La primera traviesa del AVE gallego se colocó en un pueblo con 50 habitantes

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Perfecto y Manuel, testigos de la colocación de la primera traviesa del AVE gallego en su pueblo, Barreiro, con solo medio centenar de habitantes
Perfecto y Manuel, testigos de la colocación de la primera traviesa del AVE gallego en su pueblo, Barreiro, con solo medio centenar de habitantes Pablo González

En Barreiro aún recuerdan aquel día de hace más de veinte años en el que Fraga y Aznar celebraron el inicio de las obras. Pero no queda ni rastro para la historia

04 abr 2022 . Actualizado a las 17:02 h.

Todo tiene un principio, un big bang. Y la explosión primigenia de la línea de alta velocidad gallega también tuvo lugar en un sitio pequeño. Ahora que hay miles de personas que viajan en los trenes de alta velocidad, tal vez sea el momento de recordar cómo empezó todo. Y comprobar que el origen simbólico del AVE a Galicia es una historia muy gallega. Una de tantas que nacen en lugares pequeños.

Hay que desviarse de la Nacional 550 después de abandonar Sigüeiro para encontrar el lugar de Barreiro. Ni siquiera es una parroquia. Es un lugar. La estrecha carretera circula entre carballeiras y vacas rubias gallegas pastando, pese a que administrativamente este territorio pertenece a la capital de Galicia. En los límites entre Santiago y Oroso, es mejor confiar en los nativos que en las pantallas para encontrar el sitio exacto donde José María Aznar y Manuel Fraga colocaron ceremoniosamente, el 21 de julio del 2001, la primera traviesa de lo que se convertiría, veinte largos años después, en la línea de alta velocidad que ya conecta Galicia con el resto del mundo.

Un hombre con bastón pasea con su perro por una corredoira. Tendría que acordarse por la edad que aparenta. Y sí se acuerda. «Tira todo recto por alí, pero non creo que atopes moito». Sus indicaciones conducen al borde de las vías del ya finalizado eje atlántico de alta velocidad, protegido por una valla metálica. El hombre del bastón llega lentamente, con la lentitud de la edad, pero también con la calma del que tiene toda la información. «A primeira travesa estaría alí —dice señalando a las vías que circulan por una empinada trinchera mucho más abajo—. Alí estivo Fraga enterrando cousas. Pero non queda nada, eu penso que o levaron todo as palas».

Momento del acto de colocación de la primera traviesa el 21 de julio del 2001, con Fraga, Aznar, Cascos, Bugallo y Cuíña
Momento del acto de colocación de la primera traviesa el 21 de julio del 2001, con Fraga, Aznar, Cascos, Bugallo y Cuíña PACO RODRIGUEZ

Qué decepción. Aunque evidentemente era un acto propagandístico al que asistían el entonces presidente del Gobierno y el de la Xunta, así como el ministro de Fomento Francisco Álvarez Cascos, el emplazamiento de aquel bautizo ferroviario se lo tragaron las máquinas o, en el mejor de los casos, la maleza. No hay nada que recuerde que aquí nació una línea en la que se invirtieron cerca de 10.000 millones de euros en veinte años de obras. Solo la memoria del hombre del bastón, que recuerda vívidamente aquel día, pues fue todo un acontecimiento en Barreiro, una aldea de medio centenar de habitantes de la parroquia de Santa Cristina de Nemenzo. «Chámome Perfecto —se presenta—, aínda que son imperfecto de todo», dice con retranca.

Con 73 años, Perfecto traza con su mano el escenario de aquel día. La primera traviesa —en realidad eran dos— la colocaron en una braña que desapareció con los desmontes. La carpa para la celebración se puso más arriba, por encima de donde ahora circula el túnel de Verdía. «Non sei por que lle puxeron ese nome, porque Verdía queda máis aló». La ingeniería no entiende de los matices de la microtoponimia gallega. Al emplazamiento de aquella carpa llega también Manuel, que como todos los jubilados del pueblo recuerda perfectamente aquel día, aunque no participara tan intensamente como Perfecto. También Andrés, que pasea por las corredoiras a su nieta para que se duerma con el balanceo de los baches. Pero es Perfecto el que describe el ambiente de aquel día. «Ao que máis se vía era ao vello [Fraga], os outros [Aznar y Cascos] estaban máis camuflados. Estaba todo coronado de policías, e non che deixaban falar con Fraga, nin acercarte», dice, dando a entender que le hubiera gustado hablar con el entonces presidente de la Xunta. «Na carpa había empanada, pinchos e viño do bo», añade. «Home, non lle ían a dar viño malo ao Fraga», replica Manuel, mientras por debajo pasa como una exhalación uno de los trenes rápidos del eje atlántico. Los vecinos de estos pueblos los observan como testigos pasivos, pues si quieren coger uno de esos trenes tendrían que desplazarse a Santiago. El nuevo trazado de alta velocidad dejó sin uso la antigua vía que unía la capital de Galicia con A Coruña, que estos vecinos utilizaban acercándose a la estación de Verdía. Se trata de un hermoso edificio rodeado de vías muertas —hace años se levantaron los carriles— que evidencia un abandono lamentable. El tren pasa veloz al lado de sus casas, pero paradójicamente el ferrocarril se ha alejado de sus vidas.

Operarios preparando la primera traviesa el día de su colocación
Operarios preparando la primera traviesa el día de su colocación SANDRA ALONSO

Es difícil no recordar la película Bienvenido, míster Marshall, del gran Berlanga. La comitiva gubernamental pasó por Barreiro aquel día casi tan rápido como la delegación estadounidense por Villar del Río. Pero los vecinos coinciden en que debería haber quedado algún rastro de aquella jornada para la historia. Era julio. Muy cerca de las fiestas patronales de Santa Cristina. El primer tramo en obras del eje atlántico era el que unía Verdía con Oroso, aunque ya se trabajaba en el acceso del Guadarrama. En el 2011 se pondría en servicio el recorrido entre A Coruña, Santiago y Ourense. En el 2015, el trazado hasta Vigo. Y hace solo tres meses se inauguró la conexión de alta velocidad con Madrid. Y todo esto nació simbólicamente aquí. En un pequeño lugar de Galicia.