La decadencia de los juzgados de paz

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Pablo Iglesias, juez de paz en A Illa de Arousa
Pablo Iglesias, juez de paz en A Illa de Arousa MONICA IRAGO

La nueva ley de Eficiencia en la Justicia amenaza con dar la puntilla a los 268 jueces que ejercen en Galicia y cuya función ha ido perdiendo peso

17 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En algún momento fueron los hombres sabios que ponían cordura en esas enconadas disputas vecinales que siempre se ven mejor cuando las enfoca alguien imparcial. Han registrado nacimientos y defunciones, oficiado bodas y conciliado intereses que parecían irreconciliables. Han ahorrado enormes cantidades económicas a sus vecinos y aliviado el siempre atascado caño de la justicia. Y todo por una gratificación trimestral de la que no se puede vivir. Pese a tan noble y eficaz labor, los jueces de paz podrían tener los días contados si prospera la Ley de eficiencia organizativa del servicio publico de justicia, que el consejo de Ministros aprobó en abril y que todavía tiene que recorrer los pertinentes trámites parlamentarios.

La nueva ley reordenará la distribución de los puntos de contacto del ciudadano con la justicia y convertirá los juzgados de paz en oficinas de justicia en el municipio. El juzgado seguirá con otro nombre, pero el juez, probablemente, no. Y en Galicia son 268, uno por cada municipio que no es cabecera de partido judicial y, por tanto, no dispone de juzgado de primera instancia. Y otros 268 suplentes. No es una figura menor, porque el juez de paz es el primer escalón de la justicia para casi 1,2 millones de gallegos, un 44 % de todos los que viven en Galicia.

 Imprescindibles

Su relevancia perdió notoriedad con otra reforma judicial, la de 2015, que laminó del Código Penal la figura de la falta, que era la que podía resolver el juez de paz. Así que en los últimos años los juzgados de paz han visto restringida su actividad a los registros y algunas conciliaciones. Los que están instalados en concellos de mayor población mantienen una actividad aún notable, pero la mayoría se van desvaneciendo por la despoblación y la paulatina pérdida de competencias. Eso sí, algunas son totalmente imprescindibles, como ratificar un certificado de defunción, así que la mayoría de los jueces de paz tienen que estar siempre localizables. Ellos o sus sustitutos.

La hipotética desaparición de los jueces de paz no significaría un ahorro significativo ya que cobran trimestramente una gratificación en función de la población a la que dan servicio. Fuentes judiciales señalan que, durante la crisis anterior, hubo muchos candidatos al puesto de juez de paz, incluso suplente, que, al conocer las retribuciones, retiraron sus candidaturas. No les compensaba.

La nueva ley ha sembrado de inquietud a muchos de estos jueces, la mayoría de los cuales tienen otras actividades profesionales pero entienden la importancia para sus vecinos de mantener viva su figura y simplificar trámites judiciales.

Una figura que se renueva cada cuatro años a través del pleno

El juez de paz es, probablemente, el único actor en el complejo mundo de la justicia al que no se le exigen conocimientos previos sobre su funcionamiento. Es elegido por el pleno municipal que suele tener en cuenta su nivel de conocimiento de sus vecinos y el respeto que tienen hacia él. Fuentes judiciales señalan que no suele haber problemas en este proceso de elección.Más complejo es hallar al suplente, ya que se trata de un cargo sin gratificación fija y que debe cubrir cualquier ausencia del titular. Cuando el Concello no encuentra candidatos para el puesto, es el Tribuna Superior de Xustiza quien toma las riendas de la elección para no dejar ninguna plaza descubierta. En algún caso, esta busqueda se prolongó durate años. Si prospera la nueva ley, no habrá que elegir más.

«Es una labor apasionante»

«Si quiere que le diga la verdad, al principio era escéptico. Digamos que me vi atrapado. Pero luego me di cuenta de que se podían hacer muchas cosas y de que es una labor apasionante». Así habla Pablo Iglesias, 14 años como juez de paz de A Illa de Arousa y un convencido de la importancia de la figura que representa. Jubilado de la Marina Mercante, Iglesias tuvo un fugaz paso por la política hasta que recaló en el puesto que, admite, le molestaría que desapareciera: «Al quitarnos los juicios de faltas no perjudicaron mucho. A nosotros no, a los vecinos de los concellos donde hay juzgados de paz, porque ahora todo se soluciona con dinero. Antes, cuando podíamos resolver ese tipo de conflictos, los vecinos ahorraban ese dinero porque los jueces de paz interveníamos de una manera muy directa». Afirma este juez que en los pueblos pequeños, si las posiciones no están muy enconadas, «los conflictos se resuelven casi siempre entre vecinos si hay un hombre que acerca posiciones, media... Quitándonos esos juicios lo qe hicieron fue cargar con más trabajo a los juzgados de Primera Instancia».

Pablo organiza sus gestiones en el juzgado: un día va a firmar, otro atiende conciliaciones, o casa a las parejas. Le asiste una secretaria que comparte con el concello pero admite que el trabajo ha ido decreciendo: «En su día hicimos varias propuestas, pero no nos hicieron caso. Y eso que hacemos una gran labor social, somos el primer escalafón de la justicia. Se nos debería potenciar más. No digo que nos paguen más, pero sí que nos den más atribuciones para descargar a los juzgados de Primera Instancia. Quitarnos los juicios de faltas fue un gran error».

Asegura este juez de paz que no es la primera ni la última vez que el trabajo le llega mientras pasea por la calle: «Eso está a la orden del día. Pero es normal. La clave de un buen juez de paz para que sea eficaz es conocer a los vecinos y tener trato con ellos. Todo es más sencillo cuando la gente te conoce y te respeta».

¿Qué tipo de conciliaciones afronta este juez? «Lindes de tierras, impagos y cosas por el estilo. Un impago con una diferencia de criterio, si se llega a un acuerdo, podemos evitar la denuncia: se ahorra más cediendo por un lado y por otro que teniendo que ir a un juzgado», afirma.

Añade que, económicamente, no compensa, que la clave está en otro lado: en el respeto de los vecinos y la satisfacción de saber que está haciéndoles un favor, no solo a ellos, sino contribuyendo a que esa maquinaria tan pesada que es la justicia, ande un poco más ligera.