Serafín González, edafólogo, investigador del CSIC: «Sin un verano más lluvioso de lo normal tendremos problemas serios»

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN

GALICIA

Sandra Alonso

El experto advierte del círculo vicioso que alimentan sequía e incendios

12 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los embalses gallegos se encuentran al 54,6 %. El año pasado, por estas fechas, estaban al 69,3 %. La media de los últimos diez años dice que deberían rondar el 80 %. Y aún no ha comenzado el verano. El panorama es inquietante. Serafín González, investigador del CSIC y presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural cree que vamos a un verano con restricciones e incendios que a su vez alimentarán el círculo vicioso climático que amenaza Galicia tal y como la conocemos hoy.

—El dato de los embalses es preocupante.

—Sí, pero no solo el de los embalses, sino también el caudal que están llevando los ríos. Esto nos lleva a dos cuestiones: la mayoría de los embalses son de producción hidroeléctrica y ahí puede haber una repercusión en la producción. Los otros embalses son de suministro y que, justo antes del verano, cuando más aumenta el consumo de agua por la llegada de turistas, estemos así, nos lleva a otro problema. De hecho Augas de Galicia están llamando ya a la ciudadanía a que haga un consumo más moderado, precisamente para evitar tener que llegar a las restricciones. Y además, la sequía puede traer unos efectos ambientales muy preocupantes.

—¿Qué quiere decir?

—Esta sequedad nos puede llevar a un riesgo de incendio elevadísimo en cuanto suban un poco más las temperaturas. Ya tenemos un problema recurrente con los incendios. Si se suma la sequía, es peor. Y luego está el efecto en el crecimiento de las especies vegetales, que afectará a la agricultura con una producción menor y otras plantas que están en el catálogo de especies amenazadas resultarán afectadas.

—Es que Galicia requiere un cierto grado de humedad para ser Galicia.

—Sí, porque, además, los suelos de Galicia, muchos de ellos arenosos, y la propia orografía facilitan el drenaje y agravan el problema cuando hay esta falta de precipitaciones.

—Cuando llueve en primavera se dice que hay más combustible en el monte y que eso favorece los incendios.

—Yo me resisto a llamarle combustible a la biomasa vegetal. El problema que tenemos en Galicia con los incendios es que hay gente que le pega fuego al monte. Si hay más vegetación seca, eso favorece la propagación, pero si no hubiera alguien que le pegara fuego, no tendríamos el problema.

—¿Están relacionados los episodios extremos de incendios con estos cambios en el clima?

—Muchísimo. Se puede cuantificar, incluso. Lo que hace Galicia con los incendios es pegarse un tiro en el pie de cara al cambio climático y al aumento de la sequedad. Cuando un monte se quema, también se quema el suelo y es como si quemáramos la esponja que luego nos dará de beber. El monte, cuando llueve, retiene buena parte del agua, evita inundaciones y luego la va liberando poco a poco. El fuego provoca que ese monte elimine hasta la mitad de su capacidad para retener agua. Los incendios forestales agravan los episodios de cambio climático y sequía, que a su vez agrava el riesgo de incendios. Es un círculo vicioso que tenemos que romper.

—Es la canción de todos los años.

—Efectivamente. Y la pregunta es: ¿por qué no se va a la raíz del problema? Y la raíz del problema es sociológica. Se gastan 170 millones en extinción de incendios. Deberían emplearse en prevención. Las zonas que más arden son las que después sufren temperaturas más altas y más sequía.

—Tal como vamos, ¿cree que habrá restricciones?

—Apostaría a que en algunas zonas de Galicia, sí. Como mínimo debería haberlas para el consumo que no sea de abastecimiento humano. La Ley de Aguas establece que lo primero es garantizar el suministro a la población y, justo detrás, garantizar el caudal ecológico en los ríos y después viene todo lo demás: regadíos, usos industriales, llenado de piscinas... Y hay que tener en cuenta que el río Limia lleva por debajo del caudal ecológico casi todo el año. Desde hace casi tres semanas, un 30 % por debajo del caudal ecológico. Y no es un caso único. Donde más problemas habrá será en las zonas más cálidas y secas de Galicia: buena parte de la provincia de Ourense y el sur de Pontevedra y Lugo.

—Pues es un año con muchas expectativas turísticas. Habrá mucha gente y poca agua.

—Es que el aumento de esa demanda de agua provocará tensiones importantes en el suministro. Por tanto hay que ir a una utilización eficiente y a un ahorro por parte de todos, especialmente a los que más consumen.

—Los días de sol son días de mal tiempo.

—Con la situación actual, si somos un poquito sensatos pensaríamos que los días de buen tiempo son los que llueve. Porque si no, la situación se va poner muy complicada para todos. Lo mejor sería que tuviésemos un verano más lluvioso de lo normal. Sin él, tendremos problemas muy serios.

—¿Va a cambiar el paisaje de Galicia en las próximas décadas?

—A eso apuntan las previsiones: incremento de temperaturas en verano y disminución de las precipitaciones. Eso nos traerá problemas desde todos los puntos de vista. Hay que respetar los cauces ecológicos que no están puestos de adorno, sino para mantener su funcionamiento ecológico.

—¿Qué cultivos se verán más perjudicados por la sequía?

—Si la Confederación Hidrográfica y Augas de Galicia hacen lo que deben se deberán establecer restricciones para todo, excepto para el consumo de la población, Y eso incluye los regadíos.

—Mucha gente tiene su propio acceso al agua. No necesitan la traída.

—Pero esos pozos cogen el agua de un acuífero que, de una manera u otra, acaba repercutiendo en el caudal de los ríos. Y si no llueve, el pozo acabará quedando seco.

—Mal verano para las huertas.

—Sí, porque no podrán usar el agua de la traída para regar si esto sigue así.

—¿Hay que irse acostumbrando a esta situación?

—Deberíamos adaptarnos y buscar las medidas de ahorro y utilización eficiente para evitar tener que llegar a las restricciones. Todos debemos de concienciarnos. Solo hay dos alternativas: adaptarnos o lamentar las consecuencias. Tenemos mucho que mejorar con respecto a otras zonas de España con más sensibilidad ante el problema del agua.