Sobrevivir a la pérdida de su padre y de su novia en Angrois: «Mi madre murió de pena después»

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Imagen de archivo del juicio del Alvia
Imagen de archivo del juicio del Alvia Sandra Alonso

Un perito asegura que los baremos legales tienden a minimizar el impacto del estrés postraumático en las víctimas del Alvia

26 abr 2023 . Actualizado a las 17:59 h.

 Isidoro Fernández vivía con su novia Marta Jiménez hasta que aquel 24 de julio del 2013 cogieron el Alvia Madrid-Ferrol junto a su padre, un episodio trágico que este miércoles tuvo que revivir en el juicio del Alvia. Isidoro tuvo heridas muy graves en el accidente: fue ingresado en la unidad de quemados del Chuac por el arrastre contra el balasto de las vías, pero lo peor es que perdió a su padre y a su novia en la curva de Angrois. «Mi padre era el pilar de la familia, imagínate lo que conlleva esa pérdida. Fue uno de los últimos en ser reconocido, acabó tan destrozado que tuvimos que enterrarlo dos veces», asegura sobre la identificación de nuevos restos cuando ya habían celebrado un entierro. Los tres viajaban en el coche número 7, tal vez el que sufrió el mayor impacto del descarrilamiento.

Su madre tenía una grave enfermedad y «perdió a la persona que siempre estaba con ella». «Mi madre murió sin que le dieran una respuesta de lo que había pasado con su marido. Era una auténtica guerrera, como mujer gallega que era. Mi madre murió de pena después», afirmó durante su declaración judicial.

  Él continúa diez años después teniendo dolores constantes debidos a las consecuencias del accidente. Sigue durmiendo mal y los dolores de espalda le afectan en su profesión de diseñador gráfico, pues pasa muchas horas sentado junto al ordenador. «La gestión médica y psicológica de Renfe fue fatal. Después de varias llamadas aún estoy esperando que me respondan», recuerda. «Me veo como un señor de ochenta años cuando tengo que agacharme a recoger algo», asegura, pese tener poco más de 40 años. Tiene cicatrices por todo el cuerpo. «Personas que me conocen desde hace mucho aún se sorprenden. Me costaba acostumbrarme a mi aspecto cuando me miraba en el espejo. Mi cuerpo acabó lleno de metralla», dijo. Va siempre con gorra por esa razón. «A día de hoy no he podido rehacer mi vida como quería, soy el chico del tren que perdió a su novia».

No quería volver a coger un tren por nada del mundo, pero tuvo que hacerlo, medicado, para poder trasladarse para cuidar a su madre. «Nunca consigues pasar el duelo», aseguró, antes de reconocer que apenas tuvo tratamiento psicológico después del siniestro.

Además de los afectados por el descarrilamiento, como suele ser habitual en las últimas semanas en la vertiente civil del proceso, también declararon peritos médicos y forenses. Uno de ellos aseguró que la baremación legal de las lesiones y sus secuelas tiende a minimizar su alcance. «No calificaría el cuadro de estrés postraumático de ninguna de las víctimas de leve», aseguró este experto. Cuando los abogados de las aseguradoras le preguntaron en qué basaba esa afirmación, explicó que  «la ansiedad, la recurrencia de las imágenes vividas y el tratamiento farmacológico» aún acompañan a buena parte de las víctimas.