El gran narco de Brasil que fingió su muerte por organizar un alijo en Galicia sigue traficando por medio mundo

GALICIA

El brasileño Sérgio Roberto de Carvalho, conocido también como Paul Wouter, con varias de sus identidades.
El brasileño Sérgio Roberto de Carvalho, conocido también como Paul Wouter, con varias de sus identidades.

Se mantiene al frente de una de las mayores organizaciones de cocaína, identificado como Paul Wouter, y ha logrado huir a Portugal, Ucrania, Mónaco o Dubái

08 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sérgio Roberto de Carvalho (Brasil, 1958) es el ejemplo de un magnate de la cocaína. Sus cifras superan cualquier registro conocido: solo en decomisos, 45.000 kilos movidos entre Europa y Sudamérica entre el 2017 y el 2019. A mayores, claro, una cantidad imposible de cuantificar que sí logró llevar a buen puerto. En los años ochenta ejerció de alto mando de la Policía Militar de Brasil hasta su condena (16 años de cárcel) por narcotráfico, Era 1999. En el 2011 recibió otra pena de 15 años por blanqueo, y en el 2017 buscó refugio en Marbella bajo la identidad falsa de Paul Wouter. Ese alias le sirvió también para armar un entramado empresarial a caballo entre España, Portugal, Marruecos y Dubái sin dejar de traficar. Incluso, pese a su condición de magnate del negocio, de supervisar hasta el último detalle de cada nuevo envío.

En ese contexto llegó a Galicia. Era mayo del 2018. Se personó en una reunión en Meis cercada por agentes del Greco Galicia de la Policía Nacional. «De 50 a 60 años de edad, 1,80 de altura, complexión normal, pelo blanco, gafas de pasta y vestido con jersey negro y pantalón oscuro», dicen los investigadores. Nada más, ni nombre ni apellidos. Un perfecto desconocido al que se tardó varias semanas en identificar. Siempre se dio en llamar como Paul Wouter, empresario afincado en la Costa del Sol, natural de Guyana y con pasaporte de Surinam.

En agosto del 2008 lo arrestaron por los 1.700 kilos decomisados en el Titán III junto a un buen puñado de narcos nacidos a ambos lados de la ría de Arousa. Entró en prisión y salió a los pocos meses tras pagar la fianza impuesta. En el verano del 2020, las autoridades de Brasil lo desenmascararon. Paul Wouter era realmente Sérgio Roberto de Carvalho, el mayor narco de Brasil, con capacidad para mover cocaína por medio mundo.

En otoño, a los pocos días de conocer la petición de 13 años de cárcel de la Fiscalía de Pontevedra por el alijo del Titán III, fingió su muerte por covid. Presentó un certificado de defunción firmado por un médico de Marbella. Su cadáver, aseguró el documento, se incineró. La mejor fórmula para eliminar cualquier posibilidad de identificación. La realidad es que Carvalho, pese a ser un objetivo internacional y estar ubicado en Marbella, logró escapar milagrosamente del alcance de sus captores en la Policía Nacional y buscar refugio en su otro país de confianza, Portugal.

Allí siguió traficando y moviéndose a su antojo, incluso en aviones privados de una empresa que compró en aquella época. El 25 de noviembre, dos días antes de la operación Enterprise y alertado por algún soplón a sueldo, dejó el país. Aquel golpe policial dirigido contra él —por la Europol y las policías de Brasil y de España— supuso el decomiso de más cocaína, de más de un centenar de propiedades y de 12 millones de euros en efectivo escondidos en una furgoneta aparcada en un céntrico aparcamiento de Lisboa.

El avión privado lo llevó inicialmente a Ucrania y, luego, a Dubái, donde posee una empresa que tuvo la osadía de bautizar con las iniciales de Paul Wouter: PWT General Trading. Desde entonces protagoniza una huida que lo convierte en una pieza ansiada para la élite mundial de la lucha contra el narco. Sus pasos dejan rastro, pero siempre se desvanecen cuando van a capturarlo.

Sergio Roberto Carvalho se hizo pasar, durante su estancia en Ucrania, por un ciudadano de Ruso que respondía al nombre de Igor Ivanovich
Sergio Roberto Carvalho se hizo pasar, durante su estancia en Ucrania, por un ciudadano de Ruso que respondía al nombre de Igor Ivanovich

Las autoridades de Ucrania, en colaboración con la Guardia Civil en el marco de otra operación conjunta, lo identificaron bajo la enésima identidad falsa: Igor Ivanovich, nacido en Rusia. Escapó a Dubái, al igual que incontables delincuentes de puño blanco, y allí encontró el refugio perfecto. Lo primero, por la condición de paraíso fiscal para clarear su dinero; lo segundo, por la dificultad que supone ejecutar una orden de extradición; y lo tercero, por el hospedaje que le brinda un allegado en un hotel de lujo donde vive a cuerpo de rey.

Carvalho, se sabe, no deja de viajar. Las policías de Portugal y de Brasil poseen la mejor información sobre su estela. Ubican su residencia más estable en algún país del perímetro de Turquía, también moviéndose por este país el pasado noviembre.

También se le ha localizado disfrutando de la buena vida en el barrió más elitista de Mónaco, Montecarlo. Poco después, a mediados de diciembre, pasó unos días en las islas Azores. El rastro de sus tarjetas telefónicas son una prueba clara. Incluso se constató que se parapeta detrás de tres pasaportes con identidades falsas: uno de Alemania, otro de Inglaterra y otro de un país que no ha trascendido.

Pero Carvalho sigue evidenciando talento de escapista para saltar de país en país viajando en confortable aviones privados. También por compaginarlo con su condición de líder de una de las diez organizaciones de narcos más poderosas del mundo. Pero no todo son buenas noticias para este exmilitar. Además de protagonizar una docena de procedimientos judiciales en Brasil, Portugal y Galicia, desde el 2021 sufre las pérdidas millonarias generadas por el decomiso de casi una veintena de alijos orquestados por su emporio del crimen organizado. 12 contenedores preñados de cocaína fueron requisados en Brasil, a mayores del balance de la operación Turia —liderada por la Guardia Civil a través de los Equipos contra el Crimen Organizado (ECO) de Galicia y de Alicante de la Unidad Central Operativa (UCO)—. 

4.300 kilos en contenedores

En enero del 2021 cayeron 1.000 kilos de coca en Barcelona; en abril, 300 en Valencia; en octubre, otros 535 en la misma ciudad; ya en diciembre, en colaboración con la Policía Federal de Brasil, 730 kilos en Santos; por último, este mes, 400 kilos en Barcelona. A mayores, 1.300 kilos en Marruecos y 700 en Amberes (Bélgica). El carrusel de aprensiones implicó una treintena de arrestos y el flujo de abundante información. Se constató que la organización de Carvalho pretendía abrirse paso, a través de la compra de funcionarios, en el puerto de Marín. También que lo descartaron por el desmantelamiento, en octubre del 2020, de otra organización internacional que operaba en este puerto gallego (operación Cetil).

La investigación confirmó que Carvalho contaba con la mano de obra necesaria para contaminar contenedores en los puertos de Río y de Santos, tanto si venían en tránsito procedente de otros destinos, como si zarpaban desde ambas ciudades bañadas por el Atlántico. «Su influencia allí es alarmante, se movían a su antojo. No tanto como en Barcelona o en Valencia, donde también tenían a funcionarios a sueldo para sacar la droga de los contenedores», explica la Guardia Civil. El trabajo de campo, tras los primeros alijos de la operación Turia, permitió desenmascarar a los verdaderos mandamases de la organización. Se supo que en lo más alto de la pirámide estaba un señor de Brasil, fugado por otro alijo en España y que tras salir de prisión fingió su muerte para desaparecer. No hubo dudas, todas las miradas apuntaron a Sérgio Roberto de Carvalho.

Cristiano Mendes de Córdoba Nascimento, lugarteniente de Carvalho, está acusado de liderar la organización desmantelada en España en el marco de la operación Turia.
Cristiano Mendes de Córdoba Nascimento, lugarteniente de Carvalho, está acusado de liderar la organización desmantelada en España en el marco de la operación Turia.

También se ubicó a la mano derecha del exmilitar que movía los hilos de la célula activa en España: Cristiano Mendes de Córdoba Nascimento. Natural de Brasil, con una causa judicial abierta allí por narcotráfico y afamado por su negocio de cría de caballos. Su residencia habitual se ubicaba en Dubái y se le atribuye el estatus de «millonario». También se constató una reunión entre él y Carvalho en Suiza en algún momento del verano del 2020. Ya el pasado octubre voló en avión privado —su método de transporte habitual— de Dubái a Madrid. La investigación no descarta que incluso se citara con su jefe fugado; en esas semanas, tanto la mujer como la suegra de Carvalho pasaban unos días en España. Demasiadas casualidades que recelan a sus captores.

El siguiente destino de Cristiano fue Colombia. Se le situó reuniéndose con sus proveedores de cocaína para planificar nuevos envíos de mercancía. Luego, se desplazó a Brasil, pasó unos días y, estando en el aeropuerto para regresar a Dubái, fue detenido por la Policía Federal del país y agentes del ECO Galicia. Lo acusan de liderar los alijos decomisados en España por orden el Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. Cristiano permanece actualmente en una prisión de Brasil por el procedimiento que ya tenía abierto anteriormente, y que imposibilita ejecutar una orden de extradición para juzgarlo en España.

El análisis policial actual, ya en frío tras cerrar la operación Turia, sitúa a Sérgio Roberto de Carvalho muy mermado tras la enésima estocada policial y la caída en desgracia de su lugarteniente Cristiano Mendes. Él, hoy, sigue oculto, en gran parte gracias a su fortuna y capacidad de influencia para corromper voluntades que lo mantienen invisible pese a su condición de magnate del negocio de la cocaína.