Rueda deja de ir a rueda

GALICIA

Pilar Canicoba

Ni la Xunta ni el PP precisan de un mecánico que repare un motor cascado, sino de un continuador que coja los mandos sin mayores sobresaltos pero cantando el My Way de Sinatra

23 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La etimología guarda vestigios de una sabiduría acumulada durante mucho tiempo. Pensemos por ejemplo en la palabra segundón. De designar al hijo que queda postergado en favor del primogénito, el término pasa a señalar al que permanece esquinado sin posibilidades de progresar. Es como si los hablantes se confabularan para dar a entender que la peor posición es la del copiloto, imprescindible para señalizarle la carretera al piloto aunque con pocas posibilidades de suplirlo al volante. Estamos en un preámbulo que nos lleva a la figura de Alfonso Rueda, copiloto inseparable de Feijoo en el rali que principia en el 2009.

Feijoo es catalizador y pararrayos, un democrático rey sol sin una corte de Versalles, pero que irradia carisma en todos los recovecos del partido y la Administración. ¿Iba en su forma de ser? Más bien es fruto de las circunstancias. Había en aquel año hambre de un liderazgo sin dualidades, en el que hubiera vicepresidentes y no copríncipes como en Andorra. He ahí un ciclo recurrente de la política gallega: tras cada coalición frustrante los gallegos se las arreglan para armar en las urnas un liderazgo compacto, primero con Fraga y luego con Feijoo. A Fraga le iba en su carácter la ocupación plena del escenario, mientras que Feijoo, más contenido, ha de resetearse.

Ambos son diferentes en casi todo. También en la idea de la sucesión. Una de las palabras frecuentes en la fragalogía fue la de delfín. Las especulaciones sobre el particular jalonaron la larga presencia de don Manuel, quizá debido a una edad que parecía requerir un sucesor in pectore. Caso distinto es el reinado de Feijoo. Sobre la sucesión se habló poco hasta ahora. La omisión se explica por el síndrome del copiloto. Luis Moya, una vez que deja de ser el Sancho Panza de Carlos Sainz, no se convierte en hidalgo de alta competición. Vicepresidir tampoco se veía aquí como la sala de espera del poder. De existir alguna previsión, era que el tándem Feijoo-Rueda duraría hasta que la muerte política los separase. Entonces caería el telón y al subirlo de nuevo estaría un dirigente virgen ajeno a la pareja de dobles.

De forma que Rueda es un Luis Moya sui generis que coge el volante sobre la marcha, sin parar en boxes. Su destino es diferente al de tantos vices excelentes que se quedan varados en el cargo. La cosa se explica porque, a fin de cuentas, el modelo que pilotó acompañando a Feijoo no ha sido derrotado ni se averió en el último tramo de la etapa decisiva. «¡Trata de arrancarlo!», gritaba angustiado el escudero de Carlos Sainz en aquella corredoira inglesa. Ni la Xunta ni el PP precisan de un mecánico que repare un motor cascado, sino de un continuador que coja los mandos sin mayores sobresaltos pero cantando el My Way de Sinatra. O sea, fiel al legado pero a su manera.

¿No hubo franquistas buenos?

Quiera Dios que la defensa de González-Llanos que izó con valentía Siro marque un antes y un después en la nueva Inquisición. Nueva porque no busca judíos marranos clandestinos, sino franquistas de los que no se puede demostrar pureza de sangre democrática. Inquisición ya que usa métodos idénticos a los de Torquemada, solo que un poco modernizados debido a que la normativa contra incendios no permite hogueras indiscriminadas. En vez del espectáculo de las fallas humanas, ignífugos autos de fe en los que arden las famas de personas honestas inermes en el más allá. Es el caso de González-Llanos. Ferrol nace con la Ilustración y renace con este ingeniero fundador de Astano y de iniciativas que le valieron el agradecimiento de la gente y una estatua inaugurada con un tolerante regidor del BNG en el 99 que ahora se quiso derribar. He ahí la prueba de que el uso vil de la memoria histórica envenenó la convivencia armónica con la historia. En ella hay franquistas buenos, junto a comunistas admirables.

Espejos rotos

El vigués, el compostelano, el ferrolano, el mismo pontés de As Pontes. Habiendo tantos espejos en los que mirarse, el líder del PSdeG se trae uno importado de Cataluña. Qué manía tiene la izquierda de imitar modelos distintos y distantes en vez de inspirarse en lo propio. Salvador Illa, con todos los respetos debidos al ministro que asociamos a mensajes sosegados durante lo más crudo de la pandemia, poco puede predicar aquí, y menos en materia lingüística. El PSC impulsó la exclusión del castellano de las aulas y ahora abandera un apaño que solo busca incumplir la última sentencia que intenta reparar el abuso. No es un ejemplo a imitar. Pide en su visita a Galicia apoyo a su inmersión descafeinada, cuando aquí rige una normalización equilibrada que no excluye ninguna de las hablas oficiales. En todo caso sería el socialismo catalán el que tendría que mirarse en el espejo lingüístico de Galicia porque el suyo está roto hace tiempo. ¿Modelo idiomático gallego o catalán? Ojalá que el capitán del PSdeG no tenga dudas.