Igual que Moisés ante el mar Rojo

GALICIA

Pilar Canicoba

26 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Más o menos así debieron de ser los mítines de Moisés con el pueblo elegido allá en Egipto. Muchedumbres deseosas de esperanza. Esclavos de mil derrotas ante faraones que se perpetuaban en pirámides que desafiaban al único Dios verdadero. La gira de Feijoo por el conservadurismo hispano tiene mucho de mosaico. Salta de Sevilla a Valencia, de Valencia a Valladolid, se detiene en Madrid donde goza de la mirada indescifrable de Ayuso, viene cargado de emoción a Compostela desde donde quiere iniciar la Reconquista como don Pelayo en su tiempo. En todos lados se desata el entusiasmo ante la llegada del crac que hará olvidar todas las ligas perdidas, los presidentes frustrantes, los líos internos sin fin, la amargura del exilio.

Ahora bien, nadie puede saber si sienten lo mismo los virreyes del PP que alzan la mano de quien parece el único salvador posible de la sigla. Solo alguien que lea el pensamiento podría discernir si todos ven en Feijoo al profeta que atraviesa el desierto y llega a la tierra prometida, o si solo lo consideran alguien para hacer la transición más ingrata. En la carrera de relevos, el puesto más amargo del equipo ganador lo tiene el que sale con ímpetu pero no atraviesa la meta. Sí, es verdad que al final todos se abrazan, pero la posteridad recogerá el momento del último relevista estirando la cabeza para arañar unos segundos al crono.

Quizá sea demasiado pronto para especular con la Lucrecia Borgia madrileña tramando el futuro con su alquimista Miguel Ángel Rodríguez. Quien logró hacer de Aznar alguien que se tuteó con Bush y Blair no se conformará con limitar a su nueva criatura en el estrecho horizonte de la Puerta del Sol. Meditará el momento idóneo. Y mientras tanto, su pupila marcará territorio y seguirá haciendo incursiones en la política internacional hasta que su rizo rebelde sea tan popular como la trenza de la ucraniana Yulia Timoshenko. Son cábalas tal vez demasiado tempranas cuando Feijoo todavía está arengando al pueblo del PP, antes de acudir al Cabo Cañaveral del congreso del partido y ponerse en órbita en torno al poder. Así que no les hagan caso.

Por de pronto es el Moisés que recolecta avales de sus huestes con la esperanza de que alguna de las siete plagas haga mella en el faraón de la Moncloa, inmune de momento a pandemias, crisis energéticas y paros del transporte. Aún quedan cuatro en la recámara. Trae este añorado profeta del PP unas tablas de la ley que le dictó el Apóstol Santiago no en el monte Sinaí, sino en Monte Pío, y confirma con su protagonismo que la Meca hacia la que mira siempre la derecha en momentos de zozobra es Galicia. De aquí procede la esperanza cuando es lo ultimo que queda por perder. Se sitúa ante la orillas del mar Rojo a la espera de que sus aguas se abran y se tornen azules.

«Los camioneros»

Antes de ser bandolero, Sancho Gracia fue camionero. Curro Jiménez era entonces Paco, un tipo algo chulo, castigador con las damas y campechano que recorría España no con una Biblia como Borrow, sino con un camión. Eran las postrimerías del franquismo. Según algunos historiadores de la tele, los más retorcidos, Los camioneros solo pretendía ensalzar las glorias desarrollistas del régimen. Otros la recuerdan como una serie amable en la que Mario Camus introducía en algunos capítulos mensajes subliminales. Así pudiera ser en La izquierda de un campeón solitario (¿un guiño a la oposición de la época?), Somos jóvenes y podemos esperar (¿alusión a la inexorable caída del régimen?), o el atrevido capítulo que, a pesar de su título alusivo al otoño del dictador, sorteó los estrechos márgenes de la censura: La escapada de un viejo corredor. En todo caso, era una imagen idealizada del camionero como centauro del desierto que poco tiene que ver con el que hoy llamamos transportista, ecce homo de la pasión energética.

Saharauis con mal de ojo

Palestinos, kurdos, tibetanos, saharauis. Hay pueblos que deberían acudir a alguno de los curanderos que se anuncian en los anuncios breves de La Voz. Sin tener sus conocimientos sobre las artes ocultas, cualquiera diría que ha caído sobre esas gentes un mal de ojo histórico. Encajan mal en la geopolítica. En los tratados internacionales siempre hay un motivo para postergar su problema. Tienen razón en lo que piden, pero a nadie le resulta rentable dárselo y por ello han de conformarse con la solidaridad que presta algún cantante (vocal), o con ver su causa estampada en una camiseta o pegatina. Cada uno de los pueblos citados tiene un causante de su desgracia: inglés, turco, chino o español. Así como a los demás de la lista lo que hicieron no les quita el sueño, el español tiene remordimientos con los saharauis, lo cual explica que la real politik de Sánchez provoque incomodidad. Muchos de sus críticos censuran las formas en el cambio de postura, omitiendo lo que piensan del fondo. En el fondo están de acuerdo.