La destrucción provocada por el fuego la Serra do Courel y en O Invernadeiro es de tal magnitud que está por ver cómo se podrán recuperar medioambientalmente ambos espacios
24 jul 2022 . Actualizado a las 22:28 h.Los incendios de la Serra do Courel suponen una catástrofe ecológica sin precedentes en un territorio de montaña en el que crecen entre 800 y 1.000 especies vegetales distintas, el 40% de todas las que hay en Galicia. No tiene precedentes porque nunca ha habido allí un incendio de estas dimensiones. El análisis de las consecuencias está todavía por realizar, pero ahora que empieza a disiparse el humo sí se puede hacer inventario de lo que ha ardido y de lo que sigue en su sitio. Según los datos oficiales, en la Serra do Courel ardieron 11.110 hectáreas. Las imágenes del satélite Copernicus revelan que alrededor de dos tercios de esa superficie quemada lo fue dentro del Xeoparque Montañas do Courel, el único espacio natural gallego reconocido como geoparque por la Unesco. Casi una cuarta parte de su extensión habría sido devorada por las llamas. La mayor parte del terreno afectado forma parte además de la Red Natura 2000.
Los incendios que empezaron el pasado día 15 en estas montañas y sus alrededores dejaron prácticamente arrasado lo que en la zona se conoce como Courel Baixo. Se trata de la mitad sur del municipio de Folgoso do Courel, una zona en la que abundan los soutos de castaños que se suelen situar alrededor de las aldeas y en las zonas a más altitud, vegetación de bajo porte. Muchos castaños han ardido, pero la mayor parte resistieron a las llamas. Aguantaron mucho mejor que el monte bajo y también que los pinos. Porque lo que sobre todo hay en esa parte de O Courel son pinos de repoblación. Plantados para vender su madera por los vecinos que gestionan los montes en mano común, la mayor parte de estos pinos que crecían en el sur del municipio de Folgoso han quedado carbonizados. Los que se hayan quemado más superficialmente todavía se podrán vender, aunque más baratos que si estuviesen sanos.
Las devesas, salvadas
Pero las formaciones arbóreas más características de la Serra do Courel son las devesas, reductos de biodiversidad muy poco comunes en Galicia y en todo el noroeste peninsular, donde en los bosques autóctonos suele predominar una o, como mucho, dos especies. Si este es probablemente el territorio de Galicia con biodiversidad vegetal lo es gracias a las devesas. En general, han quedado a salvo del fuego. Las mayores y más conocidas están en la mitad norte de la sierra, en el Courel Alto. Hasta allí solo se acercaron los incendios en los últimos días y apenas consiguieron penetrar. La Devesa da Rogueira, uno de los símbolos de estas montañas y también uno de sus parajes más visitados, se mantiene intacta. También las de A Escrita, O Cervo, As Valiñas o Romeor. Las llamas tampoco llegaron al Val das Mouras, un pequeño souto entre Mercurín y A Ferrería Vella que tiene de peculiar que está plantado en un terreno lleno de oquedades de suelo kárstico.
Javier Guitián, catedrático de biología vegetal de la USC y experto en la flora de O Courel, celebra que se hayan salvado las devesas, pero advierte que eso no debe servir para camuflar la magnitud del desastre. «Que pase algo como lo que ha pasado en una zona como esta, que es de lo más valioso que tenemos en Galicia, es una barbaridad», advierte.
Tan característicos de O Courel como estos bosques son los paisajes de ribera del río Lor y las decenas de cascadas que caen por todas partes. A la de Vieiros, que está en el municipio de Quiroga y es otro símbolo como A Rogueira, tampoco llegó el fuego, pero no todas tuvieron tanta suerte. El biólogo y guía de montaña Guillermo Díaz Aira conoce bien Vieiros y también las cascadas que han convertido esta zona en un imán para los aficionados al barranquismo. Cree que muchos de estos parajes han quedado más tocados de lo que puede parecer. «Moitos barrancos non arderon, pero si se queimou todo o que teñen por riba, e iso fainos vulnerables ás escorrentías». Díaz piensa que cuando el medio está tan alterado hay que poner cuidado en no dificultar la recuperación. «Agora a devesiñas como a que quedou no Carballal [una de las zonas más afectadas por el fuego] hai que protexelas e non irse meter nelas, porque a repoboación natural ten que comezar por eses núcleos de flora e fauna que sobreviviron».
La pérdida de O Invernadeiro
El gran incendio que desde el pasado 15 de julio afecta al municipio ourensano de Vilariño de Conso y que ya ha consumido 5.500 hectáreas está teniendo efectos devastadores en uno de los grandes pulmones de Galicia. El parque natural de O Invernadeiro, que desde 1984 gestiona la Xunta, es un refugio para la naturaleza y la biodiversidad que ocupa 6.000 hectáreas de extensión (la mitad de ellas habrían ardido, según las imágenes del satélite) y que ahora corre un serio peligro por culpa de las llamas. «La pérdida ambiental es irreparable seguramente», admitía este viernes la alcaldesa de Vilariño, Melisa Macía (PP). De momento no dispone de datos relativos a la extensión del recinto natural que se ha visto afectada por el incendio, que también se localiza más allá del parque, ya que las brigadas de extinción todavía están en la zona tratando de parar los últimos frentes activos.
Se teme, eso sí, que haya podido ocurrir lo peor con las distintas especies que habitaban el recinto. «No sabemos qué ha pasado con la fauna que vivía en el parque», advierte sobre un refugio natural que ya había logrado recuperarse de voraces incendios vividos en épocas pasadas.
El peor de todos fue el que tuvo lugar en el año 1979, cuando los terrenos aún pertenecían a Papelera Española. Los cálculos de la época señalaban que el desastre ambiental había afectado a dos tercios de la zona —unas cuatro mil hectáreas— pero el cambio de gestión hacia el Gobierno gallego supuso en los años posteriores el impulso a la recuperación del terreno, en el que en las últimas décadas habitaban especies como lobos, jabalíes, armiños, martas, ciervos, corzos o cabras. Un paraíso natural desplegado entre montañas y rocas en el que apenas había rastro humano y en el que, a través de varias rutas, los visitantes, previa reserva, podían pasear junto a acebos, serbales o tejos sobrevolados por águilas o halcones. En el año 2019 los guardas del parque tuvieron constancia de la presencia de osos, o al menos de uno, en el recinto.
Flora y fauna aislada
La abrupta orografía de la zona y su condición de espacio protegido habían facilitado en las últimas décadas su aislamiento y enriquecimiento como referente para la flora y la fauna, pero esas fortalezas se están convirtiendo ahora en un obstáculo, ya que hay muchos puntos del parque natural a los que solo se puede acceder por aire o a través de senderos que se transitan únicamente a pie. Así lo explicaba la alcaldesa del municipio. «Hay zonas que resultan inaccesibles para la extinción y el problema se presenta sobre todo por las tardes, cuando el aire empieza a soplar con fuerza y las llamas cogen tal envergadura que es casi imposible apagarlas», relata Melisa Macía.
En los últimos días han circulado por las redes sociales grabaciones en las que se observa a corzos desorientados tratando de escapar del fuego y quienes han estado en el parque natural luchando contra las llamas aseguran que han visto muchos ejemplares de otras especies intentando huir de la zona de peligro. Por donde han pasado las llamas, cuentan, no ha quedado ni rastro de vida.