Multitudinario baño de las nueve olas en la noche más legendaria de A Lanzada, con hasta dos tandas de bañistas

Marcos Gago Otero
Marcos Gago SANXENXO / LA VOZ

GALICIA

Baño de las nueve olas en la playa de A Lanzada, en Sanxenxo
Baño de las nueve olas en la playa de A Lanzada, en Sanxenxo COMISIÓN DE FIESTAS DE A LANZADA

La afluencia al ancestral rito de fertilidad en el mar recibió a medio centenar de parejas, con medidas extra para preservar su intimidad

03 sep 2024 . Actualizado a las 19:28 h.

Una de las tradiciones más arraigadas de la Galicia más ancestral volvió a repetirse en la noche del sábado al domingo, como manda la costumbre el último fin de semana de agosto, en el mar al pie de promontorio donde se alza desde la Edad Media la ermita de A Lanzada, en Sanxenxo. El baño de las nueve olas, de origen desconocido, es un ritual de fertilidad donde las mujeres que quieren tener un hijo se bañan en otras tantas ocasiones en la playa de Nosa Señora, junto a la ermita. La ceremonia exige que antes escuchen misa y que alguna persona las ofrezca a la virgen del santuario medieval. Se ha hecho así durante años y años, pero la cita del pasado fin de semana sorprendió a los vecinos y a la comisión de fiestas por el alto número de parejas que bajaron a la playa y entraron en las frías aguas del Atlántico.

«Es la primera vez que veo tanta gente bañándose. Eran como 40 o 50 parejas y eran tantas personas que tuvieron que hacerlo en dos turnos. Es el primer año que veo algo así», explicaba la portavoz de la comisión de fiestas de A Lanzada. La comisión de fiestas recibió este año un aluvión de consultas por mensaje privado en su perfil de Facebook. Las redes sociales y los turistas que visitan Sanxenxo en verano han popularizado una tradición que apenas tenía eco fuera de la comunidad. De hecho, los organizadores tienen constancia de una proporción muy alta de parejas de fuera de Galicia. «Te escriben por privado en la página de la comisión y te preguntan cómo es el ritual para estar seguros de que lo hacen bien. Dicen que leen sobre él en muchos sitios pero que cuentan cosas distintas y nos preguntan a nosotros porque estamos aquí y sabemos lo que la tradición manda hacer».

Había mujeres con sus parejas, que suelen ir al agua para ayudarles a contar las olas entre nervios, y también en el alto y el acceso que da a la ermita, y desde el que se ve la playa. Jessica indica que era algo inesperado, nunca visto en todos los años que lleva viviendo en A Lanzada. 

«El tiempo acompañó», apunta. Ni lluvia, ni frío en una madrugada de agosto donde el habitual silencio de la playa lo rompían las mujeres en el agua y los fuegos artificiales de la fiesta en la zona de la ermita. La marea estaba baja, por lo que hubo más espacio para que las participantes pudiesen ocupar su lugar con más tranquilidad.

Para evitar los ojos excesivamente curiosos de los mirones, o los insultos de aquellos que no saben respetar a los demás, la comisión de fiestas colocó focos deslumbrantes apuntando al público, reforzando un dispositivo ya puesto el año anterior. Así, con mayor intimidad, las mujeres entraron en el agua y aguardaron a que las nueve olas pasasen sobre ellas para, a continuación, dirigirse a la conocida como cama de la Virgen, en una zona rocosa contigua y acostarse allí unos minutos poniendo fin al ritual. 

«Este año todo fue impresionante», subraya la portavoz de la comisión de fiestas, que recuerda que la tradición otorga el poder curativo a las aguas del mar de A Lanzada toda la noche y no solo a las doce, pero precisa que la mayoría lo hace nada más sonar las campanadas. Todo fue bien y ya no podrá volver a repetirse, al menos como mandan los cánones, hasta la próxima noche de san Xoán, la otra fecha en que se hace este ritual, en junio del año que viene.