Alberto Blanco, exalcalde de Muxía: «O fuel non se limpou con pancartas»

GALICIA

JOSE MANUEL CASAL

Del tiempo libre, de su nieto y de la pesca disfruta ahora el que fue alcalde de la zona cero del Prestige, Muxía, cuando se hundió el petrolero. «Ese barco -recuerda- nunca tivo que ter zarpado»

18 nov 2021 . Actualizado a las 08:14 h.

Las buenas noticias no se comunican a las ocho de la mañana. Pueden esperar. Por eso Alberto Blanco supo que aquella llamada tempranera que recibió el 14 de noviembre del 2002 no auguraba nada bueno. Marea negra, marea blanca, solidaridad, pérdidas, unidad, Nunca máis, descoordinación, apoyo, catástrofe ecológica, visibilidad internacional... Todo eso llegó. «Entre a traxedia e a oportunidade» pivotó el desastre del Prestige, que tiñó de negro el litoral gallego al tiempo que puso la Costa da Morte en el mapa. Alberto Blanco, ahora jubilado y retirado de la primera línea política, era entonces el alcalde de la zona cero de la catástrofe: Muxía.

La imagen de él acompañado por otros políticos y por el cura contemplando el panorama desde el santuario de A Barca, como pidiéndole un milagro a la Virgen, dio la vuelta al mundo. «Pasei moitas noites sen durmir, pola angustia de non saber que facer, pola ausencia dun protocolo que seguir e porque houbo quen quixo sacar proveito desa desgraza. O Prestige non debería ter zarpado nunca, pero ningún político tivo a culpa do que sucedeu», rememora Blanco, que aunque a él la tragedia no le pasó factura a nivel político (revalidó la mayoría que tenía con el PP), sí lo hizo a nivel personal: «Eu non tiña hipertensión antes de todo iso», dice.

Con un tractor y una pala, y tras gastar «un dineral» en el poco material que pudieron conseguir en los comercios de la zona, se echaron a las playas a tratar de limpiar el chapapote y minimizar los daños. «Aquí naceu o dos monos brancos, en Muxía, porque era ao que tiñamos acceso nese momento», recuerda. Enseguida surgió el movimiento Nunca Máis y llegaron las manifestaciones, pero Alberto cree que no era el momento: «O fuel non se limpou con pancartas. Naquel momento había que arrimar o ombreiro e remar todos na mesma dirección».

De aquellos días negros se queda con la «rapidez e axilidade» con la que actuó el Gobierno central e incluso la Xunta —pese a no compartir algunas decisiones— y con la oleada de solidaridad sin precedentes recibida en la Costa da Morte. «Foron moitos miles de persoas os que aquí chegaron, unha marea de voluntarios aos que nunca deixaremos de agradecerlles o traballo que fixeron. Fálase moito da xuventude, pero cando realmente se lle necesita, aí está».

Blanco fue alcalde durante doce años tras haber trabajado como administrativo en el sector de la madera. Ahora está retirado y disfruta de una vida apacible, tranquila, «sen a presión de antes» y gozando de su pequeño nieto, que es «marabilloso». Ahora también tiene tiempo para la que ha sido siempre una de sus mayores pasiones, la pesca, que practica desde los 13 años. «Vou polo litoral, e así fórzome a camiñar algo», dice.