Entrevista con el «pikete»

GALICIA

Pilar Canicoba

19 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si por casualidad usted es ya un veterano sin duda recordará que el típico piquete que aparecía en la huelgas solía permanecer oculto o al menos ser discreto. Sus componentes rehuían la publicidad y su elocuencia era la barricada. Seguían la vieja consigna revolucionaria de la propaganda por los hechos. Esas cautelas se debían tanto al ambiguo territorio en el que se movían, entre lo legal y lo ilegal, como al generalizado rechazo de la gente. Con frecuencia, los mismos instigadores de los sabotajes comparecían compungidos ante los medios negando cualquier responsabilidad en lo sucedido, como esos jugadores que tras asestar al rival una entrada siniestra levantan los brazos en señal de inmaculada inocencia.

Hemos pasado ahora del piquete anónimo a otro que concede entrevistas mientras hace una pausa en su faena. Hay que felicitar a la compañera de La Voz de Pontevedra que logró un documento con pocos precedentes. No solo nos describe con pericia narrativa las inspecciones que realizan los piqueteros, sino que logra testimonios directos que ayudan a entender mejor el trabajo de obstaculizar el trabajo de los demás camioneros. No falta incluso el dato de que los miembros del piquete, haciendo una exhibición de humanidad, permiten el paso de un camión cargado de medicamentos.

Este piquete que cedió a la tentación de ser famoso pertenece a una plataforma minoritaria, repudiada por el restos del sector y los sindicatos. Que se sepa, ninguna autoridad gubernativa le concedió facultades para establecer controles e impedir la libre circulación, pero ello no implica que se arriesgue a una sanción. Saben de sobra los participantes que se ha ido imponiendo una cultura de la protesta en la que el fin justifica casi cualquier medio. Para una parte de la sociedad y la política, si el motivo de la protesta es justo, todo instrumento de respuesta es adecuado. Se descartan por lo tanto cuatro principios de singular importancia: representatividad, proporcionalidad, legalidad y libertad.

En este caso los piquetes se apoyan en la dramática situación del transporte, sin que eso convierta lo que hacen en algo representativo, ni proporcional, ni legal, ni desde luego respetuoso con la libertad de los transportistas que quieren seguir trabajando. Quienes los podrían sancionar prefieren pensar en lo que sucedió en Francia con los chalecos amarillos, dejando así que la entrada quede en este caso sin tarjeta roja.

Si la falta de vivienda justifica la okupación, el precio desorbitado del combustible legalizaría de hecho los piquetes o piketes, que ahora conceden entrevistas a cara descubierta sin temor a represalias. No es que falte autoridad, como diría un carcamal; simplemente ha cambiado de manos sin que nos diéramos cuenta.

Se despiden entre éxitos

«Pablo Isla se despide entre éxitos». Así amanecía la primera plana del jueves, en la que también se daba cuenta de otra marcha, la de Feijoo. Al todavía presidente de la Xunta se le pudo haber colocado un titular semejante a quien ha dejado de ser máximo dirigente de Inditex porque también Feijoo se despide entre éxitos. Es curioso que hayan coincidido en el mismo día los adioses de quienes han marcado la economía y la política gallegas, ambos orlados por cifras magníficas en balances y elecciones. Las similitudes se bifurcan cuando reparamos en las circunstancias que rodean la despedida. Isla se va para dar paso a una sucesión marcada por el artífice del imperio textil. El artífice del imperio popular no es otro que Feijoo. Feijoo es al mismo tiempo el Ortega y el Isla del PP gallego y por eso en su retirada no existe otra explicación que la voluntariedad. Se va porque quiere y siente la llamada del deber, la call of duty que diría el amante de los videojuegos. En Inditex la sucesión es natural; en el partido no se sabe.

Puigdemov

Ha sido el propio Rufián, con su sutileza sin par, quien confirma que la intención de Puigdemont no era proclamar la independencia de España sino la dependencia de Rusia. El plan consistía en abandonar al benévolo Rajoy por el sátrapa de Moscú, de manera que la comunidad autónoma pasara a convertirse en satélite de Putin, con un president de la Generalitat transformado en algo similar al títere bielorruso. El «España nos roba» se combinaba con el «Rusia nos paga». En esta historia mezcla de James Bond y Anacleto desconocemos si, al recibir la propuesta, los rusos se la tomaron en serio o se mondaron de risa. «Pensamos que los de los chistes eran los de Lepe, no los de Barcelona», quizá comentaron con su gente destacada en la Península. El caso es que Rajoy reaccionó accionando el 155 que no es el calibre de un misil, sino la marca de una disposición constitucional refrendada por los catalanes. El pobre Zelenski no está teniendo tanta suerte. Finalmente, el Judas dependentista se refugió en Waterloo, no en la estepa.