Vox, irrelevante en Galicia: sin presencia ni caras y ya sin el candidato que lanzó frente a Feijoo

GALICIA

No existe internamente como marca autonómica y no ha sabido sacar rédito alguno a los 116.000 votos que obtuvo en el 2019. «Me han tratado como basura», dice su última figura conocida en Galicia. «Lealtad es decirle a tu jefe lo que está haciendo mal y lealtad de tu jefe es que no te castigue por ello», reprocha a Santiago Abascal
19 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Vox irrumpió en Galicia en las elecciones generales de noviembre del 2019 con 116.381 votos, quedándose a solo cuatro mil menos que los que obtuvo el BNG. Pero además de no llegarle para lograr diputado alguno en el Congreso por alguna provincia gallega, tampoco le sirvieron ni como palanca para las autonómicas del año siguiente (26.700 papeletas), ni para conformar una estructura mínimamente estable en la comunidad para enraizarse y dar a conocer a sus dirigentes locales. Locales, o provinciales en el mejor de los casos, porque Vox Galicia como tal, no existe ni en la propia nomenclatura interna del partido de Santiago Abascal. Hay Vox de A Coruña, de Lugo, de Ourense o de Pontevedra. Pero el gran público, y hasta un seguidor aventajado de la realidad política gallega, desconocerá las caras y los nombres de quienes se encargan del partido en cada demarcación.
Y si alguien recuerda al candidato al Parlamento gallego y número 1 de la lista coruñesa en las elecciones autonómicas de hace tan solo dos años, desde ayer debe de dejar de relacionar a Ricardo Morado con Vox. El ferrolano aupado por sorpresa y a última hora por la cúpula de la formación para las últimas elecciones gallegas, y que fue designado contrincante de Alberto Núñez Feijoo para el debate a siete televisado como plato fuerte de la campaña, ha abandonado la militancia en la formación acusando a su dirección de impedir el debate interno, falta de apoyo a la estructura gallega, e incluso un abandono de los principios que impulsaron la creación del partido de tres letras.
Morado se despacha en sus redes sociales con un mensaje de más de once minutos en los que habla de «autocomplacencia egocéntrica» de sus cargos provinciales, de «inactividad permanente» del partido en Galicia, o de que «un diputado nacional vino a amedrentar a un militante de base (en referencia a sí mismo) por tratar de ser demasiado reconocido». «Nadie hace nada en una región» que dice necesita de una alternativa frente al bipartidismo y el nacionalismo. «Me han tratado como basura orgánica», concluye tras identificarse únicamente como militante de base, pese a haber sido el candidato a las autonómicas gallegas más publicitado por Vox. «Lealtad es decirle a tu jefe lo que está haciendo mal y lealtad de tu jefe es que no te castigue por ello, y todo lo demás es sumisión y ese no soy yo», dice afeando la actuación de Santiago Abascal.
Sus palabras tuvieron el apoyo de Macarena Olona, exdiputada de Vox en el Congreso y el principal rostro opositor a Abascal en ese espectro ideológico, tras dar un paso atrás después de las elecciones andaluzas. «Levantarte, luchar, encajar golpe. Pero arriba de nuevo. Fuerza y honor, Ricardo», señalaba en redes sociales Olona. Y todo ello, cuando en el partido aún hay ruido por el cese del secretario general, Javier Ortega Smith.
Desde la dirección del partido, su responsable de comunicación, Juan Pflüger, subrayaba ayer que precisamente Ricardo Morado no era más que un afiliado de base, que nunca fue número 1 del partido en la comunidad y que «Vox no tiene estructura autonómica» en Galicia.
Fuentes de la formación añaden que el que fuera candidato en las elecciones gallegas estaba sometido a un «expediente de expulsión» desde hace meses, por el enfrentamiento que señalan viene protagonizando frente a la cúpula de Vox en A Coruña, encabezada por el abogado Miguel Ángel Fernández, al que el mismo Morado había sustituido por sorpresa como líder de la candidatura a las autonómicas.
Su nombre forma parte ya de la docena de los que ha tirado Vox en los distintos procesos electorales en Galicia, como la misma tía de Abascal, Begoña Conde; el general Antonio Budiño, o el hijo del que fuera presidente de la patronal gallega Antonio Ramilo. Ninguno se ha ni asentado ni consolidado, mientras Vox se ve inmerso en una disputa interna que semeja seguir el guion de las que también en Galicia ha vivido Ciudadanos, con un continuo baile de nombres y estrategias, aunque en el caso del partido de Abascal no le ha servido nunca para lograr aquí representación institucional, ni local, autonómica ni en las Cortes, algo que le ocurre solo también en Navarra.

Santiago Abascal: «Yo nunca me he declarado fascista porque no lo soy»
Segunda incursión preelectoral en Galicia del presidente de Vox, Santiago Abascal (Bilbao, 1976) y hasta las elecciones habrá más. «Me implicaré mucho personalmente», dice mientras admite tener más afinidad con Casado que con Feijoo, temer el discurso de Pablo Iglesias o renegar del estado de las autonomías.
—Cada vez más perfiles económicos, sociales e institucionales reclaman que se serene la vida política. ¿Reconoce ser uno de los incitadores de la crispación?
—No. La crispación parte del Gobierno. Es una estrategia de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que ha llamado ‘inmundicia’ a Vox y que nos harán desaparecer de la vida política. Vox está fuera del consenso progre que ha aceptado el PP; nos hemos opuesto a las leyes ideológicas de la izquierda, y hemos venido a decir cosas que una parte de la población piensa pero que la clase política no defendía. El recurso de los que están en el Gobierno es decir que Vox crispa, pero aquí la crispación es la disidencia.