Periodismo tras la estela blanca del narcosubmarino

Serxio González Souto
serxio gonzález PONTEVEDRA / LA VOZ

GALICIA

Javier Romero presentó en Pontevedra «Operación marea negra», la crónica del primer sumergible capturado en Europa

19 feb 2022 . Actualizado a las 12:19 h.

Aunque puede leerse como una novela, Operación marea negra es, por encima de todo, el fruto de un profundo ejercicio de investigación, compromiso con la verdad, empatía y sentido de la realidad. Periodismo, en definitiva, que desde las páginas de La Voz de Galicia cultiva Javier Romero como especialista en la espinosa y siempre incómoda materia del narcotráfico. También la descripción de una intrincada labor de inteligencia policial que, al margen de frustrar el desembarco de tres toneladas de cocaína en las costas de Galicia a bordo del primer narcosubmarino capturado en Europa, proporcionó al poder judicial los argumentos necesarios para poner a buen recaudo a sus porteadores y a quienes trataron de echarles un cable desde tierra. Solo a ellos, porque los peces gordos son escurridizos y acostumbran a nadar mucho mejor en la sombra. Por fin, un homenaje implícito a los reporteros veteranos, pioneros del oficio que, como Julio Fariñas, picaron piedra en las rías cuando a los señores de la mercancía blanca se les saludaba todavía sombrero en mano, como a los principales de la parroquia.

Muchos buenos conocedores de este mundo acudieron anoche al salón de actos del Museo de Pontevedra para asistir a la presentación del libro, que organizaban Penguin Random House y la librería Cronopios. En la mesa, además del autor, un puñado de amigos y compañeros que convirtieron el acto en una reflexión conjunta, no ya sobre el narcotráfico o los tópicos que tan bien funcionan más allá del Padornelo, sino acerca del periodismo y de la propia condición humana.

La fascinación malsana pero genuina que suscitan Agustín Álvarez y los primos Manzaba, los tres tipos que embarrancaron el narcosubmarino Che en la ría de Aldán en la madrugada del 24 de noviembre del 2019, después de una travesía que había comenzado 27 días antes en el Amazonas. Tres hombres encerrados un mes en un retrete que apestaba a gas, cocaína y combustible, sentados sobre tres toneladas de cocaína mientras chapoteaban en un charco de aceite y agua, y sorteaban temporales, el paso de titánicos mercantes y la red policial que se tejió para caer sobre ellos en cuanto su prodigiosa embarcación asomase el hocico más de un palmo. Los lazos y obligaciones de la amistad, esa especie de Stand by me reptilesco que introdujo en la ecuación final a la pandilla de Agus.

Toda gran aventura es un viaje en pos de un tesoro, que cambia a su protagonista. La insana proeza del piloto y sus compinches acaba, por el momento, en una celda, contando telarañas. La de Javier Romero, frente a un teclado.