Juan Ramón Quintás: «Desde que me jubilé, disfruto de todo lo que hago»

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCION

GALICIA

Juan Ramón Quintás, este verano en su vivienda familiar en Dodro
Juan Ramón Quintás, este verano en su vivienda familiar en Dodro Sandra Alonso

Alejado de todo plano desde que salió de la CECA, el Quintás economista, político y catedrático vive hoy retirado entre Madrid y Dodro, dedicado a sus pasiones: investigar, viajar y la escultura

16 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablar con Juan Ramón Quintás Seoane (A Coruña, 1943) es hacerlo con un privilegiado actor que vivió en primera persona algunos de los episodios más relevantes de Galicia y de España de los últimos 40 años. Exdiputado en el Congreso, economista, investigador, catedrático... Pura memoria.

Es, por ejemplo, hablar con quien estuvo en las tensas negociaciones en Madrid por el Estatuto de Autonomía de Galicia, como diputado a inicios de los 80, siendo una nota discordante con su partido, la UCD, porque no quería un texto de segunda. «Me dijo Pío Cabanillas que no sería un buen político, que decía "no'' con demasiada facilidad», dice con sorna. Recuerda Quintás que no le convenció ni el persuasivo Adolfo Suárez tras una cita que tuvieron en la Moncloa. 

Es, también, hablar con quien vivió toda la transformación de la universidad en Galicia, siendo uno de los más jóvenes catedráticos de la USC, con apenas 26 años: «La educación ha sido realmente lo que más me ha gustado, investigar, porque estudias lo que te interesa, no viene nadie a decirte en la puerta lo que tienes que hacer». Esa capacidad investigadora le llevó a ser un experto también en estrategia, y ser invitado a un foro en Suiza en el que se cruzaban espías de la CIA y de la KGB. Un delirio que cuenta con una gracia espontánea. También sus estudios le llevaron a ser un especialista en economía regional; por uno de sus análisis recibió el premio Fernández Latorre en 1981. Su nombre también sonó para ser el primer rector de la Universidade da Coruña.

Y, claro, hablar con Juan Quintás es hacerlo con quien vivió (y sufrió) el crecimiento y caída del sector financiero español, primero desde la cúpula de una caja, Caixa Galicia, y luego como presidente de la patronal del sector, la CECA. De ahí se fue, agotado, en el 2010 después de dos dimisiones frustradas; entre fusiones y bancarizaciones, no quiso aguantar más. «Fue un momento, digamos, muy difícil», zanja. Sigue siendo presidente de honor de esa patronal, con un despacho «que ni conozco», dice para mostrar cómo cerró drásticamente aquella etapa. No ha vuelto a intervenir en público desde entonces. Su última cita fue en el Congreso, durante la comisión de investigación sobre las cajas. Un discreto segundo plano.

Quintás, junto a Pedro Solbes, en una imagen del 2007
Quintás, junto a Pedro Solbes, en una imagen del 2007 José Huesca

Ahora vuelve a hablar desde su retiro en Dodro, en un pazo histórico rehabilitado desde sus cimientos. Y ve las cosas con una distancia envidiable tras estar junto a presidentes de Gobierno, ministros, banqueros... Sigue teniendo el gusanillo de las finanzas, pero de las suyas personales. «Mi hijo Juan me ayuda cada día a vigilar mis inversiones. Al igual que como Susana [su otra hija], siguieron mi mal ejemplo y estudiaron lo mismo que su padre», ríe. «Pero a las finanzas no le dedico más de quince minutos al día, y si pudiera, menos, así tendría más tiempo para otras cosas». ¿Y qué cosas? La lectura, sobre todo de los clásicos, tras engancharse de niño -«fui asmático, y mientras otros jugaban en la calle, yo leía en casa»- a la Odisea y a la Ilíada, y después a El Príncipe, de Maquiavelo. O la escultura: el jardín de la vivienda exhibe una fabulosa colección de piezas traídas de Francia o Vietnam, y otras encargadas a un cantero local. Dice que su referencia es Bernini, a quien analiza en profundidad. En los alrededores de la casa se pueden encontrar una veintena de figuras de tamaño considerable, y hasta un templete de estilo clásico que le había pedido su hija. 

«Desde que me jubilé, disfruto de todo lo que hago», recalca. No renuncia a nada de lo que ha dejado detrás, aunque haya tenido sinsabores. En la política entró, recuerda, porque quería corresponder a la sociedad española después de la Transición. «Yo estaba estudiando las oposiciones cuando fuera, en la calle, otros conseguían la democracia. Pensé que yo también tenía que aportar algo». Cambió las aulas por el Congreso. Luego regresó a las clases, y al final le tentaron las finanzas en el sector de las cajas de ahorros. Todo ello, resume, «la política, la economía, la enseñanza, es como visitar un país, unos te gustan más que otros. Y yo no me arrepiento de nada de ello». 

Y esto le lleva a otra de sus pasiones: viajar junto a Mari, su mujer. Bajar el río Mekong, perderse por las selvas de Brasil y de Bolivia, la India... La pandemia le cortó todo ello, por ejemplo esa escapada a la Ruta de la Seda que ahora ve imposible hacer. Se quedó confinado en su piso de Madrid, mirando la vida por el balcón, y con los nietos lejos. La última salida fue a Bután, el llamado país de la felicidad. Y escuchándole, da la sensación de que esa felicidad no la tiene nada lejos.

Fui...

Diputado en el Congreso, presidente de Sodiga y presidente de la CECA

Soy...

Miembro de las academias de Ciencias de Galicia y de Ciencias Económicas, y feliz jubilado