Así era Galicia cuando el Prestige tiñó de negro su costa, y así es 19 años después

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

A la izquierda, protestas en Irlanda por el acceso de la flota gallega y el expresidente Fraga junto al exministro Cascos. A la derecha, Iván Raña firma autógrafos, banderas de Nunca Máis y peones en una obra
A la izquierda, protestas en Irlanda por el acceso de la flota gallega y el expresidente Fraga junto al exministro Cascos. A la derecha, Iván Raña firma autógrafos, banderas de Nunca Máis y peones en una obra

La sociedad gallega era entonces más joven, tenía menor poder adquisitivo y disfrutaba del éxito deportivo de Iván Raña y los dos grandes equipos de fútbol de la comunidad. Había mas bodas, menos defunciones, y se muere por causas distintas. Esta es la radiografía de noviembre del 2002 y noviembre del 2021

13 nov 2021 . Actualizado a las 17:58 h.

Galicia ya miraba al mar mientras una bomba de relojería con bandera de Bahamas se acercaba a su litoral cargando con 77.000 toneladas de fuel. Los pesqueros irlandeses bloquearon aquella semana de noviembre la entrada de la flota gallega a sus aguas, agudizando una crisis comunitaria en la que el Gobierno español denunciaba que la protección de la zona era contraria al principio de libre comercio en la Unión Europea. La mirada al mar salpicaba también al cine, con la elección de Los lunes al sol, el drama laboral rodado en Vigo y protagonizado por Nieve de Medina, Luis Tosar y Javier Bardem, para representar a España en los Oscar.

La precampaña de las municipales del 2003 arrancaba entonces con la mirada puesta en Argentina, adonde viajarían políticos de la comunidad como el socialista Emilio Pérez Touriño y los populares Xesús Palmou y Ana Pastor a la caza del voto emigrante, además de otros 16 alcaldes a lo largo del año. Una de cada diez papeletas se repartían en el extranjero. En clave interna, los también populares Cacharro y Baltar pedían un relevo democrático a Manuel Fraga, que recientemente se había referido a su sucesión al frente del partido, mientras el Parlamento debatía sobre cómo articular la llegada de la alta velocidad ferroviaria a Galicia, que desde julio estaba por fin conectada a Madrid por autovía tras la inauguración del último tramo de la A6 en Os Ancares.

El deporte gallego brillaba en aquella época. El ordense Iván Raña se proclama campeón del mundo de triatlón en Cancún, con solo 23 años. En el fútbol, Galicia paseaba su nombre por Europa con la victoria del Deportivo en San Siro contra el Milán para pasar a octavos de final de la Champions, y el Celta pasaba de ronda en la UEFA en Noruega con el actual entrenador, Chacho Coudet, como titular.

Varias páginas publicadas en La Voz de Galicia en los días previos a la catástrofe ecológica del Prestige
Varias páginas publicadas en La Voz de Galicia en los días previos a la catástrofe ecológica del Prestige

Esa misma semana, al otro lado de la Península, coincidían en el Palau Sant Jordi de Barcelona Eminem, Pierce Brosnan, Linkin Park, Kylie Minogue y Robbie Williams con Sara Montiel o Las Ketchup (las del Aserejé) a cuenta de los premios MTV. En la televisión triunfaba Operación Triunfo con su segunda edición (en la anterior resultó ganadora Rosa López, que representó en 2002 a España en Eurovisión) y series como Cuéntame, Ana y los siete o CSI. David Civera, Juanes, Bisbal y, de nuevo, Las Ketchup, pusieron la música aquel verano. En noviembre, las canciones más escuchadas eran de Paulina Rubia y el dúo ruso t.A.T.u. El libro más vendido ese año fue la trilogía de El Señor de los Anillos, coincidiendo con el estreno de la película Las dos torres.

En Oriente Medio se empezaba a cocinar la guerra de Irak, con el entonces dictador Sadam Huseín respondiendo que aceptaba la «injusta» resolución de la ONU sobre las inspecciones de armas del régimen, mientras el presidente estadounidense George Bush presentaba un plan de ataque sobre Bagdad con 250.000 soldados. La principal noticia esos días en Galicia era la investigación sobre un caso que no se ha resuelto aún: la autoría del asesinato del director de calidad de Pescanova y su esposa con una bomba colocada en la puerta de su chalé. 

Todo cambió el miércoles 13 de noviembre. A las 3 y cuarto de la tarde, un petrolero a la deriva envía una señal de SOS a 50 kilómetros del cabo Fisterra con la amenaza de irse a pique por una vía de agua en el casco. Quince minutos después, el temporal que azota la comunidad empuja una grúa de 40 toneladas que se desploma sobre varios tejados de la calle Real de A Coruña y termina con la vida de dos mujeres que superaban los 70 años. Ambos sucesos podrían abrir el periódico al día siguiente. La elección para la primera de La Voz el jueves 14 es una imagen del petrolero, escorado unos 45 grados y con la mitad de su cubierta sumergida por las olas. Un titular a cinco columnas habla por primera vez de marea negra y alerta del desastre ecológico que cubrirá la costa gallega. El Prestige copará las portadas del periódico, cada día, durante meses.

Este sábado se cumplen 19 años de todo aquello. Del qué hacer con el petrolero y de su hundimiento, de los hilillos de plastilina y de los cientos de miles de voluntarios recogiendo chapapote, del Nunca Máis y del Plan Galicia. La efeméride coincide con la llegada próxima del AVE, esta vez sí, que se debatía entonces en el Parlamento.

La composición de la cámara autonómica es otro elemento que se ajusta, relativamente, al actual. El PP gobierna hoy con un diputado más y el BNG es, como entonces, segunda fuerza, aunque con dos escaños más que entonces. De aquel período conservan sus asientos tres populares: Diego Calvo, Corina Porro y Miguel Santalices. Alberto Núñez Feijoo y Ana Pontón entraron tiempo después en el Pazo do Hórreo en esa legislatura.

Aquella era una Galicia más joven, menos dependiente de los servicios y con menor poder adquisitivo. El salario medio bruto roza hoy los 1.890 euros, según los datos del Instituto Nacional de Estadística para el último trimestre. En el 2002 eran 1.100, que ajustados al IPC son unos 300 euros menos que ahora.

La burbuja inmobiliaria engordaba en aquellas fechas. La sociedad de tasación Tinsa, líder en el sector, calculaba entonces que el precio por metro cuadrado de una vivienda en Galicia era de 903 euros, 188 euros menos que en la actualidad. La hemeroteca de La Voz permite echar un vistazo a los precios que se pagaban entonces por las cosas. Un anuncio de Citroën expone al Saxo como su coche más económico, por un precio de partida de 8.533 euros, desglosando entre paréntesis la equivalencia en pesetas: 1,4 millones. El C5 es el más caro de la gama, por 15.390 euros -21.869 euros al cambio actual-. Se oferta también un ordenador de mesa con «un precio insuperable» de 1.200 euros (1.705 euros con el aumento de precios) y disco duro de 40 gigas -un teléfono móvil cuenta de serie con entre 64 y 128 gigas de almacenamiento hoy en día-.

La agricultura y la pesca pesaban entonces el doble. Más de 139.000 gallegos se dedicaban entonces al sector primario, el 12,8 % de los trabajadores frente al 6,4 % actual. Los obreros en la construcción eran también el doble, el 12. El sector servicios, que emplea hoy al 71,8 % de la población según los datos de la Encuesta de Población Activa, apenas englobaba a la mitad de los gallegos. El paro era un punto superior al 10,23 % actual.

En la comunidad vivían 35.500 personas más que en el 2021. Esos 2,73 millones de habitantes eran, en conjunto, más jóvenes. La media de edad era cinco años inferior a los 47,7 actuales. Nacía más gente y moría menos. El saldo vegetativo, la diferencia entre estos dos fenómenos demográficos, lleva siendo negativo desde hace más de 30 años. La resta era entonces de 9.026 muertos más que nacidos; en el 2020, primer año de la pandemia, esa diferencia fue de 17.610.

El envejecimiento de la población gallega provoca que los vecinos de la comunidad mueran por causas distintas. Los últimos datos del INE sitúan a la demencia como principal responsable de las defunciones, atribuyéndose al deceso de unas 2.500 personas. Hace 19 años, este trastorno ligado a la elevada edad de los pacientes era tres veces inferior. Las enfermedades cerebrovasculares fueron en el 2002 la causa más común, con 3.102 muertes. El coronavirus acentuó también el progresivo declive del número de bodas, que tocó un mínimo histórico en el 2020 al celebrarse solo 5.796. 

Los censos electorales de la época sitúan en más de 280.000 el número de gallegos en el extranjero. Hoy superan el medio millón, si bien se contabilizan a través del Padrón de españoles residentes en el extranjero (PERE), que incluye a personas con otras nacionalidades. La crisis política y económica en varios países latinoamericanos, especialmente Argentina, provocó un importante flujo migratorio desde el extranjero. Llegaron 18.186 personas, casi 4.000 más de las que lo hicieron el año pasado. Hacia otros países se marcharon entonces 4.193 gallegos, por 6.139 que se fueron en el 2020. 

Ricardo García Mira: «La catástrofe unió a los gallegos y les dio un sentimiento de pertenencia a la comunidad»

CESAR QUIAN

El catedrático de psicología social de la Universidade da Coruña, Ricardo García Mira (A Coruña, 1956), trató de dar respuesta a lo que había supuesto para Galicia la catástrofe desde el punto de vista de las ciencias sociales con Lecturas sobre el desastre del Prestige, un extenso trabajo en el que participaron expertos en derecho, economía, política o medioambiente. Para García Mira, el caos comunicativo del Gobierno central, tratando de restar importancia al impacto de aquel petrolero a la deriva, provocó una movilización social clave para la recuperación de la catástrofe.

—Habla de solastalgia, un trauma que se produce al ver arrasado un paisaje por un desastre natural. ¿Cómo se instaló entre los gallegos?

—Fue un evento que trajo muchas consecuencias políticas y sociales. También culturales. En este trauma vimos cómo se elabora la mala gestión de comunicación del Gobierno. Aquella estrategia errónea, minimizando la crisis, fracturó la relación entre los ciudadanos y el Ejecutivo. Lo normal en un catástrofe es que el ciudadano espere una intervención efectiva, pero en este caso no se dio así. En teoría de la comunicación de crisis, la honestidad, la transparencia y el control del mensaje son fundamentales. En aquel momento no sucedió. Los medios jugaron un papel importantísimo, especialmente periódicos como La Voz. La relación de la prensa local ante el desastre fue actuar con responsabilidad cívica, del lado de los ciudadanos. El trabajo de los periodistas ayudó a conocer lo que estaba pasando. 

—¿Que el Gobierno negase la catástrofe al principio acentuó la desconfianza sobre los políticos?

—La confianza y la credibilidad del público tiene un carácter dinámico. La base informativa que hubo ayudó a reflexionar. La respuesta colectiva de la gente, dando lugar al Nunca Máis que lideró parte de la protesta social durante el primer año, fue una gran ventaja para afrontar la crisis. Ocurrió lo mismo en Alaska con el desastre del petrolero Exxon Valdez: la protesta social fue determinante para la obtención de ayudas, como ocurrió en Galicia. O cuando ardió en el Golfo de México el pozo de BP en el 2010. Nosotros ahí enviamos información de lo que teníamos del Prestige y eso dio lugar a que la protesta se canalizase para obtener ayudas. Esto es importante porque dinamiza el problema y lo pone en su sitio, en su magnitud correcta. 

—¿Por qué esa respuesta unánime con el Nunca Máis, donde cabían personas de distintas ideologías o clases económicas?

—La respuesta del Gobierno aquí fue reducir la protesta, intentar debilitarlo. Al principio fue muy evidente el intento de minimizar el impacto del desastre. El petrolero estaba a dos millas de la costa y el presidente Aznar decía que estaba a cuarenta. La mentira no pudo dar lugar a otra interpretación. Aquello dio sentimiento de pertenencia a la comunidad, la gente se apiñó aun siendo de distintos partidos y generando esa una percepción de autocompetencia para hacer frente a sus dificultades.

 —¿Qué poso cree que ha dejado 19 años después?

—Cuando a los cinco o seis años empieza a verse todo limpio y se recupera la pesca, la gente empieza a olvidar. Además, ayudaron mucho las indemnizaciones, que también se gestionaron mal porque en algunos lugares fue dudoso a qué se destinaron. Llegó a haber quien dijo que, 'si venía otro Prestige, beneficio económico'. Hubo un impacto positivo con las indemnizaciones, la gente perdía su empleo pero recibía dinero sin tener que ir a trabajar.  

 —Según el propio Fraga, en sus memorias Final en Fisterra, el Prestige fue clave para terminar con su mandato a pesar de enfrentarse al Gobierno central. 

—El PP ya perdió votos en aquellas municipales del 2003. Fraga hizo una interpretación próxima a los ciudadanos porque era testigo de lo que estaba ocurriendo, frente la actitud de Aznar y Rajoy con los «hilillos de plastilina» que buscaban minimizar el impacto. Aquello quebró la relación de confianza que había. 

 —¿Se constató el abandono que Galicia venía denunciando de forma secular?

—Sí, y el Gobierno tardó en reconocer la cadena de errores importantes que cometió. Se trató de compensar con el Plan Galicia, que trajo cosas a priori buenas como la inversión del puerto exterior en Langosteira, consecuencia de aquella presión política. Se intentó hacer ver que Galicia no tenía que quedar marginada y sirvió para visibilizar las nulas inversiones que recibía hasta entonces.

 —El desastre se convirtió en una oportunidad.

—En una oportunidad aislada a la que le faltó continuidad. Esperemos que promesas como llevar el tren al puerto exterior de A Coruña acaben llevándose a cabo. Y que aquello que empezó motivado por un desastre no tenga que volver a darse para reclamar nuevas inversiones.

—¿Y para la sociedad, al margen de las inversiones?

 —Lo que se puede destacar de la sociedad gallega es que aquello fue una oportunidad para demostrar competencia ciudadana frente a una amenaza. Los cauces de participación y organización colectiva provocaron que las instituciones limitasen esas respuestas minimizadoras del Gobierno. Aquellos movimientos fueron básicos para la recuperación del desastre, a pesar de los intentos del Ejecutivo por fracturar estas redes sociales.

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