Alejandra Fernández, abogada: «La violencia machista no remite, hay cada vez más denuncias de maltrato físico»

Mónica Pérez Vilar
mónica p. vilar REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Alejandra Fernández en su despacho en la ciudad de Ourense
Alejandra Fernández en su despacho en la ciudad de Ourense MIGUEL VILLAR

La dificultad de probar las agresiones morales o psíquicas, dice, frena a las víctimas a la hora de acudir a la Justicia

17 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con resultado de muerte o no, las agresiones machistas siguen siendo una constante en los despachos gallegos, confirma la abogada experta en violencia de género Alejandra Fernández.

Mónica Marcos sería la primera víctima mortal en nueve meses en la comunidad, pero eso no supone que la violencia machista remita.

—El problema no mejora, el número de atentados ha ido en aumento. ¿Remite la violencia de género en Galicia? No. ¿Remite en España? No. Es cierto que durante el confinamiento no hubo las denuncias que debería haber habido, pero ahora están aumentando. Al menos el maltrato físico se denuncia más, porque otros tipos de maltrato son mucho más complicados de denunciar y probar, a pesar de todas las leyes que se aprueben. Y añadiría que estoy viendo otras formas de violencia de género que tal vez no estemos apreciando y que en el fondo son una violencia por el mero hecho de ser mujer. Hay una serie de crímenes o incidentes en los que las malparadas son mujeres y no se califican como violencia de género porque los agresores no eran sus parejas, pero que yo sí creo que tienen una connotación machista.

—¿Qué frena a las víctimas a la hora de denunciar?

—De algún modo se arman de valor cuando están en el despacho del abogado consultando el asunto y deciden ir a poner la denuncia, pero todo eso se viene abajo en cuestión de horas, porque tienen que volver a casa, atender a sus hijos, su vida... Y porque en el momento que lo cuentan se empieza a cuestionar su relato. Luego está la tardanza. Si en general una justicia tardía no es justicia, en violencia de género cuentan los minutos y los segundos. También hay cuestiones económicas, cuando hay una dependencia de la pareja en este ámbito, y no tanto de la víctima, sino de personas a su cargo, como hijos o familiares mayores. Y otro factor es que a veces todavía está mal visto, e incluso en comisaría no te hacen sentirte igual si vas a denunciar un robo o una agresión por la calle que si vas a decir que te ha pegado tu pareja.

—¿Hay que hacer cambios en la atención que se presta a las víctimas en sede policial y judicial?

—Sin duda, estoy convencida, tiene que haber otro tipo de empatía, porque además, dependiendo de lo que te encuentres cuando vas a poner la denuncia, tú vas a continuar y vas a tener fuerza para seguir o no. Porque si llegas decidida a poner la denuncia, con lo que te ha costado reunir ese valor, y empiezan a interrogarte, casi a pedirte que califiques los hechos cuando hasta te cuesta hacer un relato coherente de lo que has sufrido, te preguntan que a qué vas a comisaría por esas cosas... Eso las mata, les quita del todo una confianza que ya no llevan.

—¿Están suficientemente protegidas las mujeres que sí denuncian?

—Yo ahí he tenido mis dudas. Creo que no. Protección en lo que toca a que tengan una persona asignada que las proteja, vigile o custodie una vez que hay una orden de alejamiento sí hay bastante. Pero las veo muy desprotegidas a la hora de los quebrantamientos. Hay algunos gravísimos que no siempre se toman en consideración, como ponerse en contacto a través de medios digitales, o a través de terceros, o incluso algo que está muy de moda como usar los estados de WhatsApp para machacar a la expareja continuamente. Estas puestas en contacto que no son esperarte en la puerta ahí aún falta mucho por hacer.

—Recientemente ha habido cambios normativos en Galicia para reconocer la violencia vicaria, y en breve también la digital. ¿Cuál es su importancia?

—Aunque solo sea por ponerle nombre, porque se hable de ello, es importantísimo. Porque lo que no ves no lo sientes. Lo que no tiene nombre no existe. Es muy importante en ese sentido. ¿Va a cambiar algo luego en los juzgados? No lo sé.

—¿Qué lagunas persisten a la hora de abordar judicialmente la violencia machista?

—Para mí lo fundamental que sigue existiendo es el problema de la prueba, es muy muy difícil probar lo que no es un maltrato físico. Otro problema es lo que tarda todo, la celeridad de los distintos procesos es fundamental. Y luego también habría que mejorar la colaboración entre todos los operadores jurídicos, porque el juez está muy solo en algunas de las decisiones más difíciles.

—¿Qué se puede hacer socialmente para atajar el problema de la violencia machista?

—Hay que educarnos en una convivencia de género, aprender a convivir de un modo diferente, con nuestras especificidades. Y hay que implicar directamente a los hombres. Porque a veces parece que la violencia de género es una cuestión de mujeres, pero si ellos no participan con nosotras, no se involucran, no hay manera. Y yo percibo que los hombres aún no ven con la misma claridad que nosotras la violencia de género que no sea física, no la ven. Entonces se necesita educación, educación, educación. Y trabajar desde el colegio, porque entre la juventud no hemos mejorado nada.

Y otra cuestión que me gustaría saber es qué piensan en este caso los violentos. Porque no lo sabemos. Simplemente sabemos que nos consideran inferiores, diferentes, y que cargan sus frustraciones y su complejo de inferioridad, su rabia, sobre nosotras por el mero hecho de ser mujeres. Pero yo no sé que piensan, no sé el fondo de eso. Debemos conocer más al agresor. Conste que a mí el agresor como tal es un individuo que no me interesa para nada, pero sí me interesa saber qué piensa, de dónde viene ese comportamiento, para tratar de prevenirlo. Porque hay una cosa que está clara: no mejoramos. 

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