Al albariño le sientan muy bien los años

SABE BIEN

MARTINA MISER

El mito se derrumba y las bodegas lo celebran. El albariño ya no es solo un blanco joven para consumir en el año. Al contrario, los enólogos resaltan que pocas variedades cuentan con condiciones tan idóneas para envejecer bien. Y por fin hay pruebas más que suficientes que lo acreditan.

05 ene 2018 . Actualizado a las 15:37 h.

Era la asignatura pendiente de los vinos de Rías Baixas. Había que romper el mito y el tabú de que el albariño es un vino joven, fresco y afrutado que necesariamente debe ser consumido en el año. No era tarea sencilla. Primero había que romper con el patrón impuesto por la tradición, después había que convencer a las bodegas para afrontar la apuesta, adquirir las capacidades técnicas para resolver el reto y, por último pero no menos complejo, seducir al consumidor con la propuesta.

Poco a poco los eslabones se fueron engarzando y de la mano de un puñado de inquietos viticultores y bodegueros comenzaron a asomar tímidamente albariños que rompían el paradigma. Eran albariños que antes de ser embotellados habían pasado un mínimo de cuatro años en bodega. El resultado fueron vinos excepcionales, llenos de matices y mucho más complejos. Tanto que no tardaron los gurús del sector en fijar en ellos su atención y otorgarles las más altas puntuaciones. Había empezado la revolución de los albariños de guarda, crianza o vintage. La excepcional cosecha del 2010 propició que definitivamente también las grandes bodegas se sumasen a una tendencia que ya no es futuro sino brillante presente.

La coincidencia es unánime entre todos los enólogos consultados: el albariño se presta para envejecer. Algunos como Eulogio Pomares, de Bodegas Zárate, llegan incluso a decir que «es su mayor atributo». El cambadés, que dentro de su colección Vinos Desiguales comercializa un albariño del 2009 que tras fermentar en barrica permanece embotellado en la bodega durante 60 meses, atribuye las excepcionales condiciones del albariño para la crianza al terroir. «El clima atlántico, nuestro terreno granítico y la propia variedad hacen que el albariño tenga el perfil perfecto de vino de guarda», señala.

En términos parecidos se manifiesta Rodrigo Méndez, de la bodega Forjas del Salnés, apasionado defensor de los blancos con esas hechuras que le confiere el tiempo. «É como unha persoa», comenta. «De novo ten máis nervo pero co tempo equilíbrase e gaña en complexidade». Forjas do Salnés llegó a comercializar 2.000 botellas de su albariño María Luisa Lázaro del 2005 después de 9 años en bodega, en los que pasó por barrica, acero y fudre.

LOS GRANDES TAMBIÉN SE SUMAN

Pero además de estos proyectos casi personales también las grandes bodegas comercializan ya vinos de guarda. Pazo de Señoráns, Martín Códax, Mar de Frades, Maior de Mendoza o Paco & Lola no han dejado pasar este tren. «Había un nicho de mercado y había potencial para atenderlo, ¿por qué no lo íbamos a hacer?», señala Cayetano Otero, quien hace un par de semanas presentó su Paco & Lola Vintage 12, del que se comercializarán 20.000 botellas. Para Otero, de lo que se trata es de «demostrar que los albariños tienen un potencial fantástico para evolucionar tanto en depósito como después en botella». Eso sí, advierte, para elaborar este tipo de vinos no sirve ni cualquier año ni cualquier viñedo. «Para que evolucionen bien tienen que tener una concentración aromática máxima y eso se consigue bajando rendimientos y cuidando mucho la viticultura en años de condiciones óptimas».

También Marta Castro, de bodegas Lagar de Pintos, resalta la necesidad de que concurran determinadas circunstancias. «No en todas las cosechas se dan las condiciones que permitan mantener un vino en depósito cuatro años», comenta al tiempo que advierte sobre otro error muy frecuente. «Que nadie piense que por tener un albariño joven en casa durante 5 años va a mejorar. Los vinos que salen con crianza han sido pensados y creados para ello». Es el caso de Los Nietos, un albariño con 4 años en bodega que Lagar de Pintos comercializó por primera vez con la añada del 2010 y que dentro de unos meses saldrá de nuevo con las uvas del 2014.

Los enólogos destacan que la acidez de los vinos del Salnés favorece su guarda. Pero también en otras subzonas de Rías Baixas se elaboran albariños con crianza. En Condado la bodega Fillaboa comercializa La Fillaboa 1898, un monovarietal de la cosecha de 2010 que ha permanecido seis años en depósito de acero inoxidable sobre lías finas. Su creadora, la enóloga Isabel Salgado, destaca su untuosidad en boca, su volumen y el hecho de que la acidez no esté tan patente. «Guardé en depósito 15.000 litros del 2010 para ver qué pasaba y veía que año tras año iba evolucionando fenomenal. Después de 7 años no he tenido que tocarle nada, solo filtrarlo y embotellarlo», explica.

Eulogio Pomares también incide en que «estos vinos no los hace el hombre, en las crianzas el enólogo no tiene que intervenir».Aunque la mayoría de las bodegas opta por almacenar estos vinos en depósitos de acero no falta quienes como Zárate, Forjas do Salnés o Lagar de Pintos se decanten también por pasarlos por madera. «La madera es una gran aliada del albariño, lo domestica y lo ensambla», comenta Marta Castro. También Rodrigo Méndez apuesta por crianzas en madera «sempre que sexan barricas vellas».

eNCUENTRA LAS DIFERENCIAS

¿Qué diferencias advertirá el profano entre un albariño del año y otro con crianza? La más evidente es que el vino perderá cierta frescura y esa viveza en boca tan característica. Los aromas primarios ?frutas y flores? se sustituyen con el paso del tiempo por los secundarios y terciarios, al tiempo que ganan en mineralidad. «Son vinos con muchos más matices, más equilibrados, con mucha más estructura y que se disfrutan de otra manera. Quizá para abrir en momentos más especiales», apunta el responsable de Forjas del Salnés.

También se abre el abanico de platos con los que se puede marinar. Ya no son vinos solo para pescados o mariscos. Combinan perfectamente con caza, aves, arroces o quesos fuertes.

La pregunta del millón es ¿está el mercado dispuesto a pagar el sobreprecio que conllevan estos albariños? Todo indica que sí. «Hasta hace no mucho tiempo cada vez que sacaba una añada me retiraban la anterior de las cartas de los restaurantes. Hoy en muchos me piden las añadas antiguas, ya no me quieren comprar la última», constata Eulogio Pomares.

Pero ya no se trata solo del mercado. La apuesta por este tipo de vinos es una cuestión estratégica para otorgarle valor añadido a las bodegas y a la propia denominación de origen. Rodrigo Méndez lo tiene claro, «para ser o mellor viño blanco do mundo temos que empezar a vender con normalidade viños de 5, 6 ou 7 años. Que os sumilleres e os consumidores escollan estes viños e comproben que non se están equivocando senón todo o contrario».

El gran reto, asegura Castro, es desencasillar al albariño como un vino blanco «joven, frío y afrutado». Eulogio Pomares recuerda que los blancos de Borgoña, Alsacia o el riesling tienen prestigio por su capacidad de envejecer y mejorar con el tiempo. «Aquí tenemos incluso mejores condiciones que ellos para lograrlo. El albariño no podría ser nunca uno de los grandes blancos del mundo si solo elaborásemos vino del año. De ahí la trascendencia de lo que ahora estamos creando».