Carmela López
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M. Arroyo
A finales del pasado verano, vecinos de la parroquia de Ombre, en el municipio de Pontedeume, en las inmediaciones del parque natural de las Fragas do Eume, comenzaron a detectar pequeños robos de comida en sus viviendas. Causaron sorpresa a los afectados porque el ladrón, o los ladrones, solo se llevaba fiambre, conservas, galletas o latas de cerveza, sin tocar otros efectos de valor que estaban a la vista.
A medida que se iban sumando más y más viviendas asaltadas —como mínimo se cuentan 14—, los vecinos comenzaron a preocuparse. Y al poner en común lo ocurrido, los afectados pusieron el foco en una casa de la zona, propiedad de una mujer inglesa que lleva dos años sin venir a causa de la pandemia, que había estado ocupada ilegalmente al menos unos días. Las sospechas se centraron en un hombre desconocido, de unos sesenta años y con una significativa cojera que algunos vecinos habían visto a horas intempestivas por pistas rurales y que a finales de agosto había realizado una compra de comida por 50 euros en la tienda del pueblo, a la que llegó a pie y se fue de la misma manera.