El 112 recibe en Galicia una media de casi tres alertas diarias por desapariciones

Jorge Casanova
Jorge Casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Foto de archivo de un operativo de búsqueda en Ares
Foto de archivo de un operativo de búsqueda en Ares JOSE PARDO

La Xunta trabaja en un dispositivo para mayores que permita reducir el problema

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No siempre se avisa al 112 cuando una persona desaparece, ni cada alerta que recibe este servicio de emergencias se corresponde con una desaparición real, pero sus estadísticas dan una idea de como está progresando un problema real que sucede preferentemente en el medio rural y entre las personas de mayor edad. Un individuo solo, afectado en algún grado por una enfermedad mental, que sale a dar un paseo o a efectuar un desplazamiento a pie y que se desorienta y se pierde. El año pasado, el 112 recibió 1.068 alertas por desapariciones. 825 correspondían a menores, personas con discapacidad o mayores. Prácticamente, tres al día. Este año, hasta el 10 de octubre, suman 893, de las que 665 corresponden a la categoría de mayores, menores o discapacitados. Una epidemia.

«No todas esas llamadas suponen la puesta en marcha de recursos de búsqueda. Ahí entran también falsas alarmas o desapariciones que se resuelven en poco tiempo: un niño que se pierde y que se encuentra a los pocos minutos, por ejemplo», aclara una fuente del 112, pero es indiscutible que el problema de las desapariciones de mayores es cada vez mayor y consume más recursos. Del 2020 al 2021, el número de alertas creció más de un 7 %. Y este año lleva un rumbo similar.

«Más pronto que tarde»

¿Cómo atajar este problema? Los expertos apuntan a que el envejecimiento de la población y el consecuente aumento de algunas enfermedades mentales como el alzhéimer provocan que cada vez se produzcan más episodios de desapariciones. La clave, consideran, es gestionar recursos para que esas desapariciones puedan solventarse rápidamente y sin graves consecuencias para quienes las padecen. En ese sentido, técnicos de Emerxencias confían en el desarrollo de un dispositivo con localización GPS y con capacidad para su distribución masiva: «Si hay dispositivos que sirven para localizar a un maltratador, por ejemplo, tenemos que encontrar la fórmula para localizar a alguien que se desorienta», señala uno de ellos. José Antonio Argibay, técnico de Operaciones de la Axega, confía en que el dispositivo pueda presentarse «más pronto que tarde» y que solvente, en buena medida, las desapariciones de mayores.

ANA GARCÍA

Tres noches de angustia con final incierto

Luciano Bonometti, 76 años, afectado por el alzhéimer, vecino de Berdillo, en Carballo, salió la tarde del viernes 13 de octubre a completar su rutina: ir a misa y dar un paseo que recorría prácticamente a diario. Lo hacía de memoria. Pero el alzhéimer se come la memoria y Luciano en algún momento de su recorrido se desorientó y se perdió. No se encontró con nadie y no supo volver a casa.

El sábado, a las 12.45, la auxiliar de ayuda en el hogar que tenía que ir a echar una mano en casa de Luciano y su esposa, enferma y encamada, ya vio que el hombre no estaba y que la cama no había sido deshecha. «Ahí fue cuando dimos la alarma», recuerda Yolanda Duarte, la cuidadora principal de Luciano, que todavía carga con la angustia.

A partir de ahí arranca un calvario que conocen muchas familias de Galicia. Cada vez más. Fuerzas del orden, teléfonos, alertas, preguntas, esperanzas, decepciones, cansancio, incertidumbre siempre, lágrimas, dolor... Cuando comenzaron a buscar en Berdillo, Luciano había pasado ya su primera noche fuera de casa. Una noche por cierto fría y húmeda, porque el sábado llovió como llueve en otoño: «Pensábamos en lo peor», recuerda Duarte. Administrativamente, la Guardia Civil, que lideró el operativo de búsqueda, se puso manos a la obra enseguida: «Me dijeron, vamos a empezar a buscar cuanto antes. Y si por la noche no ha aparecido, ya tramitamos la denuncia». No quisieron perder ni un minuto. Pero no hubo suerte.

El domingo se reanudó la tarea: «Ese día fue la gran búsqueda», recuerda Yolanda Duarte: «Guardia Civil, perros de Ferrol, de Ourense, de Vigo, helicóptero, drones... un dispositivo muy amplio». Cuando cayó la noche, seguían sin resultados: «Eso fue mortal. Porque si con seis perros que había no lo encontrábamos, realmente lo dábamos por muerto». Un profesional se lo dijo claramente: «Si los perros no lo encuentran, no podemos daros muchas esperanzas». Luciano, allí donde estuviera, vivo o muerto, se preparaba para pasar su tercera noche al raso.

«¡Aquí hay algo!»

«El lunes salimos con la idea de encontrar el cadáver. Al menos encontrar el cuerpo», evoca su cuidadora que, durante esos terribles días, ejerció de portavoz de la familia. Los propios familiares y amigos de Luciano estaban agotados: largas horas de búsqueda durante el día arrastrando la angustia y la incertidumbre que, de noche, les impedía descansar. «Estábamos tan cansados que el lunes salimos a las cuatro de la tarde. Fuimos a un monte en el que ya habíamos estado muchas veces antes, porque era uno de los lugares por los que solía pasear. Y allí fue cuando una chica empezó a gritar que había algo, que había algo. Fuimos corriendo y allí estaba: en el suelo, a la vista... No tenemos explicación a día de hoy de por qué no lo encontramos antes». Pero lo cierto es que Luciano, frío, magullado, inconsciente, se mantenía agarrado a un hilo de vida. Aún hoy, ingresado en la uci del Chuac, sigue agarrado a ese hilo.

Desde que fue hallado hasta hoy, Luciano ha tenido algún momento de consciencia. El suficiente para explicar que llegó a ser consciente de la búsqueda, que oyó el helicóptero, pero que no podía moverse. Tiene un dispositivo en el reloj que hubiera podido localizarlo con facilidad, pero aquella tarde lo dejó cargando en casa. Y, por más que presionó el botón del aparato de teleasistencia que le colgaba del cuello, de nada le sirvió, porque solo funciona dentro de casa.

«No le deseo a nadie lo que hemos pasado. El remordimiento que siento es horrible», dice Yolanda Duarte, que pasó esta semana sus peores días y que solo tiene palabras de agradecimiento para quienes ayudaron en la búsqueda. Asegura que el dispositivo que contribuyó a su localización llegó a ser impresionante y destaca la implicación de algunos de sus miembros, especialmente un agente de la Guardia Civil que ejerció de enlace y los mantuvo informados y esperanzados en todo momento. Su esperanza está fiada a la extraordinaria capacidad de resistencia que ya mostró Luciano: «Pienso que, si resistió tres noches perdido en el monte, a la intemperie, tal vez pueda resistir un poco más».

M.MORALEJO

El experto en operativos: «El factor suerte es fundamental»

«Esto no es una ciencia exacta, hay un montón de variables que influyen y el factor suerte es fundamental». Lo dice José Antonio Argibay, técnico de Operaciones de la Axega (Axencia Galega de Emerxencias) y baqueteado en muchos dispositivos de búsqueda. Conoce de primera mano la sensación que atenaza a los familiares que buscan a sus seres queridos y que es, dice, una mezcla de incertidumbre, inseguridad y desprotección: «Por eso cada minuto cuenta, porque cada minuto puede ser la diferencia entre encontrar a una persona viva o muerta. Nosotros siempre buscamos personas vivas, pase el tiempo que pase y los primeros días ponemos toda la carne en el asador. No consideramos que está muerto hasta que aparece el cadáver».

Las últimas técnicas incorporadas en los operativos de búsqueda son los drones, pero su uso ya ha demostrado que su eficacia es limitada: «Son una herramienta más, pero tienen sus limitaciones», admite. Y es que un dron no solo ve perfectamente a campo abierto, sino que es capaz de determinar la temperatura de lo que ve. Pero sobre el monte no ve más que la copa de los árboles y la temperatura de las hojas.

La población local también es clave en un operativo, «porque aporta datos sobe la persona, si la vieron, dónde, a qué hora». Una buena información puede facilitar mucho la búsqueda. Y lo contrario. Si la información es errónea, distrae recursos y consume un tiempo precioso.

Galicia, dice Argibay, es un lugar proclive a este fenómeno: población envejecida y dispersa. Y un montón de variables con las que lidiar: ríos, montes, pistas, interminables kilómetros de costa... Así que el técnico vuelve a mencionar la suerte: «Es importantísima». Confía sin embargo que el nuevo dispositivo que ultima la Xunta suponga «un cambio de paradigma» y que, con él, resulte más sencillo, cómodo y eficaz encontrar pronto a quien se pierde.

Algunos consejos prácticos para evitar males mayores

¿Cómo evitar que se desoriente, que se pierda, que desaparezca? No resulta fácil prever un incidente de estas características, aunque algunas medidas pueden ayudar a que sea más difícil que ocurra.

Lo obvio

No lo deje solo. Si la persona muestra ya algunas síntomas de desorientación o precisa ayuda para algunas tareas básicas, conviene que esté acompañado cuando efectúe desplazamientos, aunque sean rutinarios o esté convencido de que conoce perfectamente el camino. En cualquier caso, si no es posible ese acompañamiento, es muy importante conocer el momento en que sale y en que regresa.

Geolocalización

La mejor alternativa. Los dispositivos de geolocalización suponen normalmente una garantía de que, si el usuario se pierde o sufre cualquier percance, podemos saber inmediatamente dónde se encuentra. Existen dispositivos específicos de geolocalización, que es el sistema más eficaz. Pero también puede utilizarse el teléfono móvil con cualquier aplicación de mensajería, WhatsApp por ejemplo, para enviar la geolocalización. Para ello son importantes dos cosas: enseñar al usuario a utilizar ese recurso y cerciorarse de que ve bien las letras, tal vez ampliándolas en el dispositivo.

 Identificación

Recurso de urgencia. Si la persona se desorienta tal vez no sepa como dar indicaciones del lugar al que debe regresar. Es importante que salga dotado con su documentación o, al menos, con alguna información que lo identifique e indique su domicilio.

Fugas

Cuando la enfermedad avanza. A veces, como efecto de algunas patologías, la persona no se pierde, se escapa. Para evitarlo, conviene no usar sujeciones mecánicas, que provocan la necesidad de fugarse y evitar ambientes estresantes o con temperaturas extremas.

Las rutinas

Conózcalo mejor. Conviene saber lo máximo posible sobre las rutinas de nuestros mayores: a qué hora sale, a qué hora vuelve, por dónde pasa, a quién visita... Cuanto más se sepa al respecto, menos problemático debería ser abordar un episodio de desorientación. El contacto continuado y rutinario con ellos sirve también para detectar cualquier anomalía y, consecuentemente acudir en su ayuda.

Ana García

César Bugallo, psicólogo: «La pregunta es: ¿por qué pasea solo alguien con alzhéimer?»

César Bugallo pertenece a la junta directiva de la Sociedade Galega de Xerontoloxía, es profesor de la Universidade de Santiago y experto en recursos para un envejecimiento saludable.

—Da la impresión de que cada vez se pierden más personas mayores.

—Primero habría que preguntarse por qué se desorientan. Puede ser por una medicación o que tengan un síndrome confusional que suponga una desorientación transitoria. Y también puede ser que sea el síntoma de una enfermedad como el alzhéimer. Si tenemos la sensación que cada vez el fenómeno se repite más es porque la población envejece y tenemos más mayores. También hay causas estacionales. En verano, los mayores suelen estar más acompañados y hay más gente por la calle. Si alguien se desorienta es más fácil que reciba ayuda. En invierno hay menos gente y se hace antes de noche.

—Y cada vez hay más mayores que viven solos.

—Sí. Y antes no era así, la gente mayor vivía con la familia. Lo que a mí me choca es cuando se dice que la persona que se ha perdido y están buscando padecía alzhéimer. La pregunta es: ¿por qué pasea solo alguien con alzhéimer?

—¿Tienen que estar siempre acompañados?

—Hay medidas para evitar esos problemas, dispositivos GPS, que son bien aceptados por los mayores, porque pueden estar en un reloj o un cinturón. Y, si se pierde, se le puede rastrear.

—¿Cuanto cuesta un aparato de ese tipo?

—No son muy caros. Por ciento y pico euros se pueden conseguir. Con esos aparatos no vamos a evitar que se desorienten, pero los encontraremos con mayor facilidad.

—Igual es algo que ya debería distribuir la propia Administración, teniendo en cuenta las dimensiones del problema.

—Desde luego, sería una buena medida. No se puede obligar a nadie que lo use, pero si los cuidadores y la persona están de acuerdo, no tiene sentido que vaya solo por ahí.

—¿Cuándo tiene que decidir una familia que una persona ya no puede salir sola?

—Cuando una persona tiene demencia, tiene que estar supervisada. Y no hablo de un deterioro cognitivo leve, sino de cuando se necesita ayuda para realizar determinadas actividades. En ese momento, esa persona debería ir acompañada porque puede desorientarse con facilidad.

—¿Se desorientan más los hombres que las mujeres o viceversa?

—No, no hay ninguna diferencia de género. Pasa más con las mujeres, porque hay más mujeres mayores.

—Es un fenómeno que se da más en el medio rural.

—Porque en la ciudad, cuando alguien se desorienta, encuentra quien le ayude. En el campo, una persona se mete por una pista rural y no hay nadie que pueda auxiliarle.

—¿Le parece que estamos suficientemente concienciados frente a este problema

—Es un fenómeno cada vez más prevalente. Aún falta bastante concienciación. La gente dice: «Es mayor, es normal que pierda algo». Pero no es así. Si pierde es porque hay una enfermedad de base. Y por tanto hay que diagnosticarlo y, a continuación, tomar medidas. No podemos normalizar lo que no es normal.