
A mesa puesta y precio cerrado. Así le gusta trabajar a Víctor Lobejón, que también deja margen para los que prefieren ir a tiro fijo en la carta. Pero la gracia de Anaco es precisamente esa, disfrutar desde el primer minuto al poco de sentarse a la mesa y sin haber comido nada todavía, diseñando un menú entre todos los comensales y con las sugerencias de la casa, muy pegadas al mercado. Todos piden lo mismo y disfrutan igual. El restaurante todavía no ha alcanzado su velocidad de crucero, porque arrancó a finales del 2019 y la pandemia cortó su proyección y una reputación al alza ratificada en las pocas críticas que le ha dado tiempo a acumular en TripAdvisor: 16 comentarios, 15 excelentes.

Lobejón, nacido en Palencia, iba para ingeniero y se desvió hacia la gastronomía. Aprendió en la escuela de Luis Irizar, se fogueó en restaurantes madrileños prestigiosos y acabó trabajando en el Abastos 2.0. En la carta propone una docena de platos, algunos de los cuales también incorpora al menú diario en el que hay margen para quitar y poner atendiendo a los gustos de los clientes hasta llegar a seis o siete creaciones bien proporcionadas, para que no se convierta en una bacanal. Una sardina ahumada, unas almejas de carril, un huevo frito con trufa, falsas lasañas, albóndigas de jabalí... Son 35 euros con postre, pan y agua filtrada, aunque se puede y se recomienda preguntar por la carta de vinos, que es interesante.