La primera alcaldesa democrática de Galicia y otras historias de la Guerra

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

María Pedreda

Un libro del joven historiador Francisco Leira recoge las vidas más o menos anónimas de protagonistas del conflicto que la memoria olvidó

09 abr 2023 . Actualizado a las 13:18 h.

Se llamaba María Gómez González, había nacido en Córdoba y, por circunstancias de la vida, había recalado en A Cañiza donde su marido era maestro. En 1936 dio un paso muy poco frecuente en aquel momento y en aquel lugar: se presentó a las elecciones municipales. Tras ser elegida concejala, el 14 de marzo, en una votación secreta celebrada en el concello de A Cañiza entre todos los ediles electos, María, por unanimidad, salió como alcaldesa. Poco menos de siete meses después, el 10 de octubre, se firmaba su sentencia a reclusión perpetua.

María fue la primera mujer en alcanzar en Galicia el cargo de alcaldesa en un proceso democrático, aunque poca gente lo sepa. Su memoria, como la muchos otros represaliados durante y tras la Guerra Civil, quedó sepultada por el régimen del dictador Franco. El libro Los nadies de la Guerra de España (Akal), firmado por el joven historiador ferrolano Francisco Leira investiga y revela algunas vidas anónimas truncadas por la contienda y olvidadas por la represión franquista mientras reflexiona sobre los déficits que asumió el proceso de Transición en el que no se hizo justicia con estas víctimas, en uno y otro bando.

La foto de María y Urania que ilustra este reportaje pertenece a su período de reclusión en la cárcel de Saturrarán, donde se conocieron. A María la encerraron acusada de haber requisado armas para oponerse a la sublevación, aunque una somera investigación de los hechos demostraba que no fue así. Urania era nieta del intelectual anarquista Juan Serrano Oteiza e hija de Ricardo Mella, otro significado anarquista. Dice el autor que la voz de Urania fue lo suficientemente importante como para no quedar solapada por la de sus antepasados. Su activismo llevó a su detención tras el golpe de Estado. A su marido lo fusilaron y a ella le conmutaron la muerte pero la separaron de sus cuatro hijos a quienes les dijeron que Urania fue la culpable de que fusilaran a su padre, por meterlo en política. Así que cuando el régimen permitió que salieran de la cárcel (María en 1943 y Urania en 1944), se fueron a vivir juntas a Lugo donde la que fuera alcaldesa pudo reunirse con sus hijos. Urania no. Relata el autor el encuentro de las hijas de Urania con su madre, en Lugo. «¿Me quieres?» preguntó la madre a Conchita, la más pequeña de sus hijas. Y la jovencita, acostumbrada a oír que Urania era la culpable de que viviera huérfana, le respondió escuetamente: «No». Madre e hija solo se vieron dos veces, porque Urania murió con 46 años víctima de un tumor cerebral que fue a su vez consecuencia de una enfermedad venérea no tratada en prisión. María la sobrevivió y se convirtió en una enfermera respetada y homenajeada en Lugo. La memoria de ambas, oculta, ejemplifica la de tantos españoles olvidados a quienes el golpe de Estado de 1936 y la posterior Guerra Civil enterró en un olvido injusto que el libro de Leira pretende compensar con su documentada investigación. Son solo unas pocas historias personales. Pero, tras ellas, están miles de vidas.

Un soldado del ejército sublevado y una agitadora comunista

No todas las memorias sepultadas pertenecían al mismo bando. Francisco Pérez Ponte era un joven de Abegondo que quería ser perito mercantil. Pero los acontecimientos no se lo permitieron. El estallido de la guerra provocó su alistamiento forzoso en el ejército sublevado y le llevó a participar en múltiples experiencias bélicas. Desde el primer momento mantuvo una intensa relación epistolar con su familia, especialmente con su hermana, que permitió seguirle el rastro hasta la peripecia final: el hundimiento del Castillo de Olite en marzo de 1939, a pocas semanas ya del final del conflicto. El libro de Francisco Leira recoge incluso testimonios de la explosión que provocó que le tuviera que ser amputada una pierna, operación a la que no sobrevivió. El soldado Francisco Pérez Ponte, junto con otros miles, fue enterrado en una fosa común. Su padre, enterado de la muerte de su hijo, viajó más de mil kilómetros desde A Coruña a Escombreras (Cartagena), para rescatar el cuerpo del soldado. Pero no había razón sobre el lugar donde reposaba, así que el hombre solo pudo rellenar una botella con tierra de aquella fosa común.

También recoge el libro la historia de Amada García, una mujer de Mugardos, comunista y activista. Delatada por un vecino, fue detenida, juzgada y condenada. Sus captores esperaron que diera a luz para ejecutarla el 7 de enero de 1938. Para el recuerdo quedó que su delito fue tejer una bandera comunista, un hecho que el autor atribuye al mito de Mariana Pineda, aplicado a muchas mujeres asesinadas por su activismo político y no por ser tejedoras, el delito que les aplicó la falsa memoria.