Una ración de pulpo, dos de pimientos y otra de autogobierno

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi SANTIAGO

GALICIA

El 25 de julio en Santiago es una festividad polisémica que cada uno la celebra a su manera

25 jul 2021 . Actualizado a las 20:33 h.

Un boy scout al que le duelen los pies, un señor de Soria que dice que el pulpo estaba demasiado blando, una señora que tiene sed y no encuentra mesa, un policía en cada esquina, que impide el paso, en una ciudad hipervigilada, en la que primero sobrevuela un helicóptero y luego unos aviones que dibujan en el cielo los colores de la bandera de España, mientras los nacionalistas gallegos reunidos en la Alameda miran hacia arriba cabreados y abuchean y profieren viejas consignas, ante la mirada aturdida de algunos turistas que no entienden nada y de otros visitantes que lo comprenden todo o, simplemente, les da exactamente igual.

Es lo que tiene una jornada como la del 25 de julio en Santiago, en la que unos celebran el patrón de España, otros la nación gallega y otros, sencillamente, que están de vacaciones, que han visto el Pórtico de la Gloria o que, por fin, han podido sacarse las botas después de una larga caminata y han dejado de dolerle los pies. Una festividad polisémica, que cada uno vive a su manera, que puede inducir a confusión, a una cierta esquizofrenia, pero que tiene algo de encanto, de variedad multicolor, de ensalada: el triunfo de que cada uno haga lo que le venga en gana, que para eso es verano y son fiestas. Eso sí, siempre y cuando lleven mascarilla, porque fue la de ayer una jornada de muchas aglomeraciones, pese a que la gente se esforzaba por guardar la distancia y todo el mundo llevaba protegida la nariz y la boca. Las fuerzas de seguridad desplegadas por toda la ciudad blindaron los accesos al casco histórico para evitar que los turistas despistados pudiesen colarse en el Obradoiro, el corazón de la oficialidad, y que reunió ayer a todos los poderes del Estado. Así que muchos trataron de hacerse un hueco en el recorrido de los coches oficiales por si, además de ver Santiago, veían también a Pedro Sánchez o a Felipe VI, la Reina o las Infantas.

El férreo dispositivo molestó a algunos hosteleros y a algún turista, que tuvo que variar su recorrido por unas horas, lo que ocurre además todos los años. «Señor, lo siento, pero no puede pasar», le advertía un agente a un viajero.

Protocolo

Una mañana de charangas y pasodobles, de sirenas policiales, de gigantes y cabezudos, de gritos de júbilo de los peregrinos, de consignas políticas y de estricto protocolo. Así que uno puede aparecer con su riñonera o vestido con su uniforme militar.

También se puede pedir al Apóstol que interceda por todos nosotros, al tipo de al lado que no empuje o que nos saque una foto; se puede pedir de todo: unas cañas, una ración de pimientos y de pulpo, e incluso otra de Estatuto o de autogobierno.