María José Pérez Pena: «Fui la primera jueza gallega que hubo en Galicia»

José Manuel Pan
José Manuel Pan REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

La magistrada Pérez Pena, este viernes en la biblioteca de la Audiencia Provincial de A Coruña.
La magistrada Pérez Pena, este viernes en la biblioteca de la Audiencia Provincial de A Coruña. EDUARDO PEREZ

La magistrada empezó a ejercer en 1978. Ahora, 43 años después, se prepara para jubilarse

05 dic 2021 . Actualizado a las 15:20 h.

Discurría 1978, empezaba a despertar la democracia y una chica de Sada de veintipocos años se plantaba en Amurrio para tomar posesión de su primer destino como jueza. Eligió la localidad alavesa porque los antepasados de su madre habían vivido en el País Vasco y quería conocer sus orígenes. Acababa de aprobar la oposición para jueces. «La de jueces y la de secretarios. Me presenté a las dos oposiciones por si suspendía alguna». María José Pérez Pena, magistrada de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de A Coruña, habla con pasión de su trabajo, pese a que «es una profesión en la que no haces amigos». Lo dice porque las resoluciones de un juez difícilmente contentan a todas las partes. Se lo recordaba siempre su padre, Manuel Pérez Rivas, reconocido fiscal que ejerció en Santiago, Tenerife y en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia. «Mi padre me decía: ‘Este no es un trabajo para que te aplaudan. No estamos para hacer amigos'». Pero ella sostiene que la labor que hace un juez es «impresionante, sobre todo cuando puedes ayudar a los menores», asegura la magistrada. «Eso sí, esta es una profesión totalmente vocacional y hay que trabajar mucho. El juez siempre se lleva trabajo para casa. No hay horarios», advierte.

Ahora, 43 años después, la magistrada Pérez Pena hace balance de una vida intensa en la judicatura que ahora llega a su fin. Se jubila el próximo enero. «No me lo puedo creer. El otro día me lo recordó Castroverde [el presidente del Tribunal Superior] y me resultaba raro. Es un trabajo en el que me siento muy a gusto», afirma mientras le echa agua con una botella de plástico a una de las plantas del despacho.

En Amurrio estuvo apenas cuatro meses, suficientes para sufrir la explosión, de noche, de una bomba en el edificio de los juzgados. De allí se vino para Corcubión. «Fui la primera jueza gallega que hubo en Galicia, y no hubo ninguna más durante cuatro años. Cuando aprobé la oposición, ese año entramos solo cuatro juezas en España. Nos llamaban las del norte: éramos una gallega, una vasca, una asturiana y una catalana». Nada que ver con lo que sucede en la actualidad, pues en la carrera judicial hay más mujeres que hombres (en Galicia hay 199 juezas y 138 jueces).

Doña María José, o señoría, como la llaman en el juzgado, asegura que en algunas ocasiones se sintió discriminada por ser mujer, y aún guarda recortes de prensa en los que eso era noticia. «Aparecía cada juzgado con el nombre del juez, pero en el mío no salía mi nombre, solo decían que el juzgado lo serviría una mujer». Y reconoce que cuando llegó a Corcubión, su presencia no pasó desapercibida: «Llegó una chica joven, y jueza, a un pueblo pequeño donde todos se conocían...».

«Nunca había visto un muerto»

Lugo fue su siguiente plaza, a la que llegó ya con la categoría de magistrada. Empezó en un juzgado de distrito: «Eran juzgados mixtos, en los que veías de todo. Era lo que a mí me gustaba, aunque en esos juzgados también ves lo peor de la sociedad». Aún recuerda la primera vez que acudió al escenario de un crimen: «Asistí a un levantamiento del cadáver de un hombre mayor al que su nieto había degollado. Allí me presenté yo, que nunca había visto un muerto. Y tenía que mostrar entereza. Pero aquello me impactó mucho».

La soledad del juez

Es la parte oscura de la profesión. Esa en la que te llevas el trabajo a casa. «Pasas muchas noches sin dormir, por la responsabilidad de tus decisiones. Es lo que llaman la soledad del juez. Es lo peor. Tienes que tomar decisiones y tienes que hacerlo tú. No puedes salir al pasillo y preguntarle a los funcionarios a ver qué harían ellos. No puedes hacer eso. Eres tú la que conoces las pruebas y la que tienes que resolver de acuerdo con tu conciencia. Y eso es tremendo, sobre todo en un juzgado, donde solo hay un juez». Es distinto en su actual puesto. La Audiencia es un órgano colegiado, donde son tres los magistrados que examinan las pruebas y los que toman las decisiones. Pero siempre tras un debate y tras enfrentar las posturas de cada uno. «A partir de ahí decidimos entre los tres, y si alguno no está de acuerdo redacta un voto particular, pero lo hablamos entre los tres».

A la Audiencia Provincial de A Coruña llegó tras pasar por el Juzgado de Primera Instancia número 7 de la ciudad. «Pedí A Coruña cuando enfermó mi madre y ya me quedé aquí». Presume de ser optimista y de tener buena relación con los funcionarios de los juzgados en los que ejerció, y en los que ahora hay muchos más medios. Ha pasado mucho tiempo desde aquel 1978 de su primer destino. «A las juezas nuevas les cuento cómo eran las cosas hace cuarenta años y me llaman troglodita. No había fotocopiadora y las sentencias se redactaban en máquinas de escribir con papel de calco. Y si eran muchas las partes había que escribir la misma sentencia varias veces». Recuerda eso mientras señala la moderna fotocopiadora que tiene ahora en su despacho de la remodelada fábrica de tabacos que ahora es sede de la Audiencia de A Coruña.

Lleva varios días preparándose para la jubilación. Le va a costar porque disfruta de su trabajo, en el que ha visto de todo. Por eso tiene grabado cómo hay que ejercer la Justicia: «Debes ser consciente de que el poder que tienes como juez es solo para cumplir la ley. Nada más».