Una generación en la cuneta tecnológica

GALICIA

ANGEL MANSO

Casi 740.000 gallegos mayores de 55 años no tienen ninguna competencia digital para descargar el certificado covid, hacer la renta o reservar un taxi. Los problemas para utilizar la banca por internet han destapado un problema más intenso

06 nov 2022 . Actualizado a las 19:53 h.

Pontevedra estrenó esta semana un taxi con recorridos preestablecidos bajo demanda. Coche a punto se denomina, para acercar a los habitantes de las parroquias al centro. Las personas mayores son parte del público objetivo. Pero en la prueba piloto del sistema impulsado por el Concello los dos usuarios de más edad dejaron claro que el darse de alta en la aplicación de telefonía móvil y reservar plaza por esa vía les resultaba un requisito insalvable. «Iso non é para nós. É coma os bancos, precisamos atención persoal», advertía un hombre de poco más de 70 años.

En una necesidad básica como pedir un taxi, esa experiencia les retrató ante un mundo que gira inexorablemente a ritmo digital. La relación con la banca se encamina cada vez más por esa vía, pero también la obtención del certificado covid, la petición de citas médicas, los trámites ante las administraciones, la reserva de billetes de transportes, las compras, las cartas de los restaurantes... un canal que se ensancha al mismo ritmo que disminuye el número de ventanillas en las que conseguir una atención presencial.

A ese muro se enfrentan a diario 739.707 gallegos mayores de 55 años y menores de 74 que confiesan no tener ninguna competencia digital o que es baja. Pero es que otros 79.000 señalan que solo se defienden con operaciones básicas. El 57 % de los gallegos entre ambas franjas de edad o no saben o son altamente dependientes de terceros para hacer frente al mundo digital y solo un 13 % aseguran que sus conocimientos son avanzados, según una encuesta realizada por el INE y desagregada por la Axencia para a Modernización Tecnolóxica de Galicia (Amtega). 

«Tenemos que mejorar las aplicaciones y la tecnología, apostar por un concepto de usabilidad mayor para que la digitalización no sea limitante», reconoce Fernando Suárez, presidente del Colexio Profesional de Enxeñaría en Informática de Galicia. Pese a su puesto y profesión advierte que hay que dar alternativas válidas a las generaciones más alejadas por edad del uso de internet y medios basados en la red. «Hay que acompañarles presencialmente y seguir dándoles la posibilidad de una llamada», dice. Hay que exprimir más el teléfono y la televisión como medios de comunicación. «No se debería de dejar a nadie atrás, porque de lo contrario internet, que ha sido un elemento democratizador de la sociedad, podría convertirse en una barrera insalvable para esta parte de la población».

La Federación Galega de Asociacións Universitarias Sénior (Fegaus) ha abierto su página web a todo el mundo, pero especialmente a los mayores, con cursos básicos gratuitos: tramites digitales desde cero, cómo organizar tu correo, uso práctico de Whatsapp, Amazon paso a paso o cómo usar tu ordenador. Todo ello se explica para los que no se mueven con facilidad ante la pantalla. Lo siguiente en cartera es ir a explicar a 34 concellos cómo funcionan los cajeros automáticos de las entidades financieras. «Que desaparezcan las sucursales de los pueblos es un problema grandísimo y por eso queremos instruir en cómo ingresar dinero, retirarlo, pagar impuestos, hacer operaciones con el móvil... la gente puede quedarse aislada si no sabe hacerlo», lamenta Alejandro Otero Davila, presidente de esta organización que se extendió desde Vigo al resto de España.

Cursos presenciales y en línea, también para los centros gallegos en el exterior marcan la agenda inmediata de Fegaus. «El consejo que yo daría, ante todo, es que los mayores tenemos que socializarnos, no aislarnos, aprovechar nuestra experiencia, y más ahora que va a empezar a llegar una nueva generación de jubilados que va a ser la más preparada de la historia, la que fue a la universidad en masa y que tendrá unos 30 años aún por delante», dice Otero, que tras retirarse laboralmente ha pasado diez años estudiando en la universidad. «Veo a mayores dormidos, dejando que se pierda su formación, conocimientos y experiencia, y eso lo tenemos que canalizar también a hacer más fácil el acceso de la gente de nuestra generación a las tecnologías», considera. «Lo primero que hacemos es enseñar la utilidad de las cosas. Conectamos a un abuelo por videollamada con su nieto en Argentina y le enseñamos a repetirlo, que vean que es así de fácil».

Tener conocimientos digitales no garantiza sacar partido a las tecnologías. Lo atestigua Santiago González Avión, sociólogo y experto en exclusión social y diversidad cultural. «O grupo social con máis problemas é o dos maiores, claramente, e máis os do rural. Pero hai un fenómeno de falla de alfabetización tamén en parte dos nativos dixitais», mantiene. Se refiere a que muchos jóvenes se mueven por Tik Tok, Instagram o Whatsapp con absoluta soltura, «pero non saben desenvolverse ca burocracia dixital, empregar o certificado dixital, a Chave 365 ou cubrir un formulario. É unha dixitalización de ficción», cree González Avión, quien advierte que la brecha tecnológica puede abrir también una mayor zanja de clases. «Non se pode dar por sólida en ningún segmento de idade a relación persoa-máquina», advierte, pero se teme que se esté dando por criterios de ahorro empresarial.

La Xunta se fija como objetivo que en el 2025 el 70 % del censo logre un uso básico

La estrategia digital de Galicia aprobada por la Xunta establece como objetivo que el 70 % de los gallegos tengan competencias digitales básicas en el 2025. A través de la Red de Aulas CeMit (Centros para la Modernización y la Inclusión Tecnológica) la Administración autonómica pretende formar a 45.790 personas. Sus responsables subrayan que desde el 2011 han impartido 456.000 horas de formación a 104.110 personas, de las que un 59 % fueron mujeres, y el 22,7 % del total personas de entre 45 y 54 años y otro 27,5 superan los 55.

La Axencia para a Modernización Tecnolóxica de Galicia apunta que la irrupción de la pandemia le ha llevado a reforzar la formación en herramientas de comunicación digital, lucha contra la soledad, pensamiento positivo, empleo de internet en dispositivos domésticos o en banca electrónica, evitando engaños.

El miedo a estos últimos fraudes no está justificado por un número significativo de casos a gente mayor, mantiene el fiscal de Delitos Informáticos de A Coruña, Luis Vázquez. «Lo habitual sigue siendo a través de una llamada o presencialmente. Les piden que les den el número de cuenta o la tarjeta para una oferta en el contrato de la luz, teléfono u otros servicios. Es mucho más sencillo engañarles que utilizar sofisticados programas informáticos», dice. Advierte igualmente del peligro potencial que representa que empleados de una gestoría accedan al certificado digital de una persona, o dar la fotocopia del DNI. «Nadie le da importancia, pero la tiene», avisa.

La exclusión de la banca a los mayores, el detonante que llevó el problema a la agenda política 

La brecha que el avance rápido e imparable de la digitalización está suponiendo para determinados colectivos no es nueva. Sin embargo, ha sido en las últimas semanas cuando realmente ha irrumpido en la agenda política. Y lo ha hecho a caballo de una campaña en línea de recogida de firmas puesta en marcha por un médico valenciano jubilado para denunciar la exclusión de la banca a las personas mayores. Bajo el elocuente lema Soy mayor, no idiota, Carlos San Juan ha logrado hasta el momento más de 600.000 adhesiones y un clima social que ha forzado a la banca —espoleada por la exigencia de la vicepresidenta primera y ministra de Economía— a revertir algunas de las medidas que, como la reducción de horarios para la atención personal en las oficinas, más lesivas han resultado para los clientes de mayor edad. 

Cierre de oficinas

El origen del problema. El proceso de concentración bancaria que comenzó con la última crisis financiera provocó un importante ajuste en la red de sucursales. Y este cierre de oficinas —en el último año en Galicia bajaron la persiana un 15 % y casi un 40 % desde el 2015— es el origen del problema para los mayores porque, o bien tienen que desplazarse a otros municipios o, en su defecto, se han visto obligados a usar cajeros automáticos o aplicaciones de banca electrónica, cuyo funcionamiento desconocen o les resulta complejo sin ayuda. 

Falta de atención

El avance de la clientela digital. Las entidades financieras justifican la necesidad de reducir su red de sucursales y los horarios y modos de atención personal por un doble motivo: la necesidad de mejorar su cuenta de resultados (años de tipos ultrabajos le han dado un buen mordisco a la rentabilidad del negocio) y adaptarse a las preferencias de los clientes, que cada vez más optan por canales digitales para operar. La consecuencia es la exclusión financiera de quienes carecen de competencias digitales, como es el caso de los más mayores —aunque no solo de ellos, según confirman las encuestas—, y que se agudiza en el medio rural. 

Denuncia

Campaña en internet. Padecer tal situación fue lo que llevó a Carlos San Juan a lanzar la campaña Soy mayor, no idiota. Con ella pedía el apoyo para «humanizar» el trato que los bancos dispensan a los mayores. El eco social fue tan amplio, que este miércoles viajó a Madrid para registrar 600.000 firmas en el Ministerio de Economía y en el Banco de España. La campaña de recogida continua, pero la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, le confirmó a San Juan personalmente que la banca atendería sus demandas. 

Mediación política

Calviño empuja a la banca a resolverlo. A finales de enero, la ministra se reunió con las patronales bancarias (AEB, CECA y Unacc) para abordar el problema expuesto por el sector de mayor edad. Los emplazó a, en el plazo de un mes, presentar un plan de medidas eficaces para atender al colectivo. 

Plan de actuación

Tendrán atención preferente en las entidades. Dado que esta última ola de descontento es un torpedo más contra la frágil reputación de las entidades financieras, estas se han apresurado a anunciar que tomarán medidas, entre ellas, ampliar de nuevo el horario de las oficinas hasta las 14 horas o disponer de atención especializada, personal y preferente para los sénior.

El sociólogo Eleder Piñeiro imparte clases sobre aspectos socioeconómicos de la vejez en la Universidade da Coruña
El sociólogo Eleder Piñeiro imparte clases sobre aspectos socioeconómicos de la vejez en la Universidade da Coruña CESAR QUIAN

Eleder Piñeiro, experto de la Udc en economía y mayores

«La tecnología puede unir, pero no se le puede imponer a nadie»

Este sociólogo sugiere no sobredimensionar lo digital y facilitar el aprendizaje para reducir la brecha con los mayores

Eleder Piñeiro (A Coruña, 1983) es sociólogo y profesor en el máster de Políticas Sociais de la Universidade da Coruña, en donde imparte Aspectos socioeconómicos de la vejez. Una de las ideas que utiliza en sus clases para explicar la brecha tecnológica con los mayores es la de los nativos y extranjeros digitales.

—¿A qué se refiere cuando habla de inmigrantes digitales?

—Son términos que surgen en torno a los años 2000, justo cuando empiezan a despuntar las redes. Ahí empieza a generarse un paisaje en el que hay gente que ya nace con su aparatito tecnológico debajo del brazo y otra que no, lo que nos acaba llevando a vivir esa llamada brecha digital.

—Esa idea asume que la tecnología es fundamental en el día a día de las personas.

—Ese es un poco el problema. No hay que sobredimensionar lo tecnológico porque al final es un medio más, al igual que lo fue el arco o el fuego en su día. O el propio automóvil. Estamos dando por supuesto que el ciudadano ideal es el que sabe cómo funciona la tecnología e internet. Cada vez se escucha más «abuelo, no te enteras» o «abuela, ¿cómo no tienes redes sociales?». Esas ideas actúan como sanciones morales. La tecnología puede unir, porque muchos mayores socializan enseñando la foto de su nieto en el móvil, pero no se le puede imponer a nadie. Quizá haya jubilados que después de una vida de trabajo no tengan ganas de formarse en el uso de estas tecnologías y prefieran jugar al dominó o aprender a tocar la guitarra.

—Muchos mayores se quejan de esa imposición de lo tecnológico.

—Lógicamente esa brecha se presenta en su vida diaria de muchas formas. Sin ir más lejos, el otro día un club de fútbol pidió a sus abonados que sacasen la entrada por internet para ir a ver un partido. Pues socios de toda la vida, quizá con más dificultades digitales, tuvieron que hacer cola y otros seguramente se quedaron sin ir al estadio. Esas desigualdades se están agrandando.

—¿Por qué aumenta esa brecha?

—Los mayores viven cada vez más. Algunos no tienen redes humanas, por lo que están desconectados de muchas cosas, como lo digital. Las tecnologías son lenguajes que hay que aprender, cuando caes en un ecosistema que eclosiona de golpe y en el que no habías vivido nunca, como le pasa a los mayores.

—A veces parece que la sociedad se olvida de esas dificultades.

—En mis clases me gusta decirle al alumnado que se fije en el ritmo de un semáforo para entender la tecnología. ¿Puede cruzar todo el mundo al mismo tiempo? A lo mejor alguien necesita ayuda porque va en silla de ruedas o con muletas. Puede suceder con niños de tres años y con señores de 93, que lógicamente es lo más habitual. En ese sentido, la tecnología es un poco como una ciudad: da por supuesto que todos estamos ágiles y podemos cruzar sin ayuda. Por otro lado, hoy todo pasa por tener un móvil cargado y conectado a internet, pero mucha gente no puede costeárselo, por lo que el acceso está restringido. Y si nos lo imponen como un deber diario, quizá habría que facilitarlo.

—¿Cómo se pueden corregir esas desigualdades?

—Necesitamos fortalecer los espacios cívicos y facilitar el aprendizaje en más ámbitos, como los centros de día. Nuestro estado de bienestar está algo cojo y los cuidados recaen sobre las familias, concretamente sobre las mujeres, que no siempre llegan a todo porque tienen otras ocupaciones.