El rastro de gallegos es invisible en los alijos de cocaína que llegan al puerto de Algeciras

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

GALICIA

Escáner fijo. Su arco analiza la carga de cada contenedor sospechoso, ya sea por la ruta de origen o por las dudas que generan las empresas que lo envían o lo reciben. En el 2022 se han descubierto 5.000 kilos
Escáner fijo. Su arco analiza la carga de cada contenedor sospechoso, ya sea por la ruta de origen o por las dudas que generan las empresas que lo envían o lo reciben. En el 2022 se han descubierto 5.000 kilos Doniz

No constan en causas judiciales, pero se intuye su presencia en los preparativos necesarios; analizar previamente las rutas y empresas que envían o reciben los contenedores supone el día a día del trabajo policial, aunque nada como la inteligencia policial

12 ene 2024 . Actualizado a las 11:36 h.

Un operario de grúa por dejar su asiento para fumar un cigarro puede embolsarse mucho dinero. Más del que ganarán él y su familia en un año. Bastan esos 10 minutos de parón y nicotina para que alguien, igualmente compinchado y sobre el asfalto del puerto de Algeciras, abra el contenedor previamente indicado y retire la carga blanca que, oculta, procede de Sudamérica o Centroamérica. Nadie ha visto nada, ni lo verá nunca. 428 hectáreas de extensión y 7.000 contenedores entrando y saliendo al día suponen una extensión y una actividad imposibles de fiscalizar. A mayores, estibadores, amarradores, administrativos, personal de las diferentes terminales, de mantenimiento, sindical, consignatarios, agentes portuarios, empresas privadas y transportistas entrando y saliendo las 24 horas del día.

Un universo en sí mismo de sospechas, recelos y corrupción que supone la principal puerta de entrada de cocaína en España y la tercera de Europa, tras los puertos de Amberes y Róterdam. A mayores, la costa de Algeciras, donde esta semana se desmanteló una trama dedicada a fabricar mininarcosubmarinos para introducir más coca. «Basta que un agente, estando en la garita del puerto, se dé la vuelta en el momento pactado para que pase la mercancía, o revisar un camión hasta la mitad o solo por un lado, o pasear por la zona A a la hora X en lugar de por la zona B. Basta eso para que salga un contenedor cargado sin que nadie se percate», explica el comandante jefe de los Equipos contra el Crimen Organizado de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.

El puerto algecireño, igual que su costa, ocupa una posición relevante en el tablero globalizado del narcotráfico mundial. Holandeses, italianos, europeos del este o sudamericanos depositan ahí sus intereses. También españoles, pero ni la mitad que extranjeros. Ya la presencia de gallegos resulta invisible. Basta un dato, aportado por la delegada de la Fiscalía Antidroga en Algeciras, Macarena Arroyo, para evidenciarlo: «No tengo a ningún gallego, ahora mismo, personado en procedimientos judiciales». La hemeroteca evidencia igualmente que tampoco se dejan ver. Hay que remontarse al 2016: se bautizó operación Bodeguilla e implicó la incautación de 497 kilos.

«Hay gallegos que pueden hacer contactos, presentar a gente, y solo por eso cobrar dinero. Pero no podemos hablar de patrones concretos. Los gallegos son hombres fuertes, sería normal que hicieran de intermediarios presentando a gente. Incluso puede haber inversiones y otras gestiones. La experiencia nos dice que el gallego es muy fino y tiene sus métodos, solo hay que ver lo difícil que es cogerlos con las manos en la masa», añade el mismo comandante jefe de la Guardia Civil, antes de revelar: «Con semejante volumen de contenedores, la estrategia no puede basarse en la inspección genérica. Es necesaria como medida de presión, cierto, pero la inteligencia sí es fundamental». 

Unidad de riesgos

La imposibilidad de fiscalizar cada contenedor sospechoso, para no colapsar la actividad portuaria, implica un trabajo de despacho previo. Se analiza el origen y el destino de cada uno que llega a puerto en una ruta de las consideradas calientes. Cualquier país de Sudamérica lo es: «Comprobar que un pequeño negocio en un pueblo perdido del interior de Jaén importa un contenedor de plátanos, evidentemente, nos hace sospechar. Lo siguiente es abrirlo o hacerle un seguimiento. Sabemos que entra mucho que no detectamos, pero desde enero, solo en el puerto, decomisamos 5.000 kilos», explica el responsable de Vigilancia Aduanera en el Campo de Gibraltar, Lisardo Capote, que añade: «Aquí los puertos de origen sospechosos se multiplican. Pueden ser de Sudamérica, desde Ecuador recalando en Colombia y Panamá. O de la costa brasileña, que implica contratar el alijo en una zona de producción, Bolivia, Ecuador o Colombia, para hacer un transporte previo por carretera hasta el puerto».

A mayores, el escáner fijo, siempre en el mismo hangar, con forma de arco que escudriña cada mercancía sospechosa y gestionan Aduanas y la Guardia Civil. En la misma nave, Manuel Álvarez conduce una furgoneta blanca sin rotular desde hace cuatro años. Siempre en el puerto de Algeciras y siempre deambulando sin rumbo aparente entre contenedores y vehículos. Es funcionario de Vigilancia Aduanera y dentro del vehículo, centrado en la parte trasera, esconde la joya de la corona: un escáner bautizado Medusa: «Jugamos con los filtros que incorpora para analizar contrastes y densidades, hay ciertas sustancias que reconocemos al vuelo. Pero la realidad, hay que admitirla, es que entra mucho más de lo que se intercepta».