Ana Belén Fernández Souto: «Ninguneamos a los mayores y les hablamos como si fueran niños, es ridículo»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

GALICIA

CAPOTILLO

La directora de la primera cátedra de edadismo, la discriminación por edad, asegura que esta tiene importantes efectos en la salud

09 ene 2023 . Actualizado a las 16:15 h.

Es pionera en España e incluso en Europa. La Cátedra Afaga-Atendo de Idadismo de la Universidad de Vigo que dirige la profesora de la Facultade de Ciencias Sociais, Ana Belén Fernández Souto (Pontevedra, 1976), pretende combatir la tercera forma de discriminación más común tras el racismo y el sexismo.

—¿Existe alguna cátedra de edadismo en España?

—No, a nivel nacional es la única y a nivel europeo lo estamos confirmando. Hay otras cátedras que tocan el edadismo de forma más tangencial sobre todo desde el ámbito de la gerontología o la medicina, pero así en general y sobre todo desde el punto de vista de la comunicación no hay ninguna otra. 

—¿A qué colectivo de edad afecta más?

—Edadismo es la discriminación por edad, tenemos tendencia a pensar que solo afecta a las personas mayores pero en Europa hay casi más edadismo hacia los jóvenes. Hasta ahora el término no se conocía, no estaba incluido en el diccionario y lo asociábamos a mayores pero no necesariamente podemos hacer discriminación a las personas mayores sino a nuestros jóvenes. A veces pensamos que la gente de más edad no se entiende con los equipos informáticos y eso sería una discriminación, pero también generalizar diciendo que los adolescentes son unos inconscientes e irresponsables. 

—¿En España y en concreto en Galicia hay más edadismo hacia los mayores? 

—Galicia tiene una población muy envejecida pero eso no quiere decir que haya más discriminación, además el término mayor o menor es subjetivo, yo tengo 46 años y para mis hijos soy mayor.

—¿Cómo afecta esta discriminación a los mayores?

—Igual que a cualquier otro colectivo. El informe de la OMS recoge que uno de los principales efectos del edadismo es sobre la salud, perjudica psicológica y físicamente, lo que tiene un coste para los gobiernos. A todos les puede afectar de la misma manera porque el problema es que homogeneiza. Por ejemplo, decir que a todos los mayores les gusta jugar a las cartas y a lo mejor a algunos les gustan los videojuegos. Es creer que a todos los mayores les gusta bailar el pasodoble y quizás a muchos les gusta el reguetón. No se puede generalizar y homogeneizar productos o servicios dirigidos a los mayores o a los jóvenes pensando que todos son iguales.

 —¿Cuáles son los estereotipos más frecuentes hacia las personas de mayor edad?

—La discriminación se basa en prejuicios y estereotipos, pero no son iguales en todas las sociedades. En nuestro caso que no entienden bien la información, que no están al orden del día en cuanto a aplicaciones informáticas, en redes sociales... pero es una falacia porque hay mucha gente mayor a la que simplemente no le interesa su uso. Para combatir el edadismo lo que hay que hacer son acciones intergeneracionales en las que gente mayor y más joven tengan proyectos en común y puedan enriquecerse mutuamente. 

—¿Qué objetivo tiene la cátedra?

—Visibilizar el problema del edadismo, el tercer tipo de discriminación más importante en el mundo después del racismo y el sexismo. Respecto a estos dos tipos de discriminación queda mucho camino por andar pero ha habido mucha lucha durante décadas y se están consiguiendo cosas. Con el edadismo hay que hacer lo mismo, empezar a luchar porque a todos nos va a llegar y en algún momento lo vamos a sufrir, lo que tiene un coste social y económico para las instituciones y para las personas.

 —¿Cuáles son sus efectos en la salud?

—Si te dicen que no entiendes, que algo es muy difícil para ti o es normal que no lo sepas te vas carcomiendo. Al final pueden aparecer cuadros depresivos, enfermedades mentales que se traducen en patologías físicas con un coste social, personal y económico. Son los mismos efectos que el sexismo y el racismo.

—¿Avejentamos a los mayores con nuestros prejuicios?

—Por supuesto. Uno de los principales problemas que tenemos como sociedad es que los empezamos a ningunear y a tratar con un lenguaje infantil, como si fueran niños pequeños. Es muy ridículo que a una persona que tiene un recorrido vital y una experiencia le hablen como si fuera tonta. Todos somos edadistas aunque muchas veces no lo hacemos con mala intención. Ese es el principal problema contra el que tiene que luchar la cátedra, hacer consciente a todo el mundo de que es un problema y que debemos ser conscientes para plantarle cara. 

—¿Diseñamos productos o servicios basados en un modelo a veces erróneo?

—Al final muchas decisiones se basan en constructos sociales por lo que si una persona es mayor a partir de los 50, los 70 o los 90 nos lo creemos porque nos lo han enseñado socialmente, eso hace que la propia sociedad de consumo diseñe productos para la mayoría, por lo que pensamos que la mayoría de los mayores o jóvenes son así o quieren lo otro.