Alfonso Rueda, un corredor de fondo al que Feijoo eligió como peón neutro y que ahora enfila la presidencia de la Xunta

GALICIA

Alfonso Rueda, en imagen de archivo.
Alfonso Rueda, en imagen de archivo. XOAN A. SOLER

Hijo de un histórico de AP, cumplía con el perfil que buscaba el presidente cuando asumió el PP hace 16 años. Le encomendó reconstruir el partido sin la dependencia de las baronías que dejaba Manuel Fraga

20 ene 2023 . Actualizado a las 11:16 h.

El hotel NH de Vigo fue el escenario en el que le cambió la vida a finales del 2005 a Alfonso Rueda Valenzuela (Pontevedra, 1968). Alberto Núñez Feijoo le citó en el hall. Buscaba un perfil poco significado en las batallas territoriales y con las baronías del partido que dejaba Manuel Fraga. Quería una persona neutra, que ni le vinculara con los presidentes provinciales (Baltar padre, Louzán y Juncal), ni supusiese un reparto del poder de la dirección del Partido Popular de Galicia con el lucense José Manuel Barreiro, que hasta la integración de candidaturas final había aspirado también a llevar el volante de la organización.

Feijoo preguntó a quien entonces era el secretario xeral del PPdeG saliente, Xesús Palmou, qué nombre le venía a la cabeza para dedicarse sin otras distracciones a reconstruir el partido. Buscaba un nuevo número dos. Y el que fuera conselleiro de Xustiza y Administración Local con Fraga pensó en un nombre pronunciado con reiteración en las charlas con su hijo Carlos en casa: Alfonso Rueda. Fue el único que le dio. Lo conocía como presidente de Nuevas Generaciones en Pontevedra, cuando fue elegido e 1993 y designó a su hijo mayor como vicepresidente. Lo caló aún más cuando le ofreció ser su propio jefe de gabinete en la Xunta, y comprobó su manera de gestionar cuando le nombró director xeral de Administración Local. «Ese puede ser tu hombre», le vino a decir Palmou a Feijoo.

Se vieron, hablaron y la vida de Alfonso Rueda cambió.

Antes de que pasara aquel encuentro, él había cumplido uno de los dos consejos que le había dado su padre. Era José Antonio Rueda Crespo, vicepresidente de la Diputación pontevedresa con Mariano Rajoy y hombre de ida y vuelta en la Alianza Popular de entonces, al marcharse a Coalición Galega con Xosé Luis Barreiro y ser recuperado después para su partido por Xosé Cuíña. Alfonso Rueda acató el consejo paterno garantizándose un futuro al sacar la plaza de secretario municipal, aplicando en el Ayuntamiento de Cervantes (Lugo) primero sus conocimientos, y en el de A Cañiza (Pontevedra) después. Ahora tiene la plaza en el Concello de Marín, tras habérsela reservado en Cambados.

Edgardo

En lo que no le hizo caso al padre fue en lo de no meterse en política. Todo lo que vino después es materia conocida, registrada al detalle en el tándem que formó con el todavía presidente de la Xunta, que le dio entrada en el Parlamento en el 2009, cuando afinó la estrategia y puso en marcha la maquinaria interna para ganar las autonómicas que desalojaron al bipartito de San Caetano.

La sintonía entre Feijoo y Rueda fue visible hasta que el pontevedrés empezó a cargar demasiado tiempo con el cartel de delfín. El efecto Carlos de Inglaterra amenazó con quemarle. Incluso llegó a pensar en dejarlo. Se estaba perdiendo ver crecer a sus hijas Marta y Beatriz, que hoy tienen 19 y 17 años (la mayor se ha independizado este año en Madrid para estudiar Derecho y Relaciones Internacionales).

Se estaba perdiendo esos momentos de familia, con su esposa Marta Coloret, viguesa con la que llegó a planear instalarse en la ciudad olívica en sus comienzos como matrimonio. Pero Rueda era y es un PTV (Pontevedrés de Toda la Vida), aunque su padre fuera de Jaén. Al final, fue su mujer, empleada del Banco Santander, la que se mudó.

Sin dejar nunca el pie de la Xunta con el que en el 2012 se estrenó como vicepresidente, cedió en el 2016 el puesto que Feijoo le había planteado diez años antes en el hotel NH de Vigo, el de número dos del partido, el secretario xeral. Desde fuera se vio aquel relevo como un signo de enfriamiento de relaciones entre ambos. Desde dentro, se explicó como un nuevo sacrificio presto a llevar a cabo por petición de Feijoo. Pontevedra se había quedado sin barón, al necesitar Rafael Louzán buscar nuevos rumbos (el fútbol) con los que sacudirse y no vincular al PP con la presión judicial que se le había venido encima. Feijoo le indicó a Rueda que era la hora de modernizar el partido en su provincia, integrarlo en la estructura general y diseñar proyectos de futuro para las alcaldías viguesa y pontevedresa, para cuando Abel Caballero y Fernández Lores ya no salgan en el cartel.

Y a ello se puso, tratando de imitar la estabilidad que le da en sus paseos la BMW 1200 que ahora usa menos que la bicicleta, el elemento que los años y una lesión en el pie le están llevando a sustituir las carreras que a las 7.30 horas cada dos días daba alrededor del Lérez. José Benito Suárez, presidente del Puerto de Marín y esposo de Ana Pastor, es el compañero más fiel y definidor del grupo con el que en los ratos libres se maneja: los habituales del pincho de tortilla y caña 1906, el pasaporte de entrada para este seguidor del Pontevedra y del Celta, peregrino del Camino una docena de veces y a quien le tocará demostrar que tiene dotes mando, sin ordenes de arriba que le guíen.

«Es un corredor de fondo», le definen. Y aunque no haya corrido ninguna maratón, está muy cerca de cruzar la meta que le sitúe, al menos hasta que haya elecciones, en el podio del poder autonómico seis mil días después de que le fichase Feijoo.