Por dentro, el parador es una enorme galería de arte, en los matices y en los grandes detalles. Empezando por el concepto decorativo denominado Natura, a cargo de dos empresas gallegas, una de A Coruña y otra de Ordes, basado sobre todo en la naturaleza, con los colores que más la identifican (arena, mar...), y sin olvidar elementos como los toxos (verde, amarillo). Incluye «formas orgánicas», explica Castro: mesas o alfombras redondeadas que evocan las olas, o los bolos de los coídos. Hay encaje, olería de Buño. Una escultura en el ascensor, Ocaso, que cambia de luz de arriba a abajo, del amanecer a la puesta de sol. Otra recuerda a los secaderos de congrio de Muxía, y el sofá de la recepción, a la Pedra de Abalar. Las muestras escultóricas son de Leiro, Manolo Eirín, Álvaro de la Vega... Las cinco suites incluyen trabajos de geometría abstracta. Hay fotografías que hablan del mar y de la emigración: Ruth Matilda Anderson, José Suárez, Caamaño, Ferrol, Vidal, Sendón... Cartas náuticas de toda la costa, de Lariño a Caión, con habitaciones identificadas con puntos de la Costa da Morte. Pueden verse mapas con los naufragios más destacados o información sobre todas las rías en cada planta. El parador es, en sí mismo, un gran museo de la Costa da Morte.
Y si la ocupación ha sido magnífica en los meses en los que ha estado abierto este 2021, a partir del 1 de abril puede ser incluso mejor. Ya hay numerosas reservas cerradas, especialmente de eventos, convenciones, actos especiales que llenan los fines de semana. El segundo año del Xacobeo seguirá tirando mucho, apunta Castro, como ya lo hace el Camiño a Fisterra y Muxía o rutas de gran atracción como el Camiño dos Faros. Y se espera un regreso paulatino de los visitantes extranjeros, un activo fundamental de Paradores, aunque eso ya dependerá de cómo evolucione la situación sanitaria, los requisitos de viaje o los trabajos de los turoperadores. Desde la primavera se sabrá.