¿Por qué los «foodies» no quieren hablar en castellano?

SABE BIEN

Cada vez más restaurantes dejan a un lado la terminología habitual para utilizar neologismos que quien sigue las tendencias gastronómicas identifica al momento, pero que desconoce el común de los mortales

26 feb 2019 . Actualizado a las 17:29 h.

Algunos aún no saben lo que es y, para otros, el término suena ya viejuno. Teniendo en cuenta que, como en la moda, las tendencias en gastronomía van a la velocidad del rayo, hay quien ha ido directamente a la cárcel sin pasar por la casilla de salida. Drunch, le llaman. Y se trata de una vuelta de tuerca al, hasta hace un minuto, tan cosmopolita brunch. Si este último término hace referencia a la mezcla de palabras, en inglés of course, de desayuno y comida (breakfast y lunch), el último grito nace de la unión de bebida y comida (drink y lunch). Vamos, un piscolabis ideal de media tarde. Los que ya se han animado a cambiar las cañas y el pincho, o el café y el bollo, por el drunch, es posible que se reconozcan utilizando los préstamos lingüísticos que a continuación se mencionan.

Porque independientemente de que la culpa la tenga Instagram (muy probable) o la cantidad de cartas de restaurantes que parecen querer dar un cursillo de inglés acelerado al comensal, lo cierto es que para conseguir el carné de real foodie (cómo no) no vale con ser un experto en hacer malabarismos con la organización del menú semanal o preparar deliciosas salsas. En tal caso, practicarás el batch cooking y desayunarás porridge con la etiqueta foodporn. Y esto es solo el principio.

«Crudités» (hortalizas crudas)

 Saludables como ellas solas, las crudités, término original francés, comienzan a ser un entrante habitual en esas cartas que se han sumado a la revolución saludable (perdón, healthy). Cortados en bastones, suele ser una mezcla de calabacín, zanahoria, pimiento y pepino. Para aumentar su sabor nada mejor que acompañarlas de guacamole o hummus.

«Coulis» (jugo concentrado de alimentados)

Con textura muy fina, se diferencia de una salsa al uso porque se cuela tras triturar el alimento. Por muy cocinillas que uno fuese, lo cierto es que hasta los programas de cocina irrumpieron en la televisión española pocos utilizaban este nombre tan técnico. Ahora, para algunos, es el pan de cada día.

«Smoothie» (batido de frutas con hielo)

Aunque en honor a la verdad hay que reconocer que no es estrictamente igual que un batido, porque el smoothie obligatoriamente tiene que llevar un elemento congelado, lo cierto es que cada vez son más los españoles que utilizan de manera indiscriminada esta palabra para referirse a los batidos de toda la vida. De hecho, en la mayoría de establecimientos que elaboran estos productos rara vez se puede leer en la carta el término español.

AOVE (Aceite de oliva virgen extra)

El acrónimo de moda entre fogones y, para muchos, un esnobismo de manual. Aunque es cierto que a la hora de mencionar el aceite de oliva virgen extra en una receta o en la carta de un restaurante, el nombre puede resultar un poco largo, puede sonar algo esnob cuando alguien lo pronuncia en voz alta. Y ya se está escuchando.

«Foodporn» (comida pornográfica)

Puede ser una de las palabras más llamativas para los no iniciados en el arte gastrocool. Pero otros queman dedo a conciencia utilizándolo, sobre todo, en Instagram. Se trata de una de las etiquetas más habituales para acompañar fotos de deliciosos e irresistibles recetas. Un dato a tener en cuenta: el término apareció por primera vez en 1984 en el libro Deseo femenino, de Rosalind Coward. La autora ya hablaba en aquel año de platos seductores, aunque seguro no imaginó en que acabaría derivando su creación.

«Batch cooking» (cocinar para la semana)

Neologismo y eufemismo a partes iguales. Vamos, el sueño de cualquier lingüista. Lo que llevan haciendo las madres gallegas durante años ahora tiene un nombre guay, porque esta manera de cocinar no es otra cosa que organizarse un día y planificar los menús de toda la semana. Que si puré de verduras, ensalada de garbanzos, sopa o croquetas, pero ahora si utilizas este término estás en la pomada.

«Pie» (tarta)

Apple pie, lemon pie, orange pie... y así sucesivamente con infinidad de productos. Seguro que no es la primera vez que te topas con una carta de postres que incluye estos nombres, y tú, que estás viajado, conoces bien el significado. Pero a algunos abuelos seguro que les salen los ojos de las orbitas si leen la palabra pie en la selección de postres. 

«Bistró» (pequeño restaurante francés)

No hace falta que tenga aspecto de local parisino para que ahora un restaurante se apellide Bistró. Basta con que sea pequeño y no huela a fritanga para que a muchos propietarios les parezca una buena herramienta de márketing acompañar el nombre del local de esta elegante palabra francesa. A algunos les ha funcionado.

«Porridge» (gachas de avena)

Sustituto natural del que hasta hace poco era el rey de los desayunos en las redes sociales: el aguacate. Solo el porridge, mucho menos fotogénico, ha conseguido desbancar a la imbatible fruta. Al parecer, estas gachas de avena, que se mezclan con bebidas vegetales hasta obtener una pasta espesa, también llevan frutos rojos para conseguir un desayuno la mar de saludable. 

«Toppings» (ingredientes extra)

Heladerías y pizzerías tienen buena parte de la culpa de que el término toppings esté tan asentando en el vocabulario de muchos españoles. En algún reducto se esconden aquellos millennials que piden «ingredientes extra» cuando van a decorar sus batidos helados o pizzas. Pero haberlos hailos.

«Raw food» (dieta crudivegana)

La enésima tendencia en alimentación de los últimos años. En este caso consiste en consumir frutas, verduras, semillas y algas en la medida de lo posible sin cocinar, para mantener sus nutrientes en todo su esplendor. Aunque se entiende perfectamente si se usa el término castellano, cada vez es más habitual escuchar conversaciones o leer artículos en los que se cuela la raw food.

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