Roberto González, pintor: «Yo siempre estoy trabajando»

Jorge Casanova
JORGE CASANOVA REDACCIÓN

GALICIA

OSCAR CELA

Prepara una retrospectiva de 60 años de trabajo que girará por Madrid, A Coruña y Lugo

17 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Normalmente, los artistas aplican una densidad a su discurso que les hace menos inteligibles para la mayoría. No es el caso de Roberto González Fernández (Monforte, 1948) que habla con un tono de voz quedo y se ríe lo justo, pero huye de las complicaciones. Como su obra, tan transparente que impresiona.

—¿Está de vacaciones o está preparando algo?

—Yo siempre estoy trabajando. Mis vacaciones son trabajar porque si no lo hago, lo paso fatal.

—¿Prepara alguna exposición?

—Estoy preparando el catálogo de toda mi obra. 60 años de trabajo desde 1961 a 2021: más de 1.600 páginas en dos tomos. Lo presentaré con una retrospectiva en Madrid y luego en A Coruña y Lugo.

—Trabajando tanto, expondrá mucho.

—Tengo más de 170 exposiciones individuales, que son muchas.

—Pinta cada día.

—Sí, es lo único que hago, trabajar. Pinto y hago fotografías, atiendo las redes sociales. Yo no me voy a la playa ni nada de eso. Soy hiperactivo, necesito estar haciendo cosas todo el día.

—¿Cuándo se dio cuenta de que era capaz de dibujar con tanta exactitud lo que veía?

—Mi padre era un señor muy especial que ya dibujaba, de modo que yo tenía todos los materiales a mi disposición. Y recuerdo que un día mis padres se fueron al cine y, cuando volvieron, yo había pintado un cuadro. Mi tía Gloria era una pintora que iba un par de meses a Madrid y que, cuando volvía contaba historias maravillosas. Y tenía todo tipo de libros de pintura.

—Se lo pusieron botando.

—Eso es. Luego empecé a hacer retratos de la gente. Recuerdo a una señora que le faltaba un ojo y me pidió un retrato, pero quería salir con el ojo. Lo hice y quedó encantada, pero luego pensé que no podía seguir así y que yo tenía que pintar lo que quisiese. Desde entonces he sido muy individual. No he seguido modas, he hecho lo que he querido.

—Un momento especial.

—Sí. Recuerdo otro, en el verano de 1976, que pasé en Escocia. Fui con mi amigo y cogimos una casa al borde de un acantilado. Abrías la ventana y aparecía una isla maravillosa: Bass Rock, un símbolo que aparece muchas veces en mi obra. Ese fue otro momento de transición, porque empecé a pintar y pintar y ya no paré.

—Su residencia en Edimburgo está relacionada con esa epifanía.

—Sí. Nos fuimos en cuanto acabé la mili, que la hice en Melilla.

—Buf, un sitio duro para hacer la mili de aquellos años.

—Lo retrasé todo lo que pude, pensando que la iban a quitar, pero no la quitaron. Así que, cuando me tocó, lo primero que hice fue pensar en fugarme a Sudamérica. Pero, por una gente que conocía, me consiguieron unos enchufes buenísimos y pasé una buena mili.

—Su obra es muy realista, pero algunos artistas desprecian lo figurativo.

—¿Algunos? Todo el mundo lo desprecia. Yo he llegado a la conclusión de que mi obra tiene que ser algo que se vea, porque mi mensaje es para que la gente lo lea y lo interprete. Yo hice de todo cuando era joven hasta que encontré mi camino y me dije: «Esto es lo que debo hacer». Y ahora hago lo que me da la gana, guste o no, se venda o no. Yo estoy aquí cuatro días y no voy a perder el tiempo en discusiones ni en problemáticas. Y cuando me muera, me morí.

—Haciendo lo que quiere ha sido feliz.

—Absolutamente. Yo no soy un pintor que sufra, ni he tenido problemas de inspiración. A mí me falta el tiempo para desarrollar mis ideas.

—Usted tiene obra en casi todo el mundo. ¿Dónde le gustaría que estuviera su obra y no está?

—Me gustaría que estuviera en el Reina Sofía y no está.

—¿Le interesa por igual la fotografía y la pintura?

—Yo hacía fotografía desde pequeñito. Es un instrumento más. Y desde que llegó la fotografía digital no he vuelto a usar una analógica. Las fotografías tengo que manipularlas. He hecho algunos proyectos con fotografías en las redes sociales. Atenderlas me lleva casi dos horas al día.

—Dormirá poco con tanto trabajo.

—Poquísimo. Cuatro horas.

Ilustración: Ed Carosía
Ilustración: Ed Carosía

—¿Diría que la pandemia ha perturbado el mercado del arte?

—El mercado lleva mucho tiempo perturbado. Se ha perdido la idea del coleccionismo. Es imposible vivir del arte ahora, está completamente contraindicado. En los años 80, 90, yo vendía y, como soy una persona muy austera, ahora vivo de mis ahorros. Yo ya no pinto para vender, pinto para mí. Si no, tendría que ceder a tantas presiones que sería muy desgraciado.

—¿Le gusta el fútbol?

—No. Jamás he visto un partido de fútbol como no he asistido a una corrida de toros.

—¿Y cocinar?

—No me gusta cocinar y me parece una pérdida de tiempo.

—Alguien tiene que hacerlo.

—Se encarga la comida a un restaurante y comes. No puedo perder el tiempo cocinando. Sume las horas que ha pasado cocinando en su vida. ¿Diez años? No puede ser.

—Hará algo más que trabajar

—Me gusta el cine, el teatro, viajar... Pero no me quedo en el hotel, si visito una ciudad, lo hago en serio.

—El homoerotismo está muy presente en su obra. ¿Diría que España es un país homófobo?

—Yo solo le digo que he viajado por todo el mundo y no he encontrado, en cuanto a tolerancia y libertad, ningún sitio como Madrid.

—Defínase en cuatro palabras.

—Amigo, trabajador, responsable y libre.

—Una canción.

—«Remember me», de la ópera, Dido y Eneas de Purcell.

—¿Lo más importante en la vida?

—La amistad.