José López Campos, alcalde de A Estrada: «En los aviones lo paso fatal»

GALICIA

miguel souto

10 ene 2023 . Actualizado a las 08:31 h.

A José López (A Estrada, 1974) no le da miedo volar, pero medir dos metros condiciona. Para bien y para mal. Y los aviones no son el hábitat más adecuado para la gente de su estatura. De momento, el alcalde de A Estrada (PP) se prepara para competir en las municipales y afrontar el que podría ser su último mandato.

—¿Listo para la campaña?

—Uno está listo al día siguiente de las elecciones. Llevamos tres años y medio trabajando a tope y ahora llega el último sprint. Estamos al cien por cien en clave electoral.

—El alcalde está siempre en el disparadero, no se puede esconder.

—Y menos si mides dos metros, ja, ja. Aquí no hay un día de descanso. Esto es como una guerra. Hay quien está en los cuarteles dirigiendo a la tropa y hay quien está en la trinchera viendo pasar las balas. Y el que está en la trinchera no puede dormirse, porque le dan. La política local es la trinchera; siempre a la orden de los vecinos. No hay que perder nunca la calle.

—Usted fue diputado y conoce los cuarteles. ¿Lo echa de menos?

—No. La idea que tenía era coger cierto bagaje político para poder presentarme luego a las elecciones municipales y el Parlamento fue un escenario extraordinario para formarme y conocer los entresijos de la Administración autonómica. Pero yo creo que los políticos que realmente tenemos ese gen, donde estamos cómodos es en la política local.

—Pero también es un ámbito político agotador.

—Hace tiempo se podía entender que hubiera alcaldes que permanecieran en el cargo durante veinte años o más. Pero el nivel de exigencia actual hace que sea mucho más difícil. Después de doce años tengo la sensación de que la responsabilidad recae mucho en las espaldas del alcalde. Si el alcalde pierde fuerza, el concello, también. Eso supone un desgaste terrible, tienes que dar la mejor versión de ti mismo todos los días.

—Así que ha reflexionado sobre el futuro, sobre el tiempo que estará en el cargo.

—Sí, sí lo he hecho. Una de las cosas que me obsesiona a diario es cumplir con el objetivo de saber llegar y saber marcharse. Si eres el alcalde y te equivocas, los errores no los pagas tú, los paga tu pueblo. Aquí, en A Estrada, tenemos mucho banquillo. Y uno de mis objetivos es hacer una transición ordenada e inteligente.

—¿Por qué se metió en política?

—Yo jugaba al baloncesto, dirigía una oficina bancaria y tenía un local de hostelería en A Estrada que quizás era la parte más visible. Así que me implicaba en las fiestas, en organizar actividades... Sin ideología. No estaba en el espectro del PP, ni en el contrario. Podía votar en aquel momento cualquier opción política. Y lo hacía. Me plantearon la posibilidad de entrar. No acepté por ideología, sino por trabajar por A Estrada.

—Y le ha ido bien.

—Sí. He tenido resultados electorales fantásticos. Pero el mejor termómetro es la calle. Y me siento muy querido, incluso por gente que no vota al PP. Aunque no pierdo la esperanza de que lo hagan.

—Hablemos de sus dos metros. Eso de mirar hacia abajo es una ventaja.

—Lo es. En la vida, la estatura me dio problemas porque me sigue costando mucho trabajo encontrar ropa o hacerme un traje pero, en general, la estatura me ha ayudado. No sé si a ser más visible o a que la gente se impresione inicialmente y luego se sorprenda de que seas una persona cercana y asequible. La gente con estatura, en política, tiene más posibilidades de éxito.

—¡Qué se lo digan a Pedro Sánchez!

—Exacto.

—Feijoo le llamaba O Pequeno. ¿Aún le llaman así?

—Desde que se fue Feijoo, menos. Mi relación con Alfonso es distinta. Son perfiles diferentes; Alfonso es más cercano y Alberto más distante, más gestor. Yo creo que él nos ponía motes porque no se acordaba de los nombres, ja, ja.

—Vivir con dos metros no debe ser fácil.

—El mundo no está preparado, pese a que ha aumentado la altura media. Con 18 años dormía en una cama que mis padres habían tenido que modificar, soldando un trozo de somier y añadiendo otro de colchón. La ropa es un problema, pero donde más sufro es en los aviones, lo paso fatal.

—Lo que no le podrán pedir es altura de miras.

—Ja ja. Pero es una cuestión fundamental, tener altura de miras y las luces largas. En política, muchas veces lo urgente no te deja hacer lo importante.

—¿Cómo está viendo los sucesos de Brasil?

—Es un ejemplo de la polarización que vivimos. Yo soy todo lo contrario. Hay que buscar el bienestar de los vecinos, pero de forma moderada y sin trasladar la crispación. Lo de Brasil no está tan lejos de otros países. En España veo a la gente muy crispada, así que vivo todo esto con mucha preocupación.

Pilar Canicoba

—¿Celta o Dépor?

—Celta.

—¿Obradoiro o Breogán?

—Obradoirista a tope.

—¿En qué le gusta aprovechar el tiempo libre, si es que tiene?

—Familia, deporte y estar con mis amigos, que sigo teniendo los mismos desde hace 30 años.

—Defínase en pocas palabras.

—Alto, buena persona, empático, bastante testarudo y sencillo.

—¿Qué tal se le da la cocina?

—Yo digo que bien, mi mujer dice que mal. Pero me gusta y me distrae.

—De pequeño, ¿qué quería ser de mayor?

—Jugador de baloncesto.

—El mejor momento del día.

—Cuando llego a casa.

—¿Tiene hijos?

—Dos.

—El lugar donde es feliz.

—Mi casa, A Cañoteira, que era la casa de mis abuelos y de mis padres.

—Una canción.

My way, de Frank Sinatra.

—¿Lo más importante en la vida?

—Ser feliz con lo que tienes.