Un día siguiendo a Alfonso Rueda, el hombre tranquilo al que ya le piden fotos por la calle

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN

GALICIA

Senén Rouco

Desde el desayuno y el despacho de temas en el coche oficial en Pontevedra hasta la carrera final del día en Monte Pío: así es la jornada del presidente de la Xunta

19 feb 2023 . Actualizado a las 11:20 h.

Son las 7.50 horas de la mañana. Noche aún y 7 grados en la plaza de Barcelos de Pontevedra. Alfonso se prepara para un día que no presume muy diferente a otros. Repasa que todo esté en su sitio y mira por la ventana. Se acerca Adrián por una acera vacía, y toca en el cristal. «Buenos días». Y Alfonso abre.

Sucede que este Alfonso no es el protagonista de esta historia, pero sin él es imposible entender lo que pasará en las siguientes horas. Porque con este Alfonso, dueño del bar O Cañón de Pau, arranca sus jornadas desde hace años  Alfonso Rueda Valenzuela (Pontevedra, 1968). Con el café con leche fría que le sirven él o su hijo Adrián. El 14 de mayo del 2022, cuando el Alfonso protagonista de este reportaje llegó a lo más alto de su carrera política, cuando juró su cargo en el Parlamento de Galicia como nuevo presidente, Alfonso el del bar Cañón y su mujer estaban allí, invitados por el propio Rueda.

Así, con los cafés de Alfonso y de su hijo Adrián arranca y prosigue una jornada con la primera autoridad de Galicia.

08.15 horas

Ese primer café. En el Cañón de Pau los primeros en entrar son tres miembros de la Policía Autonómica. Forman la escolta del presidente, agentes que ya estaban con Feijoo, con la salvedad de Marta, primera mujer que trabaja para un presidente de la Xunta en esas funciones de seguridad, incorporada hace unas semanas. Son sumamente discretos. Con ellos, tomando café en una mesa, el alcalde de Portas. Aparece José Benito Suárez en pantalones de deporte. Dice que viene de hacer deporte. Es otro habitual del bar. Presidente del Puerto de Marín, marido de la exministra Ana Pastor, forma parte del estrecho grupo de amistades de Pontevedra del presidente. Al poco llega Adrián Rodríguez, jefe de prensa del presidente y su sombra desde hace 7 años. Rueda —traje azul, camisa blanca y sin corbata— entra pasados veinte minutos de las 8, saluda a todos, charla un rato con José Benito —«ahora ya no le sigo el ritmo, yo voy detrás en bici, Alfonso va más rápido, pero fui yo quien le metió lo de correr», cuenta—, y ve pasar a butaneros y repartidores de patatas y empanadas. A nadie le sorprende que el presidente gallego esté ahí en la barra con su café. La normalidad era la marca hace un año, antes de que estallara la guerra en Madrid para echar a Pablo Casado del PP y llevara a Rueda a lo más alto. Y la normalidad sigue siendo la marca hoy.

El presidente con Adrián Rodríguez, su jefe de prensa, en el coche oficial revisando la agenda del día, y Santi, su chófer, que empezó a trabajar para él en el año 2000.
El presidente con Adrián Rodríguez, su jefe de prensa, en el coche oficial revisando la agenda del día, y Santi, su chófer, que empezó a trabajar para él en el año 2000. VÍTOR MEJUTO

08.50 horas

Rumbo a Santiago. Ha salido el sol y el coche oficial del presidente -un DS híbrido de alta gama- enfila hacia la capital gallega. A Santi, el chófer del presidente esta semana —hay dos conductores que se relevan cada siete días— no le convence este modelo porque no le permite hacer muchos kilómetros sin tener que repostar. Y ese coche tiene que cruzar Galicia varias veces a la semana. Santi, que lleva desde el año 2000 junto a Rueda (cuando entró como director general con Fraga, y entonces los directores generales tenían chófer) habla con voz baja porque en el asiento de atrás el jefe empieza su ronda de llamadas. «Buenos días, Julio». El primero es el conselleiro de Sanidade. Cristina Barral cuenta en La Voz ese día que ha dimitido el jefe de Enfermería de Pontevedra, y Rueda quiere que Julio García Comesaña le explique qué ha pasado y qué otros temas tiene en marcha. Hace apenas unos días, el domingo, miles de personas reclamaron más medios para la sanidad pública, y no parece casualidad la llamada al conselleiro más apurado.

El siguiente telefonazo es a un tocayo y colega, Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León. Dice que es el barón del PP con el que mejor trato tiene. Son de una misma generación y sus hijas comparten colegio mayor. Hablan sobre el corredor atlántico. La tercera llamada, ya por Padrón, la hace él directamente (las otras son a través de su secretaria): es a su hija Beatriz, que estudia en Madrid un doble grado y a la que quiere ir a visitar el fin de semana, que le queda libre antes de llenar la agenda sábado y domingo hasta las elecciones de mayo. La cuarta interlocución, cuando ya se entra a Santiago, es con Paula Prado, la secretaria general del PPdeG, precisamente por las municipales y por algunos detalles que no le gustan de la precampaña.

Así que cuando Santi aparca en San Caetano ha resuelto asuntos de Presidencia, del partido y personales. «Atender todo esto es quizá lo que más ha cambiado mi día a día desde que soy presidente, la Xunta es pura jerarquía y tienes que estar a todo», comenta mientras accedemos a San Caetano.

09.20 horas

Primera reunión de equipo. Ya en el despacho, resuelve unas primeras firmas, abre una discreta puerta blanca lateral y en una sala rectangular le esperan ocho personas, cuatro mujeres y cuatro hombres, el círculo más estrecho de colaboradores en la Xunta. Raramente leerán sobre ellos, pero su influencia sobre el presidente es notable. Algunos llevan más de una década a su lado. Están —además de Adrián Rodríguez—, los responsables de comunicación interna y externa, Silvia Valdés y Jorge Pan; Noelia Martínez e Higinio Meijide, asesores del presidente; Lucía Fernández Morais-Petersen, jefa de la oficina de atención al presidente; Emilio de la Iglesia, director de gabinete; y Beatriz Cuíña, secretaria general de Presidencia, la mujer que tiene todo San Caetano en su cabeza y con quien más departe en privado. Se citan presencialmente todos una vez por semana; el resto se despacha por un grupo de WhatsApp (método preferido para comunicarse del presidente). Esta cita dura unos 20 minutos; preparan el Consello de la Xunta y sus temas claves, el funeral por el Villa de Pitanxo, sincronizan agenda con el grupo del PP en el Parlamento, y hasta debaten sobre si hay que ir disfrazados a Verín en día de Comadres (al final acordarán que sí). «Presidente, hay que irse», le dicen. Es una frase que se repetirá a lo largo del día. Rueda se pone por primera vez la corbata. No parece este un detalle menor.

Rueda, en el centro, con el vicepresidente primero, Francisco Conde, en una cumbre de empresarios del sector primario en la Cidade da Cultura.
Rueda, en el centro, con el vicepresidente primero, Francisco Conde, en una cumbre de empresarios del sector primario en la Cidade da Cultura. VÍTOR MEJUTO

10.05 horas

Cumbre empresarial en el Gaiás. «Hay que llegar todo lo puntual que se pueda, no me gusta nada que me esperen», confiesa el presidente cuando mira el reloj y ve que pasan cinco minutos de la hora acordada con una treintena de empresarios del sector primario, que le presentan sus proyectos para optar a fondos europeos. Se le han adelantando Francisco Conde, su vicepresidente primero y en quien ha delegado toda la negociación económica y empresarial, y Rosa Quintana, la conselleira más veterana, junto a él, en la Xunta del PP desde el 2009, y a quien verá todavía dos veces más esta jornada. Rueda escucha y toma nota, pero deja a Conde el peso de la sesión.

Con Javi, un veterano ordenanza de la Xunta.
Con Javi, un veterano ordenanza de la Xunta. VÍTOR MEJUTO

11.15 horas

Regreso exprés a San Caetano. Tiene apenas media hora en su despacho antes de salir de nuevo hacia el Obradoiro, donde le espera una campaña de la Consellería de Mar. Por los pasillos de San Caetano hay escolares de visita que no se percatan de la entrada del presidente. Dentro, Rueda responde a algunas cartas de agradecimiento y se hace una foto por el Día del Cáncer Infantil, que luego su equipo colgará en las redes sociales oficiales. También contesta personalmente mensajes de algunas personas. «No te puedes imaginar la de gente que tiene mi teléfono... a veces me pregunto cómo lo han conseguido», dice con cierta sorna. Antes de salir de nuevo llega Javier, un ordenanza que durante años tuvo en Vicepresidencia y que ha pedido saludarle tras casi un año, y simplemente hacerse una foto con el jefe. «¿Qué tal te tratan ahí ahora?», le pregunta. «Bien, bien», responde él con timidez. No será la única petición de foto del día; eso sí que es diferente a lo que sucedía un año atrás. Es el poder, la jerarquía, el mayor grado de conocimiento en la calle (de un 44 % a un 82 % en apenas seis meses, según Sondaxe). Ya no pasa desapercibido. «Fuera de Galicia, sí», admite él.

Bajando las escaleras de la zona de Presidencia se da de bruces con esos escolares de visita por San Caetano. «Mirade a quen temos aquí», les avisa una profesora. Vienen del colegio Antonio Magariños de Cambados. «Eu son medio de alá», les dice; fue secretario de su Concello durante unos cuantos años (ahora su plaza está en Marín). Durante todo el día alternará gallego y castellano para dirigirse a la gente. A los chavales lo que más les interesa es saber cómo es el móvil de un presidente, y le piden que se lo deje ver. 

Un grupo de alumnos de un colegio de Cambados chocan sus manos con el presidente en San Caetano.
Un grupo de alumnos de un colegio de Cambados chocan sus manos con el presidente en San Caetano. VÍTOR MEJUTO

12.10 horas

De promoción en el Obradoiro. Santi no llega a meter el coche oficial en la plaza más emblemática de Santiago y una de las más hermosas del mundo. «No me gusta nunca que entre el coche, mejor a pie», justifica el presidente. Cruzando el Obradoiro le saluda un tipo que dice haber sido personal de seguridad de Manuel Fraga, y una persona más le pide una foto. Tras el acto, lo harán unos cuantos, incluido un grupo de chavales de la Costa da Morte algo vacilones, y una universitaria: «Presidente, yo es que estudio en su facultad [Derecho]». «Pues a ver si tienes más suerte que yo», le dice, tirando de nuevo de sorna. En la plaza del Obradoiro se siente cómodo entre la gente mientras se presenta una campaña de furgonetas con gastronomía gallega. «Le va quedando mejor el traje de presidente», dice un director general.  

El presidente ofreciendo una tapa a una mujer en el Obradoiro, durante una campaña de productos gallegos.
El presidente ofreciendo una tapa a una mujer en el Obradoiro, durante una campaña de productos gallegos. VÍTOR MEJUTO

13.30 horas

Despachos internos. El lugar de trabajo en San Caetano no ha cambiado mucho sobre cómo lo tenía Feijoo. Siguen ahí cuadros de Colmeiro, pero ahora hay fotos de su mujer, Marta Coloret (que trabaja en un banco en Pontevedra), y sus dos hijas, Beatriz y Marta (esta segunda vive con ellos en Pontevedra). También una con el rey cuando le recibió como nuevo presidente de Galicia. «He añadido también algunos libros», explica. ¿Le da tiempo a leer? «Muy poco, tengo que revisar muchas cosas, aunque intento sacar tiempo, por ejemplo, para leer más en inglés». Para recuperar ese idioma está tomando clases de conversación una hora a la semana.

En ese despacho pasa una media de tres horas al día, que esta jornada, un miércoles, serán más porque al día siguiente hay Consello y tiene que estudiar todos los temas y adelantarse a las preguntas que puede hacer la prensa. Hasta la hora de comer le dará tiempo a hablar por teléfono con algunos alcaldes, con el médico Venancio Chantada por el éxito con los robots Da Vinci; y con José Jiménez Borja, el primer policía local gitano de Galicia, cuya historia desvelada por Xosé Gago en La Voz está ese miércoles en todos los programas matinales españoles. «¿José? Soy el presidente de la Xunta. Enhorabuena, eres un ejemplo», le dice Rueda por el teléfono fijo. Lo siguiente es resolver asuntos internos con su equipo. Se remanga la camisa, se quita la corbata y se pone las gafas. Una hora después sale a comer.

15.15 horas

Mismo menú, dos compañías a elegir. Hay dos posibilidades para la comida, aunque un mismo plato principal, previsible en Carnaval: un cocido en Lalín con el grupo parlamentario del PP; o un cocido en Santiago, pero con comisarios de la Policía Nacional y responsables de la Autonómica. Opta por el segundo. Es una comida informal —nada de temas de seguridad— en el Casa Antonio, una tasca de Santiago de madera, con fotos de famosos que han acudido al bar y donde dice mi compañero Xoán Soler que se come uno de los mejores cocidos de Galicia. Los agentes van de paisano, y también está Diego Calvo, vicepresidente segundo y única novedad en su equipo de conselleiros tras el relevo de Feijoo. «Lo está haciendo muy bien, tenía ya experiencia de gestión, es muy político, no me ha sorprendido nada», dirá después de él.

Reunión con representantes de la ONCE en Galicia, la tarde del miércoles.
Reunión con representantes de la ONCE en Galicia, la tarde del miércoles. VÍTOR MEJUTO

17.30 horas

Visitas protocolarias y un asunto de última hora. La tarde tiene momentos valle para quien observa desde fuera. Parece que falte agenda, pero lo cierto es que queda mucho trabajo por delante que no luce. La comida no se ha alargado y Rueda llega a tiempo para recibir a una delegación de dirigentes de la ONCE en Galicia. Les atiende junto a Emilio de la Iglesia, que toma nota de lo que cuentan. Es visita protocolaria, así que no se extiende demasiado. Antes, el presidente ha recibido dos noticias que le obligan a modificar un poco la agenda: la muerte de un marinero de Marín en un accidente, y un apercibimiento de Europa a España sobre concesiones en el litoral. Se reúne con las conselleiras Quintana y Ángeles Vázquez, esta última responsable de Medio Ambiente. Son dos de las que tienen un perfil más político en un gabinete especialmente técnico, con poco colmillo. «Algunos ya se van soltando más», admite el presidente. Previamente han hablado con el eurodiputado gallego del PP Francisco Millán Mon para que les explique en profundidad qué reclama Bruselas, aunque convienen en que debe ser el Gobierno español quien responda. Ya se está haciendo de noche y antes de salir de San Caetano aún resuelve más asuntos con Rosa Quintana (se nota una especial confianza), que en unos días se irá de descanso.

Rueda, en su despacho de San Caetano con las conselleiras Ángeles Vázquez y Rosa Quintana.
Rueda, en su despacho de San Caetano con las conselleiras Ángeles Vázquez y Rosa Quintana. VÍTOR MEJUTO

20.15 horas

Rumbo a Monte Pío. Antes de dejar un San Caetano que se ha vaciado de funcionarios horas antes (solo queda el personal de confianza), Rueda habla por teléfono con la presidenta del PP de Lugo, Elena Candia, por asuntos locales; también con alcaldes y con algún conselleiro más. Dice que confía plenamente en todos ellos, y que cuando le contó a Feijoo que seguirían todos ellos, con la incorporación de Calvo, el hoy jefe del PP nacional le dijo: «Aciertas». «Feijoo siempre decía que este equipo era el mejor que había tenido en 13 años, y yo estoy de acuerdo, no voy a hacer cambios», confiesa a lo largo del día. El nombre de Feijoo no sale tantas veces como uno esperaría durante el día. La primera vez sale por una casualidad: «Vivo en la calle Perfecto Feijoo de Pontevedra, pero oye, que no ha sido premeditado, ya vivía antes allí». Perfecto Feijoo, por si alguien no lo sabe, fue un célebre farmacéutico e intelectual de Pontevedra, dueño de otro mito de la ciudad, el loro Ravachol.

Pero volvamos a Feijoo: «No hablamos tanto, él tiene mucho que hacer, y eso quiere decir que nosotros no somos ningún quebradero de cabeza para él». Tampoco habla mucho Rueda de la oposición en Galicia. «No tengo mucha relación, en el PSOE más con Luís Álvarez, que es un tipo muy sensato, y en el Bloque... quizá con Luis Bará, que también es de Pontevedra». Y mientras habla, enfila escaleras abajo la sede central de la Xunta mientras declina del día. Espera Monte Pío, ya más un concepto de poder que un accidente geográfico.

Borja Verea, Alfonso Rueda y Mané Galiñares, llegando a Monte Pío al final de una sesión de carrera.
Borja Verea, Alfonso Rueda y Mané Galiñares, llegando a Monte Pío al final de una sesión de carrera. VÍTOR MEJUTO

21.20 horas

Trote y caña para acabar el día. «Correr me ayuda a despejar la cabeza», cuenta el presidente mientras estira en las escaleras de la residencia oficial de Monte Pío. Pone la pierna a una altura considerable. Alterna bici con carrera, aunque esto no es ningún secreto: lo sabe todo aquel que siga sus redes sociales. Hace algo de frío en esta zona alta de Santiago y el presidente ya se ha cambiado para trotar. Los escoltas —que no se haya vuelto a hablar de ellos en este reportaje es también una señal de normalidad y discreción— se quedan fuera del complejo mientras Rueda empieza a correr. Le acompaña hoy -y lo hace a menudo-, Mané Galiñanes, de su gabinete, un tipo de Cambados con planta deportista que fue jugador de fútbol y que es un anfitrión estupendo. Se suma Borja Verea, diputado y candidato del PP de Santiago. Lo normal serían 10 kilómetros, pero esta vez lo deja a la mitad, media hora de trote. «Antes hacía el kilómetro a 5.10 [minutos y segundos], ahora a 5.40», explica. Ha tenido que ir bajando el ritmo, algo que corroboran sus escoltas; hace deporte unas cuatro veces por semana. Por Santiago suele correr por esta zona alta de la ciudad, o por el Sar; en Pontevedra, junto al río.

Fin de jornada en el bar Santiago, frente a la residencia oficial de Monte Pío.
Fin de jornada en el bar Santiago, frente a la residencia oficial de Monte Pío. VÍTOR MEJUTO

Al terminar el deporte caen unas cañas en el bar Santiago, justo enfrente de la residencia oficial. Es un local de tazas de vino tinto que manchan la cerámica y olor a comida; parece que vaya a entrar el comisario Leo Caldas en cualquier momento. Hay parroquianos que ya saben que el presidente viene algunas veces. Ni se ha cambiado después de correr. «Dan unas tapas estupendas», cuenta. Hay chicharrones y chorizo. Y sí que están buenos los pinchos. El presidente charla tranquilo con algunos clientes, repasa un par de mensajes, apura la cerveza y sale. «A ver se lle vai coller o frío», le dicen en el bar.

El equipo del jefe ya se repliega. Habrá aún un repaso más a papeles para el día que viene, y una cena con su mujer, que acaba de llegar desde Pontevedra. Queso, jamón y una ensalada de atún. Son las 21.50 horas. Hay 5 grados en Monte Pío.