Galicia acoge el talento que huye de Afganistán

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

VÍTOR MEJUTO

Estudiantes, abogados y profesores evacuados en el último año se reúnen en Sobrado en el aniversario de la toma de Kabul por los talibanes

19 nov 2022 . Actualizado a las 18:45 h.

Cuando un gallego comparte mesa y mantel nunca acaba de dar el paso para coger la última pieza que queda en el plato. Aquí ya se sabe que es la vergüenza del gallego. En Afganistán dicen que es «la vergüenza de la fuente». Quizá por eso Fayed no se atrevía ayer con la última zamburiña de la bandeja que en un restaurante de Sobrado dos Monxes compartía con Nilofar, Zohra, Patkin, Khalida, Rahila, Ali, Zarghuna, Meena y Lina. Todos, como él, huyeron de su país tras la toma de Kabul por los talibanes hacía ayer justo un año, el 15 de agosto del 2021.

En esa mesa se sentaban también Joaquín, Lola y Luz, los profesores de español que les llevan apoyando desde que solicitaron ser evacuados a España desde las embajadas de Islamabad, en Pakistán, y Teherán, en Irán. Fue un largo recorrido el que tuvieron que hacer para llegar a Galicia, un trayecto que miden en distancia, tiempo y temores. Pero ellos, sus maestros, estuvieron —y continúan estando— ahí porque necesitan el español para integrase. Son voluntarios que trabajan con Yaran, una asociación que tomó prestada para su nombre esa palabra persa que alude a la cooperación entre amigos. Se encarga, con la ayuda de organizaciones internacionales y benefactores privados, de sacar del país a personas que no pueden seguir con su vida bajo el poder de los talibanes. La mesa la completaban María y Patricia, una madre e hija de Vigo que acogieron en su casa a Nelofar y Khalida.

Desde Yaran tratan de agilizar unos procesos ralentizados por la burocracia y buscan traer a Galicia el talento que tuvo que huir de Afganistán. Como dice uno de sus miembros, «lo que no podemos dejar es que la gente que llega con formación le acaben dando un curso para ser camarero cuando, por ejemplo, hay personas que quieren matricularse en la universidad para continuar sus estudios o hacer un máster. Esa gente cubriría el vacío de alumnos que pone en peligro muchos de los grados que ofertan las universidades». Sería una ayuda mutua y, como añade, una carta de un decano reclamando un alumno puede ser tan valiosa para agilizar las salidas como el propio pasaporte: «Son talento que puede quedarse a vivir en pueblos donde los problemas de despoblación son una evidencia desde hace años».

Ayer precisamente se reunieron en Sobrado dos Monxes porque los monjes les están echando una mano y porque allí vive Ángeles Sánchez, una vecina de este concello de A Coruña que no dudó ni un momento en ofrecer su ayuda para llevar a cabo un proyecto que pretende dar una nueva vida en el rural a personas a las que en su país se les han cerrado todas las puertas. Pero también porque justo se cumplía un año desde que Zohra, abogada de Kapisa que vivía con su marido Patkin en Kabul, tuvo que hacer las maletas para esconderse en una habitación de casa de unos primos después de que los talibanes entraran en la ciudad.  «Esta mañana mismo [por ayer] me escribió una jueza amiga. Era una de las mejores de Kabul, los talibanes le quitaron la casa y ahora está viviendo como una sin techo», recuerda Zohra. Ella y su marido estuvieron un mes en aquella habitación antes de ser evacuados a Islamabad, donde permanecieron otros seis meses antes de poder venir a Galicia. Ahora viven en Sobrado. Y les gusta.

«Estamos a salvo aquí, pero mi cabeza continúa en Afganistán porque allí todavía está mi padre»

Igual que a Fayed le han gustado el pulpo y las zamburiñas que ayer probó por primera vez. «Mi madre me dijo que no las comiera. Voy a mandarle una foto», dice mientras las mira sorprendido y pregunta: «¿De verdad que las coméis así, cogiendo la concha y metiéndola en la boca?».

Fayed es de Herat. Es rubio. Nadie diría que ha llegado de Afganistán. Parece alemán. Gracias a una carta de invitación del decano de la Facultad de Ciencias del campus de Ourense comenzará un máster en ingeniería agroalimentaria el curso que viene. Ya vive en la ciudad, comparte piso con tres ourensanos y ha comenzado a cooperar en el laboratorio de la facultad. Atrás ha dejado ese largo camino que le llevó desde su casa en Herat a Teherán, en Irán, donde estuvo tres meses, antes de llegar a Madrid, donde vivió otros noventa días en un centro de refugiados.

Largo fue el camino que también recorrieron Zarghuna y sus hijas Meena y Lina. Hace justo un año veían que su mundo se derrumbaba. Zarghuna fue profesora durante cuarenta años. Ahora está retirada, pero no cobraría nada porque, como explica Meena, «los talibanes prohibieron las prestaciones por jubilación». Su padre todvía está en Afganistán porque, como dice Minna, «no pudo conseguir los papeles para salir». Es militar y colaboró con los americanos y los alemanes. Está escondido. «Estamos a salvo aquí, pero mi cabeza continúa en Afganistán porque allí todavía está mi padre», cuenta. Su historia, como la del resto de los que compartieron ayer mesa en Sobrado, es muy larga. No cabe en tan pocas líneas. Solo tienen que ponerse en su piel.

La primera vez que ven el mar

Cuando Khalida llegó a Vigo en julio, María y Patricia la llevaron a contemplar el mar. Viene de un país que no tiene salida al mar. Nunca lo había visto. Incluso se mojó los pies. Bañarse, todavía, le da cierto pudor. Observar el mar o escuchar cómo rugen las olas son solo algunas de esas cosas que algunos de estos afganos están descubriendo en Galicia. Por ejemplo, Nelofar se maravilló con el altar de la iglesia del monasterio de Sobrado. Preguntó quiénes eran los santos que rodeaban la imagen de Jesús, se maravilló con el claustro...

Aunque ayer era fiesta para los monjes, estos jóvenes pudieron entrar al templo. Hasta se hicieron una foto con el monje encargado de sellar las compostelas a los peregrinos que avanzan hacia Santiago. Es Lorenzo, aunque en realidad no se llama Lorenzo, sino Lawrence Curran; es un inglés que viajó unos 1.100 kilómetros para acabar viviendo en Sobrado. Ellos, el grupo afganos, ha recorrido 7.454.