Don Gaiferos va en otra dirección

GALICIA

PILAR CANICOBA

Alberto Núéz Feijoo es el Aspas de la política gallega. Lo reconocen directamente los suyos y de forma oblicua esos contrincantes que no dejan de poner velas a todos los santos para que se vaya cuanto antes

05 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Que nadie se inquiete en el celtismo, porque esta es solo una hipótesis imaginativa sin ningún sustento real. Hecha la advertencia, supongamos que Iago Aspas anuncia que abandona el Celta de Vigo, no para nutrir la plantilla del Madrid o del Bayern, sino teniendo al Alcoyano como destino. La estrella explica que siente el deber de ayudar al club que lleva la moral por divisa y allá se marcha como un misionero del balón. Tras llorar su pérdida y guardar luto unos días, la afición celeste se preguntará quién puede suplir ese vacío. Recordemos que se trata de alguien que reúne virtudes que se dan por separado en varios jugadores, pero raramente juntas: canterano con carisma, olfato de gol, capacidad defensiva, entrega y todas esas facetas que todo el mundo, menos el obtuso Luis Enrique, aprecia.

Alberto Núéz Feijoo es el Aspas de la política gallega. Lo reconocen directamente los suyos y de forma oblicua esos contrincantes que no dejan de poner velas a todos los santos para que se vaya cuanto antes. Siguiendo la analogía, Galicia es una comunidad de primera división y el PP nacional, un Alcoyano con el campo embarrado que recibe con alborozo al gran fichaje que llega haciendo el recorrido inverso del Camino de Santiago. Las peñas indígenas entienden el gesto heroico de su ídolo, para centrar enseguida su preocupación en el sustituto. Al igual que Aspas, Feijoo domina facetas del juego que se van adquiriendo con la experiencia y no se pueden enseñar en un curso acelerado. Por si fuera poco el Celta, en el peor de los casos, tiene la opción de acudir al mercado exterior y traerse a alguien que no sea de Moaña. En cambio los populares gallegos no pueden pedirle a Angela Merkel o a Obama que abandonen su retiro y se vengan una temporada a mitigar la orfandad que deja Feijoo. El mirlo blanco debe salir de la cantera.

La retórica de los primeros tiempos del franquismo condensaba el ideal masculino en el lema «mitad monje, mitad soldado». El reto para los populares gallegos es paliar la pérdida con alguien que sea mitad gestor y mitad candidato, sin olvidar su maña para mantener la unidad del partido. Ha de transmitir solvencia cuando actúe en modo presidencial y al tiempo hay que imaginarlo con su efigie en las banderolas electorales, en los mítines, besando a los niños y haciendo campaña en una explotación ganadera en medio de mugidos. Que reúna, en suma, el yin y el yang. Italo Calvino aplicaría la solución de El vizconde demediado, consistente en unir dos cuerpos que se habían dividido. Pero esto es política y no literatura. 

Tampoco la clonación o el metaverso están lo suficientemente avanzados como para aplicarlos en este caso al punto de crear un Feijoo en varias dimensiones. Paradójico: el artífice del Xacobeo es un don Gaiferos que peregrina en otra dirección.

Un argumento bumerán

¿Es compatible ser máximo líder del PP y presidente de la Xunta? Depende en todo caso de la laboriosidad de quien asume el doblete. Si Valentín González Formoso hubiera enfocado por ahí sus reflexiones habría que darle al menos una parte de razón. Recurre en cambio, en un tono de lo más educado, a un argumento propio de Ana Pontón. Es el nacionalismo el que sostiene que los intereses de Galicia no son conciliables con los de otras comunidades, de lo cual se deduce precisamente la inutilidad de partidos nacionales como el PSOE. Si Feijoo no puede conciliar los planteamientos sobre financiación autonómica de Galicia, Murcia y Cataluña, tampoco podrá hacerlo Pedro Sánchez. Uno tendría que abandonar la Xunta y el otro el Gobierno. ¿Acaso en la Diputación no se concilian los intereses de As Pontes y los de Melide? ¿Se necesitará un Padrón Existe para ser comprendido como Dios manda? Será en todo caso la imposibilidad de atender a dos tareas extenuantes la que provoque la marcha de Feijoo. Lo otro es compatible.

«Me acostumbré a la libertad»

De Valentina solo sabemos que el lunes pasado estaba en Bucovina, uno de esos territorios ambiguos en los que la frontera es una raya caprichosa que separa estados pero no afectos. Recién huida de la invasión rusa y sin saber qué será de su vida, esta refugiada deja para la posteridad una confesión que lo explica todo: «Me acostumbré a la libertad». Algunos soldados invasores se sorprenden de que no los hayan recibido como hermanos libertadores, tal y como les inculcó el Kremlin. Valentina se lo explica. La libertad es adictiva. Ucrania es libre desde hace poco y aun así la adicción obliga a los más vulnerables a escapar y a los más duros a combatir. No lo entienden los agresores ni un pacifismo cómplice que actúa con equidistancia. Tampoco ciertas siglas y personajes que siempre sienten una atracción fatal hacia los sátrapas cuyo único mérito consiste en estar contra occidente. La OTAN y la providencia permitirán que Valentina conserve esa libertad a la que está felizmente habituada aunque sea en el exilio.