Una madre que perdió a su hija en Angrois: «Durante ocho años iba caminando al cementerio todos los días»

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Una sesión del juicio del Alvia
Una sesión del juicio del Alvia XOAN A. SOLER

Los afectados que declararon en la vista oral se dirigieron directamente a la jueza para pedirle que se haga justicia. «No son 80 muertos. Son 80 vidas truncadas»

23 may 2023 . Actualizado a las 23:09 h.

Asunción Ferreiro estaba con su marido Jesús Naveiras en el andén de la estación de A Coruña esperando por su hija Laura, que volvía a Galicia en el Alvia con su novio David para asistir a un bautizo.«El último mensaje de mi hija fue desde A Gudiña. De repente vi en la pantalla que el tren tenía retraso. Me extrañó», declaró este martes en el juicio del Alvia. Después ya pudieron ver alguna imagen del descarrilamiento en las televisiones. Preguntaron en la estación, pero nadie les decía nada. «Marcaba su número de teléfono todo el tiempo, pero ya no me contestaba. Avisamos a la familia porque ya no estábamos en situación de conducir para ir a Santiago. Mi hija no estaba en la lista de fallecidos, yo pensaba que podía haber perdido el conocimiento. En ningún momento se me pasaba por la cabeza que estuviera entre los fallecidos. Yo no podía asimilarlo. Ella siempre viajaba en tren, era su medio de transporte favorito. Fue el golpe más grande de toda mi vida. No podía soportarlo». Al día siguiente,, comprobaron que su hija estaba entre los fallecidos.

A partir de ahí su vida cambió totalmente. «Solo intentaba sobrevivir, estar ocupada todo el día. Durante ocho años iba caminando al cementerio todos los días. Me pasaba allí una hora y me sentaba bien». Hicieron una piña con su marido y su hijo, se ayudaron mutuamente. «Pero ni un solo día he dejado de llorar, no puedo entender que todos sus sueños hayan acabado en un vagón».

Asunción esperaba una información veraz y transparente sobre las causas del accidente. «Pero solo tuvimos ocultamientos y zancadillas», constató. Después se encontraron con otros padres que como ellos habían perdido a sus hijos, y se plantearon luchar para que esto no ocurriera nunca más. «Solo quiero decir que se haga justicia. Ellos se lo merecen». Cuando su abogado le preguntó cómo le ayudó participar en la Plataforma de víctimas del Alvia, la jueza le cortó, considerando impertinente la pregunta.

-Del fallecimiento de una hija uno no se recupera nunca, le recordó a la jueza Asunción.

-A mí me falleció una hermana muy joven -le respondió la jueza, Elena Fernández Currás-. No es lo mismo, pero todos tenemos desgracias. Esto nos consta a todos. El único consuelo que pueden tener es que no fue a propósito. Algún juez ha considerado que debían llegar hasta aquí. Pero creo que nada va a compensarles.

Su otro hijo David declaró después y también se dirigió a la jueza en su escueta declaración judicial. «Solo quiero que se haga justicia y reconocimiento para las víctimas. Y que algo así no vuelva a suceder».

Por último llegó el turno del padre, Jesús Naveiras. «No vivo. Me tuve que jubilar porque no podía trabajar. Te acuestas con una mochila y te levantas con ella, pensando que algo así no debería haber pasado. A mí me da todo igual. No soy una persona que quiera vivir. Cuando la enterramos yo quería quedarme en el nicho de al lado», declaró con voz entrecortada.

  Otra madre que perdió a su hija de 37 años en el accidente declaró con entereza, haciendo frente al dolor: «Me indigna que mi hija haya muerto de esta manera», dijo. Desde el tren la llamó en dos ocasiones. Sobre las diez de la noche encendió la tele y vio las imágenes del accidente. El resto de su familia estaba en Dinamarca y se fue con un hermano a Santiago. Preparó una maleta para su hija, pues pensaba que estaba en el hospital. Esperaba que fuera poca cosa. Los amigos de su hija le estaban esperando. A las tres de la tarde, un día después del accidente, se enteró con certeza de que había fallecido. «Estábamos todos rotos. Esperábamos ver a mi hija, pero nos recomendaron que no. Que iba a ser una impresión muy grande». Le dieron una sortija y unos pendientes de su hija. En el tanatorio le dijeron lo mismo. «Yo dije que no, pero mi marido quiso verla. No hay duda, aunque cuando me da la tontuna pienso que puede aparecer algún día por ahí».

Días después, la llamaron por teléfono para decirle que le tenían que dar una noticia muy dura. «Me dijeron que habían encontrado más restos de mi hija y me preguntaron qué hacían con ellos, que era lo que marcaba el protocolo. Me encendí, me enfadé mucho. ¿Cómo se puede hacer eso? Mi hija ya estaba incinerada. Es todo muy macabro pero es lo que hay».

«La muerte de mi hija no es pasado, es presente -prosiguió-. Hay tanta gente que pudo evitar esto y no lo hicieron... Tal vez no se puede controlar un atentado, pero una curva peligrosa sí se puede controlar. He ido al psicólogo, pero nadie me puede quitar esta ausencia». Ahora no está en terapia, «pero no creo que nadie que esté relacionado con esto no esté tocado. Ha sido un arrebato tan duro. Una obsesión constante que tengo es que cómo fueron los últimos segundos de mi hija. Qué vio, qué sintió. Leí en el periódico lo que declaró la niña de la fotografía del bombero, es una imagen que todos recordamos, creo que se publicó en La Voz de Galicia. La chica, que ahora tiene 18 años, recordó que su madre le dijo que se agarrara y que la quería mucho. Ese "te quiero mucho" que le dijo su madre leí que le ayudó mucho. A mi hija nadie le dio fuerzas. Ese vacío, esa soledad, a mí me invade mucho». «El maquinista y el señor del ADIF [Andrés Cortabitarte] están muy bien donde están, pero están muy solos, falta mucha gente. No son 80 muertos son 80 vidas truncadas», añadió. Después, le habló a la jueza directamente.

-¿Me puedo dirigir a usted, señoría? Solo quiero decirle que este juicio sirva para acabar con las malas prácticas que se producen, que cree una jurisprudencia y que nunca vuelva a pasar algo así.

-Eso espero, que siente jurisprudencia y que nunca más vuelva a pasar, le respondió la jueza.

 Otra mujer que venía a Galicia desde Alicante para mudarse e iniciar una nueva vida relató en el juicio del Alvia cómo anticipó el descarrilamiento del tren poco antes de que ocurriera. «Empecé a mirar por la ventana y me di cuenta de que algo no iba bien. Sabía lo que iba a pasar, sabía que el tren iba a volcar. Y pensé: no puede ser, esto solo pasa en las películas. Pero pasó».