Xesús Feás, veterinario y académico: «Quien mide, sabe; quien no, opina»

GALICIA

cedida

Experto en velutina lamenta las dificultades que ha tenido para desarrollar sus investigaciones, algunas financiadas con «crowfunding»

15 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de Xesús Feás (Santiago, 1977) es de película. Brillante estudiante, brillante científico, uno de los que más sabe sobre la avispa velutina, tuvo que completar parte de sus estudios pidiendo ayuda económica por Internet: «Soy el típico caso de científico descolgado de su carrera», dice. Pero la Academia de Ciencias Veterinarias de Galicia le acaba de ceder una de sus sillas.

—Contento, ¿no?

—Sí, claro. Hace diez años ingresé como académico correspondiente y ahora paso a ser de número. Esto es algo que me ilusiona y me llena de responsabilidad. Es emocionante porque yo, desde pequeño, quise ser veterinario.

—Es joven para ser académico.

—Sí, soy el benjamín, aunque con 44 años ya no se puede decir que sea joven.

—Hombre, no diga eso.

—Casi todas las ayudas van para gente que tiene su tesis doctoral leída recientemente. Yo leí la mía hace 15 años y parece que ya no hay pie para optar a una serie de convocatorias.

—Hablemos de la velutina. Usted dice que su impacto es también sanitario.

—Los datos están ahí. Quien mide, sabe. Quien no, opina. Se dice que el gran impacto de la velutina es en la apicultura y, efectivamente, tiene un gran impacto pero lo que estamos viendo es que Galicia, en todo el mundo, es el área donde más decesos por picaduras de insectos se producen y la velutina está directamente relacionada.

—Eso suena alarmante.

—No se trata de alarmar, pero sí de tener conciencia de que debido a sus hábitos, a su distribución, tiene mayor riesgo. La velutina es un problema para la salud de las personas.

—¿También por su veneno?

—Lo hemos extraído y puedo decir que es parecido al de otros insectos, pero no es igual. Pero mire, yo creo que nunca se pensó que retirar nidos de avispa sería la actividad principal del cuerpo de bomberos de Santiago. Hay velutinas por todas partes.

—Y pican.

—Las velutinas no van a perseguirnos, pero si se ven amenazadas, tienen una respuesta defensiva muy grande.

—Parecía que iba a descender su presencia.

—Para eso hay que medir y faltan datos. Datos y una unidad de acción. Yo llevo investigando pequeños núcleos desde hace años y no aprecio ningún descenso. La solución va a venir de la mano de la ciencia y la ciencia necesita recursos. Y a veces esos recursos se malgastan. Si se hubiera actuado de otra manera en 2012, cuando aparecieron los dos primeros nidos, ahora no estaríamos así.

—Usted tuvo que autofinanciar su investigación.

—En 2017 organicé un seminario internacional sobre velutina en Lugo. Empezamos a gestionar un proyecto que recibió financiación de la Unión Europea, pero la Universidad de Santiago me dejó fuera, pese a ser la persona con mayor número de publicaciones científicas sobre la velutina. Así que tuve que investigar en mi casa y por eso lancé un crowfunding. La investigación elegida por la revista Biology sobre el impacto médico de la velutina fue elaborada con este crowfunding. Ahora no, pero yo estuve tres años cobrando la ayuda familiar de 435 euros y me tuve que ir con mi hijo a casa de mis padres. Y esta situación mía como científico la está viviendo mucha gente.

—Se dice que la velutina ya no se puede erradicar.

—Sí que se puede. Pero hablamos de técnicas de manipulación genética y un gran esfuerzo científico investigador. Lo que sí se podría hacer es abordar su control de otra forma más científica, más colaboradora.

—¿Le han picado alguna vez?

—A mí no. Pero a mi hijo, sí. Y a mi madre y a mis amigos.

—¿Por qué se interesó por este fenómeno?

—Soy un veterinario atípico. Me gustan las abejas y ante esta amenaza he centrado mis investigaciones. Mi formación pluridisciplinar me ha ayudado.

—A las abejas, pobres, les cae de todo.

—Los apicultores sufrimos porque vemos a la velutina que nos las papa, pero los insecticidas, la destrucción de hábitats... todo eso les afecta. Y lo que afecta a las abejas de la miel afecta al resto de insectos. Y si se acaban los insectos, el mundo colapsa. Antes parábamos en las gasolineras no solo a echar gasolina, también a quitar insectos del parabrisas. Y ahora ya no es así. Eso es algo que debiera preocuparnos. Por eso yo critico que, con buena fe, se anime a poner trampas en todas partes. Incluso a los niños. Y no es así. Los niños tienen que cuidar los insectos y plantar flores. El trampeo tiene muchos efectos colaterales.

—¿No es favorable al trampeo?

—Ni yo, ni ningún científico. En tal caso a un trampeo profesional donde se recojan datos. El trampeo masivo es como intentar vaciar el océano a calderos.

—¿Celta o Dépor?

—Nunca he ido a ver un partido de fútbol, aunque si tuviera que escoger a uno elegiría al Celta. Prefiero el ajedrez.

—¿Aficiones?

—La huerta, leer, ir a la Naturaleza, las orquídeas. Soy muy aficionado a las orquídeas. Traigo de sitios exóticos y es algo único cuando te florecen en tu casa.

—¿También cocina?

—Siempre me gustó cocinar. Para mí es un placer.

—Aporte algunas palabras sobre sí mismo.

—Es un poco pretencioso eso... No soy nada sectario, soy trabajador y no me gustan las injusticias.

—Un lugar donde sea feliz.

—Me encantan los museos de ciencias naturales y las bibliotecas antiguas. La naturaleza, la playa, un río, el monte. Sentarme y observar.

—Una canción.

—Más que canción es un poema musicado. Érase una vez, el poema de Goytisolo que musicó Paco Ibáñez.

—¿Lo más importante en la vida?

—Las convicciones. Y vivir de acuerdo con ellas.