Luciano Calvo, presidente del Grupo Calvo: «Para mí, el fútbol fue siempre una pasión»

Jorge Casanova
Jorge Casanova CARBALLO / LA VOZ

GALICIA

Ana García

El empresario repasa los alegres años de Santiago y aquella tortilla que entró en el Guiness

27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si un día se cruzaran en la barra de un bar, por ejemplo, con Luciano Calvo (Carballo, 1948), es posible que acabaran teniendo una conversación sobre fútbol, o sobre cualquier otra cosa, sin sospechar que su interlocutor preside una de las multinacionales más importantes de Galicia. Luciano, Chano, no es el tipo que se dé el pisto; al contrario, cuanto más sencillo, mejor. Familia, fútbol, amigos, Carballo, mezclados, no agitados, son la fórmula que le hace feliz.

—¿Viene todos los días a la fábrica?

—Todos.

—Pero ya está en edad de jubilarse.

—Ya hace algunos años, sí.

—Sigue viniendo entonces por obligación... o por devoción.

—Entiendo que debo de estar, no por dar ejemplo, sino por convicción. Soy asalariado y accionista. Quiero estar aquí, ver a la gente, animarla... Además, no tengo muchos hobbys. Jugar al fútbol ya no puedo, así que no tengo mucha escapatoria.

—No anhela la jubilación.

—Yo, hasta que me echen. Mientras me vea con ganas y con fuerza, seguiré. Venir todos los días me permite tener la cabeza lúcida, que no se me adormezcan las neuronas.

—¿Cómo recuerda su infancia?

—Como la de un niño tipo de aquellos años. Jugando al fútbol en las calles; en aquellas peleas de una calle contra otra; los baños en el río porque no podíamos acceder a las playas. Le dábamos mucho valor a tener una bicicleta... Todos los amigos que tenía de pequeño los he mantenido, aunque algunos ya se han marchado.

—¿Le echaron de clase alguna vez?

—Sí, sí. Más de una. No fui muy ejemplar. Estudié en los Salesianos, en Peleteiro y los Dominicos. Yo sufría dislexia, sin diagnosticar, claro. Y de aquella, la dislexia te la quitaban a coscocorrones.

—Se comería unos cuantos bocadillas de atún.

—No, no. De aquella no había latas pequeñas, eran todas grandes. Antes, el bonito se compraba por trozos en la tienda de coloniales. La lata pequeña no llegó hasta principios de los años 60. Nosotros empezamos a desarrollar el envase redondo de 100 gramos por Valencia y Andalucía y tuvo mucha aceptación. Eso fue un adelanto para el consumo mayoritario del atún.

—Ustedes innovaron con eso.

—Sí. Y nos siguió todo el mundo.

—También con el pack de tres latas. ¡Qué importante es innovar!

—Sí. Eso parecía una tontería, pero facilitó al consumidor la acción de compra y significó un importante incremento de ventas. Nosotros siempre nos hemos anticipado. En el 2000 sacamos un producto bajo en sal, fuimos los primeros en el mercado y fue otro éxito enorme.

—Y aquella campaña publicitaria con Jesús Puente y Juanjo Menéndez.

—Sí, sí. Jesús Puente venía casi todos los años a hacernos una visita y a comer con nosotros. Era un hombre muy agradable y un gran coleccionista de arte.

—¿A usted le interesa el arte?

—Nah. Tengo algunas obras. Pocas pero bonitas.

—Volvamos al joven Luciano. Dicen que sabía divertirse.

—Como cualquier joven de Carballo. Nos gustaban las fiestas. Íbamos a las de todas las parroquias. Esperábamos como posesos la del mes de mayo, que era la primera que caía. Luego llegaron las discotecas y las fiestas de las aldeas se retrajeron. Ahora han vuelto.

—Aún se recuerda cuando se hizo cargo de la tortilla más grande del mundo.

—Eso fue cuando estuve al frente de la comisión de fiestas de Carballo. Había que hacer algo y a uno se le ocurrió hacer la tortilla más grande del mundo. Al principio parecía una locura, pero luego pensamos que no. Hablamos con el chef Ribera, que es de Padrón, nos animó y empezamos a pedir. La sartén nos la proporcionó la Diputación, los huevos Coren; el aceite, Carbonell... Hicieron falta dos grúas para dar la vuelta a la tortilla. Una se paralizó pero al final lo conseguimos. La gente se quedaba mirando con cara rara, pero ¡No iba a salir una tortilla como la de casa!, ja, ja. Hasta vino un notario para dar fe para el libro el Guinnes.

—¿Qué hicieron con la sartén?

—Pues al año siguiente la usamos para hacer unos mejillones al vapor. Cuatro o cinco mil kilos. Los sacábamos a paladas y se acabaron todos. Y luego la vendimos para chatarra y el dinero se lo dimos a Cáritas.

—Usted estudió en Santiago. Allí, algunos estudian...

—...Y otros no. Es como los pimientos de Padrón, ja, ja.

—¿Qué tal le pintó?

—Muy bien. Todo el mundo dice que su época fue la mejor, pero yo creo que fue la mía. A nivel de ocio, las discotecas empezaban a despuntar y socialmente era un momento convulso. Yo entré en el año 1969. Los estudiantes eran muy combativos y siempre estábamos mirando hacia atrás por si tenías que echar a correr. Había un gran ambiente. Tuve de profesor a Beiras. Era una delicia escucharlo... cuando no se enfadaba mucho. Nos hicimos amigos.

—¿Tenía usted inquietudes políticas?

—No. Tenía un poco de miedo. No quise dar el paso a hacer fotocopias, repartirlas... Participaba en las huelgas de estudiantes y eso, pero no me metí en aquellas células.

—Es el momento del amor. ¿Se enamoró mucho?

—En Santiago sí. Son los mejores momentos de la vida.

—Hábleme del fútbol.

—Para mí fue siempre una pasión. Yo jugaba de pequeño aunque, sería por mis características, nadie quiso ficharme. En el Bergantiños no conseguí quedarme. Solo media temporada en el Baio. Nos daban el bocadillo y de vez en cuando un poco de dinero.

—¿De qué jugaba?

—De extremo. A mí me gustaba correr, aunque de aquella los puestos no estaban tan definidos. Era todo para adelante. Ni tácticas ni nada.

—Pero acabó de presidente del Bergantiños.

—Sí. He tenido dos etapas: desde 1988, hasta 1992, cuando fui vicepresidente. Jugamos aquel partido famoso contra el Rayo Vallecano en la Copa del Rey. Luego, al salir, me llamaron para presidir la asociación Xiria, de baloncesto, y balonmano. Y tuvimos muchos éxitos. Somos un referente en esos deportes. Exportamos jugadores.

—Yo a veces me pregunto por qué gente como Florentino Pérez, que lo tienen casi todo, se meten en el fútbol, donde cualquiera se puede girar hacia el palco para ponerlo verde.

—Florentino, cuando cogió el club no era tan conocido. Y un club como el Real Madrid te da mucha proyección. En mi caso no necesito el fútbol para ser conocido. Cuando empecé mi segunda etapa, en el año 2000, fue para recuperar las escuelas deportivas. Y ya llevamos 20 años con las escuelas muy asentadas. Para mí es una ilusión muy grande. Llegamos a tener 300 niños antes del covid. Entre las escuelas y la base del Bergantiños son 34 equipos. Y hemos creado dos femeninos.

—O sea, que es una labor grata. Seguiría hasta el final.

—No. Mi objetivo es el centenario, que es el año que viene. El primer presidente fue un familiar mío, Regueiro Pumpido. Así que para mí es un honor que otro Pumpido esté en el centenario.

—¿Qué es más fácil, gestionar este complejo industrial o el club de fútbol?

—El club de fútbol. Bastante más. Es más fácil y te da más satisfacciones.

—Si pudiera fichar a cualquier jugador del mundo para el Bergantiños, ¿a quién traería?

—A Angeliño, que salió de aquí y ahora está en el Leipzig.

—Aparte del futbol, ¿qué le gusta hacer con su tiempo libre?

—Estar con los amigos. Solemos hacer una comida todos los sábados, cuando coincidimos todos. Y, si se puede, tomar unos vasos los sábados por la noche. Con eso ya me alegro. Antes se podía hacer por la semana, pero ahora, tomas cuatro copas y quedas escarallado.

—¿A qué le tiene miedo?

—Nunca pienso en eso. Tal vez a la muerte.

—¿Piensa en la muerte alguna vez?

—Alguna vez.

—¿Es creyente?

—A mi manera. Uno quiere creer para que lo salven.

—También dicen de usted que es muy de Carballo. ¿Qué es eso?

—Es un sentimiento que yo no sé explicar. Pero lo notas mucho cuando se meten con Carballo.

—Dígame algo que hace mal y que le gustaría mejorar.

—El inglés no lo aprendí bien y lo he sufrido mucho después. Lo tengo en el debe.

—Dígame una canción.

—Cualquiera de la Creedence Clearwater Revival.

—¿Qué es lo más importante en la vida?

—La amistad y todo lo que esté alrededor de la amistad.