Galicia suma este año 60 millones de kilos de uva

SABE BIEN

30 oct 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

A mediados de la última semana de octubre, al cierre de estas páginas, aún no había finalizado en Galicia la vendimia. El veranillo del membrillo añadió interés al cierre. Rafael Palacios, un cosechero que había arrancado con extremo cuidado el 9 de septiembre, recogiendo en O Bolo los primeros cientos de kilos en un terreno donde las uvas habían madurado de una manera inesperada, resistía y apuraba las últimas opciones.

 Las perspectivas de sol y buenas temperaturas hacían especialmente golosa la espera para poner la guinda a una vendimia que en Galicia, vista en conjunto, se desarrolló sin mayores sobresaltos y con una evolución excepcionalmente positiva a medida que pasaban los días. Lo justo para compensar sinsabores y sustos durante las etapas anteriores, esas que son fundamentales para lograr la mejor fruta.

Arrancó con titubeos, después de un año difícil y complicado, en el que, aparte de los daños impredecibles que provocó el granizo, la naturaleza y el mildiu eligieron bien sus objetivos a la hora de hacer daño. Quien quiso dejar que la naturaleza se expresara con libertad, digamos, quien se relajó en primavera, muchas veces el viticultor de fin de semana que tiene otra ocupación y se permite bajar la guardia, sin calibrar hasta donde puede hacer daño el mildiu en solo diez días, perdió parte de la cosecha. El ataque fue este año especialmente agresivo, según resalta Jorge Mazaira, el responsable técnico del consejo regulador de Valdeorras, que es la D.O. de Galicia donde mayor ha sido el perjuicio. De los 6,55 millones de kilos del 2015 se ha pasado este año a 4,6 millones. En términos absolutos y relativos fue la mayor caída, pues en el resto de la comunidad las pérdidas finales fueron menores de lo inicialmente esperado, con la llamativa diferencia de Rías Baixas, donde no solo no hubo descensos sino que al final se superaron los 33 millones de kilos para situar 2016 como la tercera mejor cosecha de la historia de la denominación de origen. Septiembre fue un gran mes y deja una lección.

No fue fácil el año. Hubo que estar muy pendiente de la viña desde antes de lo que es habitual. Los resultados finales han sido en muchos casos brillantes, pero ha sido a costa de trabajar. Y de sufrir en la viña. No fue buen año para la poesía. El viticultor de Arnoia Emilio Aparicio lo expresa de una forma muy gráfica. «Como alguén veña este ano comercializando vino e diga que o seu é ecolóxico, biodinámico, que saíu adiante sen tratamentos, é para levalo ao xulgado de garda». De los sofocones de alguno de los abanderados de esa tendencia saben bien sus vecinos, que en algún momento veían correr ríos de sudor y tomar decisiones tipo cuidados intensivos ante la perspectiva de perderlo todo.

Rías Baixas, por seguir el orden lógico, mantuvo su estilo. Cosecha abundante, como es obvio si se contabilizan 33 millones de kilos, con «uva de gran calidad, un excelente equilibrio entre grado y acidez, y unos perfiles muy aromáticos», en feliz resumen del director técnico del consejo, Agustín Lago.

Ribeiro, por su parte, cerró la campaña el 14 de octubre con 11,6 millones de kilos de uva, claramente por debajo de los 14,3 del año anterior, pero con un balance positivo si se ve la producción de las variedades principales, en la medida en que aumentó la de treixadura de cinco a 5,5 millones, con 800.000 kilos de torrontés y alrededor de medio millón de godello, entre las preferentes. El mildiu se ensañó aquí, al igual que había ocurrido en Valdeorras, como las cepas menos brillantes, jerez y alicante, que tampoco reciben las mismas atenciones y mimos por parte de unos viticultores que año a año comprueban la depreciación del fruto de unas cepas cuyo interés va cuesta abajo de forma inexorable.

Monterrei y Ribeira Sacra, por su parte, han mantenido el tipo con ligeras variaciones en relación con el año anterior. Bajan en los dos casos, pero menos de lo que sugerían los peores augurios al inicio de la vendimia.

A la sombra del castillo de Monterrei, donde este año hasta los incendios hicieron mella, finalmente se lograron 4,470 millones de kilos de uva, una cantidad que representa un frenazo en seco a la espectacular progresión de las vendimias anteriores, pero que en modo alguno desgasta el perfil de calidad que esta denominación de origen ha logrado en los últimos años, de un forma tan discreta como eficaz.

Mientras, al calor de otro noble edificio, en Monforte, el consejo de Ribeira Sacra controló casi 5,6 millones de kilos de uva, una cosecha ligeramente inferior a la del 2015 pero en sintonía con la media de los últimos años.

La vendimia ha dejado significativas pérdidas en la producción de O Ribeiro y Valdeorras, ligeras bajas en Ribeira Sacra y Monterrei, con aumento en las cifras finales por parte del Rías Baixas.