Enriqueta, médico de familia que sufrió dos agresiones: «Me dijo que ya había estado en la cárcel y que no tenía problema en volver»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO

GALICIA

MONICA IRAGO

Cada semana se notifican nueve incidentes en el Sergas; durante el año de la pandemia fueron más los ataques físicos que los verbales

03 oct 2022 . Actualizado a las 17:33 h.

En el 2021 el Servizo Galego de Saúde registró 471 agresiones externas a sus trabajadores. Son las denunciadas y suponen más de nueve incidentes a la semana. La mayoría son de carácter verbal (331), mientras que las otras 140 fueron físicas. Desde la Consellería de Sanidade aseguran que el cien por cien de los episodios fueron leves y contextualizan estas cifras en un entorno en el que se producen al año 34,4 millones de actos asistenciales: consultas presenciales, extracciones, pruebas diagnósticas o intervenciones quirúrgicas.

Esta cifra supuso un aumento respecto al año de la pandemia, el 2020, pasando de 455 a 471. Pero lo curioso de las estadísticas facilitadas por la Xunta es que aunque habitualmente los ataques verbales son mayoritarios, en el 2020 fueron mayoría los físicos (287 frente a 168 verbales). En este análisis hay que tener en cuenta que muchos de estos incidentes son protagonizados por personas que llegaron a los centros sanitarios en un estado de alteración por drogas o alcohol o bien por pacientes psiquiátricos. No obstante, la realidad refleja que muchos sanitarios acusan el hartazgo de los pacientes y la pandemia ha agravado esta agresividad, al menos la verbal. En la mayoría de los casos, sobre todo al no haber ataques físicos, los trabajadores no llegan a denunciar, pero admiten que la crispación y el enfado con el sistema hace que los usuarios «lo descarguen con el primero que se encuentran, y la enfermería está a pie de cama», explica una de estas profesionales.

El pasado mes de mayo el sindicato de enfermería Satse realizó una macroencuesta en toda España con datos de todas las comunidades que refleja que el 79 % de los enfermeros gallegos sufrieron algún tipo de agresión física o verbal a lo largo de su vida laboral. El mayor porcentaje se registra en atención hospitalaria y, del personal agredido, más del 80 % recibió ataques en más de una ocasión. Lo más habitual son las amenazas y los insultos, pero también se registran vejaciones y ataques físicos (un 22,5 % de los encuestados).

Esta macroencuesta insiste en que el ambiente laboral en los centros sanitarios y sociosanitarios ha empeorado en los últimos dos últimos años a raíz de la pandemia, así como la relación con pacientes y familiares. Y es que muchas veces, insisten los sanitarios, son estos últimos los que realizan la agresión y no tanto los enfermos, en una situación de mayor indefensión.

No son habituales, pero las agresiones verbales o físicas suponen un punto de inflexión para los sanitarios del Sergas por la carga de estrés y angustia que generan. Ana, Carlos (nombre ficticio) y Enriqueta, enfermera la primera y médicos los segundos, cuentan los incidentes que han tenido que vivir y cómo ha afectado a su trabajo.

Ana, enfermera del CHUO

«Evité la patada cerrando la puerta». Fue el 17 de mayo del 2020. Ana, enfermera en el CHUO, no se olvida porque era el Día das Letras Galegas. Era el momento de los desayunos, en una de las plantas del CHUO, y oyó gritos. Era una paciente joven y se acercó a la habitación, «estaba insultando a mi compañera, me aproximó y se puso hecha una furia contra las dos, casi me da una patada pero la evité cerrando la puerta corriendo, a mi compañera la insultó, tiró el tensiómetro de una patada y le dio en la pierna. Fueron más insultos que agresión física, pero agresión hubo». El desencadenante fue que no se le podía retirar el aislamiento (no era por covid), y la joven estaba en contra. La situación fue angustiosa, «no solo para nosotras sino para el resto de pacientes que con los gritos estaban asustados, y después llegó todo el proceso de denunciar, abogados, asesoría jurídica... Te genera tensión hasta que por fin se resuelve la situación», cuenta.

Hubo juicio «pero llegamos a un acuerdo porque no tengo ningún interés en que esta chica vaya a la cárcel, simplemente que se lo piense la próxima vez y no vuelva a hacerlo». En general, dice, desde la pandemia se respira más agresividad, «desde luego la verbal aumentó muchísimo, la gente está muy crispada». No ha ayudado la sobrecarga asistencia. En su caso particular la falta de recursos no influyó, pero en general sí lo nota, «cuando un paciente lleva doce horas en urgencias esperando un ingreso la familia se desespera y sube a la planta a preguntar, imagínate que no tienes cita en el médico de familia hasta dentro de unos días, vienes a urgencias y estas están saturadas, es la pescadilla que se muerde la cola».

Enriqueta, médico de familia en Santiago

«Dijo que igual era el último café que tomaba en mi vida». Enriqueta, médico de familia, sufrió dos agresiones verbales, ambas antes de la pandemia. En la primera una paciente exigía una información «que ni podía ni debía darle, así que comenzó a amenazar con ir a mi casa, decía que sabía dónde era y que haría lo que le diese la gana». En aquel momento, además, sus hijos aún eran pequeños. La otra agresión se produjo cuando un paciente le pidió una medicación que el propio enfermo ya había retirado dos días antes, «quería que le forzase a mayores más medicación, no podía hacerlo así que textualmente me dijo que ya había estado en la cárcel y que no tenía problema en volver. Que a lo mejor era el último café que me tomaba en la vida».

Enriqueta, jefa de servicio en un centro de salud de Santiago, siguió el protocolo en ambos casos e hizo las correspondientes denuncias, «aunque tengo que reconocer que el colegio médico fue el único que me atendió, fueron quienes me apoyaron». En el caso de la última agresión hubo juicio y se iba a imponer una sanción económica «pero se trataba de una persona con pocos recursos e hijos a su cargo, así que preferí perdonarlo». Se trata de situaciones que generan enorme desazón «y te comes solita» pero asegura que en su caso no le han influido en su labor asistencial. Desde la pandemia la gente está más irritable en general, pero Enriqueta lamenta que a eso contribuyan los comentarios sobre que no hay citas en los centros de salud o no se cogen los teléfonos, «algo que no es verdad y que nos pasa factura en la consulta», concluye.

Carlos, médico residente

«Fue un puñetazo y me dejó perturbado durante toda la guardia». Carlos (nombre ficticio) es residente de medicina de familia y ya ha sufrido dos agresiones, una en una guardia en el hospital y otra en un centro de salud. La primera fue hace siete meses, con un paciente psiquiátrico que le dio un puñetazo «no requirió atención médica pero me dejó perturbado para el resto de la guardia. La presión ya es habitual en los servicios de urgencias y estos incidentes, lamenta, «suponen una capa más de estrés a lo que estamos viviendo». Hace unas tres semanas vivió otro episodio cuando una paciente con adiciones llegó sin cita al centro de salud exigiendo que la derivasen a urgencias del hospital, «le explicamos que no procedía y se puso muy agresiva, comenzó a golpear el mobiliario, amenazó con darnos un puñetazo a un compañero y a mí, hasta que su acompañante le instó a salir de la consulta».

A Carlos estas dos agresiones le han pasado factura, «es una situación que supone un desborde emocional para el profesional, y siento que empiezo a implicarme emocionalmente menos con los pacientes». Es más, pese a que todavía está haciendo la residencia ya se plantea alternativas a la medicina de familia, «empiezo a entender por qué la gente opta por no hacer primaria».