El «furancho ilustrado» de Meaño

SABE BIEN

MONICA IRAGO

Eduardo e Iraia se conocieron en Mugaritz, donde él era sumiller. La pandemia los trajo a Galicia y los animó a reactivar el negocio familiar, un loureiro en O Salnés ahora reconvertido en taberna y, al mismo tiempo, uno de los templos del vino de la comunidad. Lagüiña Lieux-dit lo han bautizado

26 ago 2021 . Actualizado a las 15:17 h.

No es fácil de recordar. Pero tampoco de olvidar. Sobre todo cuando se ha estado allí. Lagüiña, explica Eduardo Camiña, es la toponimia del enclave: una colina a las afueras de Meaño en la que en su día hubo dos pequeñas lagunas. Y lieux-dit podría traducirse como «lugar de». Una expresión utilizada en las regiones vinícolas francesas para referirse a los viñedos asociados a fincas o a casas.

Pero, en conjunto, Lagüiña Lieux-dit es todo eso y más. Es un ilusionante proyecto que ha devuelto a su territorio natal a Eduardo Camiña, de 29 años, quien había ejercido durante los últimos cinco como sumiller en el dos estrellas Mugaritz. Antes, lo había sido también, durante dos temporadas, en Culler de Pau, tras haberse formado en la escuela de hostelería Carlos Oroza y haberse bregado en sus inicios en Pepe Solla y Pepe Vieira.

Con Eduardo llegó su pareja, Iraia Mendizábal, a quien conoció precisamente en Mugaritz. «Justo la semana en la que nos confinaron yo iba a empezar a trabajar en Arzak», cuenta Iraia. Los planes se truncaron y surgió entonces la posibilidad de hacerse cargo del negocio que regentaba la madre de Eduardo: un furancho que había pasado a ser bar y casa de comidas. «Decidimos venirnos y probar», cuentan. Abrieron en junio del 2019 y la prueba funcionó tan bien que se han quedado definitivamente.

Evidentemente, hoy Lagüiña Lieux-dit no es ni un furancho ni una casa de comidas. Aunque de alguna manera conserva parte de la esencia de ambos. ¿Qué es, entonces?, les pregunto. «Mi madre dice que es un furancho ilustrado. Para mí es una taberna tradicional vinculada al vino», responde Camiña.

Un concepto que el sumiller gallego echaba en falta en su tierra natal. «En Borgoña o en Burdeos es muy común que donde hay viñedos haya también locales en los que disfrutar de los vinos de la zona. En Meaño, siendo una de las zonas de producción más importantes de Rías Baixas, no había ningún sitio específicamente dedicado al vino».

Cocina de cercanía

Lo primero que llamará la atención de quien se acerque hasta Lagüiña Lieux-dit es la «colección de botellas» que decora el interior del local. Una de las pasiones de Eduardo e Iraia era comprar y guardar vinos de todo el mundo, añadas antiguas y vinos de parcelas, a los que ahora están dando salida desde su establecimiento.

La carta de vinos se renueva cada semana (van por la 44) y cuenta con la singularidad de que los vinos se ofrecen también por copa. La semana pasada, por ejemplo, abrieron una botella de Jerez de 1925. «Lo que queremos es democratizar este tipo de vinos, ofrecer a la gente la posibilidad de probarlos a un precio asequible», explican. De hecho, lo normal es que, en vez de pedir una botella, los clientes aprovechen y pidan tres o cuatro vinos diferentes.

«Probar vinos es como viajar», apunta Eduardo Camiña. Y por ello, aunque los vinos gallegos, siempre exquisita y exclusivamente seleccionados, son la columna vertebral de la oferta de Lagüiña Lieux-dit, a su carta semanal suelen asomar vinos franceses, alemanes, de Australia o de Estados Unidos.

Pero decíamos que el local no ha perdido su esencia de casa de comidas. No en vano la madre de Eduardo sigue estando al frente de estos fogones de los que nace una cocina sencilla en la que lo que prima es el producto de proximidad. Sin demasiados artificios ni aderezos, pero con esa intensidad y esos sabores de verdad que solo proporcionan la auténtica maestría.