Marina Muñoz, paracaidista: «Se me pasa el tiempo volando»

GALICIA

Marina Muñoz

Cabo primero del Ejército y «recordwoman» de paracaidismo, anima a vivir la experiencia de viajar 50 segundos en caída libre: «No se puede explicar»

15 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Les invito a que conozcan a Marina Muñoz (Ourense, 1980), una mujer que es una caja de sorpresas. Simpática y directa, cabo primero del Ejército del Aire y recordwoman en paracaidismo, dice que no es valiente, pero parece todo lo contrario. Láncense con nosotros.

—Explíqueme este último récord del que ha participado.

—Hace dos años, una compañera intentó reunir a un grupo de mujeres paracaidistas para intentar un récord femenino en España, porque no había ninguno. Y lograron el de 13 chicas en formación. Yo no pude participar porque estaba trabajando. Este año hemos intentado superarlo, siendo 22 y lo hemos conseguido. La verdad es que somos pocas mujeres, por eso estos intentos son algo raro y a la vez fantástico. Nos gustaría que fuera más normal para que se vea que el paracaidismo está al alcance de todas. Porque no es lo mismo volar con un hombre que con una mujer.

—¿Y eso?

—Es por una cuestión de pesos, de fisonomía. Para el hombre también tiene más dificultad volar con una mujer. A veces utilizamos plomos para contrarrestar esas diferencias de peso.

—¿Van a repetir en Sevilla?

—Sí. En este caso somos 28, que es lo máximo que nos permiten dos avionetas. Será un salto mixto, pero de mayores de 40 años.

—¿Cuántas veces se ha lanzado?

—Pues ahora llevo 590.

—¡Vaya!

—No son muchas, ¡eh! Tampoco son pocas. Yo me inicié porque estuve 18 años en una unidad paracaidista y los saltos militares son muy distintos a los de la vida civil. Para un militar, el salto es un medio para llegar a tu objetivo. En el salto deportivo, el salto es el fin.

—En su unidad del Ejército ¿ya no se tiene que lanzar?

—No, porque hace cuatro años que cambié de destino, ahora soy tripulante de un avión A-400.

—¿También pilota?

—No, no. Ya me gustaría. Me encargo de los pasajeros y la carga.

—Así que pasa mucho tiempo en el aire...

—Sí, sí. A mí el tiempo se me pasa volando, ja, ja.

—Nunca me he lanzado en paracaídas, pero supongo que mucha gente ha pensado alguna vez en hacerlo y se ha preguntado qué se siente.

—Sí, es la pregunta que se hace todo el mundo y que para cualquiera que se haya lanzado es dificilísmo de explicar, porque es una sensación que se tiene que vivir. No se puede explicar bien. Imagine que cae a 200 kilómetros por hora, pero le da tiempo a ver todo. La primera vez es una euforia y, francamente, te hace sentir especial. Pero hay que vivirlo y le invito a que lo haga.

—Creo que probaré otras experiencias antes...

—Mucha gente no lo hace porque tiene vértigo. Y yo tengo vértigo y no tiene nada que ver. En el avión, esa sensación no existe.

—¿Siempre se tira desde la misma altura?

—Hay una altura estándar que son 4.000 metros, doce mil pies. Y a mil metros abres el paracaídas. A no ser que sea la modalidad de precisión, que saltas a mil metros y es salir y abrir el paracaídas. Hay otras modalidades en las que te tiras desde más altura, pero ya precisas oxígeno.

—Esos tres mil metros de caída libre... ¿cuánto tiempo es?

—Lo normal, unos 50 segundos, según el peso y la posición de tu cuerpo.

—Esa sensación, esos 50 segundos, seguro que los puede rememorar cerrando los ojos.

—Sobre todo tras el primer salto. Siempre digo que el primer salto lo das 30 veces. Lo repites constantemente en tu cabeza.

—Tal como lo cuenta, parece muy atractivo.

—Es muy atractivo, lo único malo de este deporte es que es muy caro.

—¿Cuánto cuesta?

—Un salto en tándem, en el que saltas pegado a un monitor, cuesta unos 270 euros. Si quieres foto y vídeo, 350.

—Hombre, ¿quién se va a tirar y no posturear?

—¡Eso digo yo! Pero hay mucha gente que lo hace.

—¿Cómo le dio por meterse en el Ejército?

—Por una amiga que quería opositar y como yo no tenía nada mejor que hacer, me apunté con ella. Pero pusimos como condición hacer algo guay: ir a los paracaidistas.

—¿Se va a jubilar ahí?

—No. Yo tengo un contrato hasta los 45 años. Siempre he tenido claro que esto era una aventura y que mi Galicia no me la quita nadie. Ya me compré una casa en el pueblo de mi madre, a la que volveré. Y ya veremos.

—¿Ha tenido que salir a alguna misión en estos años?

—A muchas. En Italia, cuando la guerra de Kosovo. En Afganistán estuve nueve veces, en Kirguistán, en Senegal... Llevo muchas misiones.

—En algún momento lo habrá visto mal.

—Ha habido momentos muy feos, sí. Pero el peor fue en el accidente del Yakovlev. Era mi unidad, mis amigos... Tuve un neumotórax y no pude ir con ellos. Aquí no se olvida. Pero prefiero no hablar de eso.

—Bien. ¿Qué le dijeron sus padres cuando les dijo que iba a ser paracaidista?

—Pues que estaba loca. Mi madre se hinchó a rezar para que no me cogieran. Y luego en las misiones. Lo ha pasado muy mal. A ella sí que tenían que darle una medalla.

—¿Celta o Dépor?

—Celta.

—Defínase en pocas palabras.

—Sincera, bocachancla y muy gallega.

—¿Qué hace en su tiempo libre?

—Pasear por la montaña y la fotografía. Y viajar. Me paso la vida viajando y preparando viajes.

—¿Qué tal en la cocina?

—No se me da mal, pero como llevo unos años en este pabellón, no tengo mucha oportunidad de cocinar.

—¿Cuál es el mejor momento del día?

—Cuando hace sol.

—¿El lugar donde es feliz?

—Un punto determinado en la Ribeira Sacra.

—Una canción.

Turnedo, de Iván Ferreiro.

—¿Lo más importante en la vida?

—La familia.