Hace tiempo que se está viendo cómo, en algunas ciudades turísticas del mundo, determinados barrios se están convirtiendo en auténticos parques temáticos que provocan la expulsión de la población y del comercio tradicional, empobreciendo social y culturalmente estas zonas.
A ese proceso de gentrificación residencial, como se le llama, se une también un proceso de gentrificación comercial, derivado de la adaptación del comercio a las necesidades de los visitantes, lo que conlleva la pérdida de comercio de proximidad y de barrio, y, por lo tanto, al deterioro del tejido sociocultural de una ciudad. Por eso los expertos no dejamos de insistir en que se debe apostar por un desarrollo del turismo sostenible y respetuoso con los recursos que conforman nuestros destinos.
En esta dirección está trabajando el gobierno municipal de Santiago de Compostela. Y así lo demostró en la Feria Internacional del Turismo (Fitur) el pasado mes de enero, cuando con un vídeo sorprendente presentó una campaña de concienciación sobre el turismo sostenible y responsable con el entorno y sus residentes, Campaña Fráxil, advirtiendo de los peligros que puede conllevar el éxito turístico de la ciudad.
Resulta innegable que la presión turística que ciudades como Santiago están sufriendo requiere de soluciones y, por tanto, de medidas reguladoras. La moratoria de un año a las nuevas licencias de comercio turístico, aprobada por el Concello de Santiago de Compostela, es un paso coherente con la estrategia de impulso de la sostenibilidad turística en la que el gobierno municipal está inmerso.
El comercio es un servicio básico para los residentes de cualquier territorio y este es el principio que fundamenta la intervención de las autoridades encargadas de velar por que se preste dicho servicio en las mejores condiciones. La finalidad de la moratoria aprobada por el ejecutivo compostelano no es otra que la de mantener el equilibrio en el entorno urbano, como realidad viva, garantía de heterogeneidad, cohesión social y pervivencia de su identidad. Solo así se logra mantener el atractivo de la zona tanto para sus residentes como para los visitantes.
Hay que gestionar la política turística de las ciudades, y los gobiernos municipales deben actuar y afrontar con medidas reguladoras, ambiciosas y valientes, cuando se vive un progresivo deterioro del tejido sociocultural de sus territorios. Es importante subrayar que con ello no se está protegiendo al residente y atacando al visitante, sino todo lo contrario: se está defendiendo un turismo respetuoso con los destinos que se visita, preservando la identidad y autenticidad de los mismos.