Rolando Figueroa, opositor venezolano: «Si me extraditan, me meterán en el corredor de la muerte»

Jorge Casanova
Jorge Casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

ANGEL MANSO

Casado con una coruñesa y padre de dos hijos gallegos, vive con la incertidumbre de ser deportado a su país de origen donde está convencido de que será torturado

24 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Rolando Figueroa (Barquisimeto, Venezuela, 1979) dice vivir con la congoja permanente de ser detenido y extraditado a su país de origen por el simple hecho de pensar diferente. Pese a que su caso parece claro, las autoridades españolas han denegado por el momento su solicitud de asilo político, mientras Venezuela lo reclama por una presunta estafa que Rolando asegura que nada tiene que ver con él. Hablamos en el piso de A Coruña donde vive con su mujer y sus dos hijos, pocas horas después de su última entrevista con el opositor Leopoldo López.

—¿Cuál es su situación actual?

—Estoy para la entrega inmediata a las autoridades venezolanas producto de una denegación de asilo político por parte del Ministerio del Interior.

—¿Cuántas veces ha pedido asilo político?

—Lo pedí en el 2019, cuando fui detenido por primera vez por una solicitud de extradición del régimen del dictador Maduro. Y también en julio del 2021, estando preso en el centro de Teixeiro.

—Ambas han sido denegadas.

—Sí, con la particularidad de que en la segunda alegan que soy un opositor de base pese a que ha sido acreditada mi labor política y mi formación dentro del partido Voluntad Popular liderado por Leopoldo López. Y además esa denegación no concede ninguna protección por el solo hecho de haber estado interno en Teixeiro, lo cual hace que parezca un delincuente, pese a que jamás he sido juzgado y que cuando salí de Venezuela no había ningún tipo de cargo contra mí. Tampoco tengo antecedentes penales ni allí ni aquí. Así que quedo pendiente de la posible detención y entrada en prisión nuevamente.

—¿Le pueden detener en cualquier momento?

—En cualquier momento.

—Usted tiene que presentarse regularmente en comisaría.

—Desde el pasado agosto, que salí de Teixeiro, me he presentado todos los días. Desde diciembre estoy autorizado a ir dos veces al mes.

—¿Por qué le piden la extradición?

—Yo soy abogado, comencé una carrera funcionarial y fui nombrado director general de Justicia y Culto en el Gobierno de Hugo Chávez. Hice la labor que debe hacer cualquier funcionario en un Estado de derecho. Pero si en un cargo como el mío no te doblegas a las exigencias de un régimen dictatorial, te ves forzado por los integrantes del mismo ministerio y de cuerpos policiales. Nos llamaban escuálidos a los que no éramos afectos al partido. Al final fui amenazado por una funcionaria, que era una especie de comisaria política, y me pidieron que dejara el cargo.

—Y lo dejó.

—Sí. Y perdí toda mi carrera funcionarial. Empecé a ejercer la abogacía y me uní a las filas de la Mesa de Unidad Democrática, el partido que unía a toda la oposición, siempre perteneciendo a Voluntad Popular. Durante algunas de las movilizaciones fui amenazado por la misma funcionaria que lo hizo en el ministerio. Sentí que mi familia y yo estábamos en peligro. Nos recomendaron que saliéramos del país porque íbamos a ser detenidos y torturados. El 13 de julio de 2017 salimos de Venezuela.

—A España.

—Hicimos una escala en Estados Unidos para preparar la llegada a A Coruña, de donde es mi mujer.

—¿Usted pensó que venía a un sitio seguro?

—Teníamos esa ilusión. Tener una vida libre, en paz y sin ningún tipo de persecución.

—Pero no fue así.

—No. Queda claro que los tentáculos de la dictadura cruzan el Atlántico. Al cabo de 18 meses de estar aquí llegó la solicitud de extradición contra mí. Aunque cuando yo salí del país no tenía ninguna causa pendiente, habían creado un expediente contra mí por estafa y asociación para delinquir. Y la Interpol me detuvo en el aeropuerto de Madrid. Me pusieron en libertad a las 18 horas.

—Desde entonces vive en la incertidumbre.

—Llevamos cuatro años viviendo esta pesadilla. Pedimos el asilo político y fue denegado. También el recurso.

—Pero lo que usted alega para rechazar esas acusaciones de estafa es fácil de comprobar.

—Pero los jueces de la Audiencia Nacional no van al fondo de la causa, solo comprueban que se cumplen los requisitos de la solicitud de extradición. Eso supedita que pueda ser trasladado a Venezuela. Y cualquier venezolano que sea extraditado a Venezuela va a ser torturado, ingresado en una cárcel sin visita, sin abogado... Hay evidencias de presos políticos torturados, muertos.

—Está convencido de que si vuelve a Venezuela, lo van a torturar.

—Y no veré más a mis hijos ni a mi mujer y mi vida correrá peligro. Si me extraditan, me envían al corredor de la muerte.

—¿Sigue haciendo política?

—Sí, pero no interna. No hago política en España.

—¿Ha solicitado la nacionalidad española?

—Sí, lo hice en 2018, antes de que se presentara la solicitud de extradición y no he tenido respuesta.

—¿Cambiaría eso en algo el proceso?

—La nacionalidad no suspende el proceso, pero... ¿el Gobierno español enviaría a un español a Venezuela?

—¿Cómo vive su familia toda esta incertidumbre?

—Vivimos en una agonía, entre lágrimas y esperanzas. Ellos son conscientes de todo. Los niños no entienden por qué papá está pasando por todo esto y viven aterrados con la posibilidad de que no puedan volver a verme. Ellos saben por qué la gente se va de Venezuela y me dicen: «Papi, no queremos que vayas a Venezuela porque te van a matar». Y es muy duro escuchar eso.

—Aún le queda esperanza.

—No perdemos la fe en que el Ministerio del Interior revise a fondo lo consignado o la información que necesiten para demostrar mi condición de perseguido político por parte del régimen.

—¿Cual es su próximo paso?

—Mis abogados están preparando un recurso contencioso contra la denegación de la última solicitud de asilo político. Yo sigo teniendo la buena fe de que mi caso no ha sido revisado a fondo. No creo que haya ninguna mano negra. Pero hay muchas solicitudes de asilo.

—El episodio de la cárcel debió de ser muy duro.

—Mucho. Estar separado de tu familia, privado de libertad... No se lo deseo ni a mi peor enemigo. Haber salido y seguir con la angustia de que mañana pueda volver a entrar sin conocer cuánto tiempo podría estar dentro ya me parte la vida en dos.

—¿Ahora mismo teme por su seguridad personal?

—En ese momento siento miedo hasta en España, miedo personal de que me puedan hacer algo a mí o a mi familia. Mis padres, en Venezuela, está siendo amenazada constantemente.