La fragilidad del terreno que lleva hasta el pueblo de Aceredo es perceptible a simple vista, nada más se rebasa el cartel que prohíbe el paso. Las bolsas de aire bajo las capas de asfalto y tierra, provocadas no solo por haber estado durante décadas bajo las aguas del Limia, sino también por la afluencia de turistas que en estos meses llegaron a este pueblo, han dejado zonas inestables y partes del terreno hundidas y con grandes oquedades. A pesar de las indicaciones y de la evidencia, los turistas siguen accediendo a la zona, llegando incluso a la parte más baja del embalse, donde se encuentran las casas, aunque ahora lo tengan que hacer a pie. Son mayoritariamente del resto de Galicia y del norte de Portugal, algunos incluso acuden con niños, y ayer volvieron a dar vida al pueblo, llegando a cuentagotas. No hubo largas colas de coches aparcados sobre el puente que atraviesa el río Limia, que se podían ver en semanas anteriores, pero sí fue continuo el ir y venir de vehículos que bien en el mirador o bien a la entrada misma del pueblo permanecían aparcados mientras los turistas llegaban hasta el fondo de la aldea.
Tras las lluvias del último mes se nota una ligera subida del nivel de agua del embalse, alrededor de un metro y medio, que tapa algunas de las edificaciones que habían quedado a la vista, corta calles y deja otra vez anegada la carretera que antiguamente conectaba A Baixa Limia con el norte de Portugal. A pesar del riesgo que supone hoy en día bajar hasta Aceredo, se espera que durante esta Semana Santa las visitas se multipliquen. La huella del turista no solo es visible en el estado del terreno, sino también en las mismas construcciones, en lo que fue el hogar y la memoria de muchos vecinos de esta aldea de Lobios. Las pintadas han llegado a sus paredes.