¿Hay alguna lata de albóndigas decente en el supermercado?

SABE BIEN

La nutricionista Ana Golpe nos pide que acudamos a estos platos precocinados solo en caso de extrema necesidad. Pero los estudiantes, los vagos, y aquellos que disfrutan de vez en cuando de un poco de artificio, se merecen de lo menos bueno, lo mejor

15 ene 2021 . Actualizado a las 16:21 h.

Los microondas llegaron a España a finales de los setenta y, por aquel entonces, este pequeño electrodoméstico costaba unas 500.000 pesetas. Por descontado, se trataba de un aparato que solo estaba al alcance de los más pudientes, o mejor dicho, del servicio que trabajaba en sus casas. Nada que ver con el uso que se le da en la actualidad (y lo que cuesta) al que es considerado uno de los grandes aliados en la cocina, sobre todo de aquellos que pasan, literalmente, de freír un huevo. La cuestión es que veinte años después prácticamente todos los hogares contaban con este invento, gracias al interés desatado por los mismos ciudadanos que lamentaban las posibles consecuencias de la radiación de sus ondas.

Los nacidos en los noventa fuimos los primeros en llevar una dieta que pasaba por el microondas. Ahí calentaban nuestras madres (porque casi siempre eran ellas) la leche antes de ir al colegio, los macarrones que habían sobrado de la cena y las lentejas del domingo. Y crecimos sabiendo que si no nos apetecía cocinar siempre podíamos tirar de una fabada de bote y arreando. En los avanzados años 2000 llegaron los escandalosos datos de la tasa de obesidad en España y, con ellos, la necesidad de recuperar recetas saludables con impronta local. Esta idea hace tope con esa sección de platos preparados que sirven para un roto y un descosido cuando no tenemos tiempo de cocinar o, simplemente, no nos apetece. ¿O sí es posible comer apetecible y sano con un procesado que tendremos listo en dos minutos? Hoy llevamos a examen cinco latas de albóndigas de carne, las más tradicionales, porque pocos platos (a excepción de las croquetas) generan tanta unanimidad: a todo el mundo le gustan; aunque sean de seitán, de marisco o de codorniz de Las Landas. 

Ante el reto de encontrar unas buenas albóndigas en el supermercado, la nutricionista Ana Golpe empieza a sudar la gota fría. «La verdad es que no recomiendo para nada este tipo de comida; de hecho, para consumir algo de lata es mucho mejor el atún, que es más natural. Pero bueno, para un día de manera excepcional... a ver los ingredientes». 

Valor nutricional

La experta se inclina por las albóndigas Louriño de Coren. Efectivamente llevan un 65 % de carne (sin duda la que incluye más cantidad de proteína animal; las Mamia, por ejemplo, solo tienen un 14 %), «además, estas cuentan con menos conservantes artificiales que el resto de marcas. Por otro lado, no veo que incluya azúcares añadidos y pueden tomarlo los celíacos porque no lleva gluten».

Las que menos convencen a Golpe son las de la marca Campanal por su cantidad de aditivos, sobre todo estabilizadores. Respecto a las salsas que incluyen los cinco botes que hemos comparado, la nutricionista se queda con las albóndigas Carretilla porque son las que llevan más cantidad de verduras. Por cierto, son precisamente verduras y hortalizas lo que usaría de acompañamiento la especialista en estos platos pues para hacer las albóndigas se añaden buena cantidad de productos ricos en hidratos de carbono, así que sería poco recomendable añadir arroz o patatas.

Aspecto

Importante destacar que la imagen de las latas sí es fiel a lo que uno se va a encontrar en el interior. 

Antes de empezar la cata, y teniendo los cinco platos de albóndigas delante, es inevitable fijarse en las de la marca Mamía por el color rojo, demasiado intenso, de la salsa, que ya se intuye va a maquillar el sabor a carne que se busca en una albóndiga (lo peor no sería esto). Del resto, las que tienen un aspecto que se podría parecer más al de unas caseras serían las de El Corte Inglés y las de Carretilla; eso sí, en ambas ya se ve a la legua las grandes cantidades de aceite que hay en la salsa. Las de Coren, bien redonditas, tienen un color, debido a la salsa, que tira a naranja. Esto puede disgustar a los más ortodoxos.

Sabor

Antes de valorar por separado, decir que es una realidad que las cinco tienen cantidades de sal muy superiores a lo que se podría esperar, llevando esto a camuflar el sabor, o a lo que deberían saber, la mayoría de las albóndigas. Aún así, y probablemente porque llevan más cantidad de carne que el resto de sus competidoras, son las de Coren las que más se parecen en textura y sabor a algo casero. La salsa es probablemente su punto flaco: no queda muy definido de qué está hecha, es muy líquida y el color tampoco sugiere una mezcla conocida. La opción de Carretilla gana por sus verduras: patata, zanahoria, guisante... ingredientes a los que a veces les pasa factura el microondas y que, sin embargo, dan totalmente el pego. La carne, sin embargo, no tiene apenas sabor, y el poco que se aprecia se lo lleva por delante la salsa de tomate, con un rotundo sabor a tomate frito.

Pero en este punto se llevan la palma las albóndigas Mamía. La extrañísima textura de la carne parece la de un foie gras no resulta lo más agradable  (ocurre lo mismo en las de Campanal). Pero vamos, que tampoco se puede decir muy bien a qué saben porque se lo lleva todo por delante una salsa que bien podría ser tomate frito. Sin freír. En El Corte Inglés encontramos unas albóndigas dignas. No se les puede echar mucho en cara pero tampoco tienen más positivo que unos guisantes de excelentísima calidad, que siempre se agradece. Igual que está bien que en la lata de Campanal las dosis de verduda sean contundentes. Sobre todo porque así reduciremos el impacto de una salsa excesivamente fuerte y un regusto amargo que queda una vez te comes la albóndiga.