquí no solo aprendes, cocinas y comes, sino que convives», destaca Rocío. Gustosamente dimos fe de ello.