
El electricista de la Catedral de Santiago se llevó el libro por venganza y así se descubrió que saqueó más de 1,7 millones de euros de la basílica
10 jul 2021 . Actualizado a las 18:45 h.«Desaparece el Códice Calixtino del archivo de la Catedral de Santiago». Así titulaba La Voz su portada el 7 de julio del 2011, hace hoy diez años exactos, y con esa terrible noticia se puso en marcha un caso que ha supuesto un antes y un después en la historia del templo compostelano y de sus tesoros, ya que la basílica dejó atrás siglos de descontrol e impuso medidas de seguridad que harían hoy en día imposible la desaparición de una joya literaria a la altura en valor artístico y cultural del mismísimo pórtico de la Gloria.
En realidad, el Códice fue robado antes, un 4 de julio, pero su desaparición no fue descubierta inmediatamente y, cuando se supo, el que por entonces era deán de la catedral, José María Díaz, aún tardó algo más en hacer el terrible anuncio a la espera de que el libro hubiese sido extraviado y apareciese. No fue así, y los primeros informes policiales hablaban de un posible robo por encargo de un coleccionista multimillonario o de una banda cuyo objetivo fuese colocarlo en un mercado negro en el que podría haber alcanzado los 10 millones de euros.
La investigación se puso en marcha con dos protagonistas al frente. El juez que instruyó el caso, José Antonio Vázquez Taín, y el jefe de la Brigada Central de Patrimonio, Antonio Tenorio. Pronto, la teoría del robo por encargo se desvaneció al tiempo que emergía la taciturna figura de Manuel Fernández Castiñeiras, que había sido electricista de la catedral durante más de dos décadas y que no hacía mucho había sido despedido. Él reclamaba una indemnización de 40.000 euros y quiso vengarse llevándose el Códice porque sabía que ese era el más duro golpe que podía asestarle al deán, con el que le había unido una duradera y estrecha amistad.
A Fernández Castiñeiras le pusieron vigilancia y hasta sembraron su casa con micrófonos. Esperaban que dijera o hiciera algo que les permitiese encontrar el libro antes de que lo vendiese o le causase algún daño. Pero el exelectricista de la catedral era un hombre reservado, callado y huidizo y jamás dijo o hizo nada que les pusiese sobre la pista. Finalmente, el juez Taín dio orden de actuar y el 3 de julio del 2012 se le detuvo a él, a su mujer, a su hijo y a la novia de este último. En los registros del piso en el que vivía en O Milladoiro (Ames) y de sus otras propiedades aparecieron 1,7 millones de euros procedentes del saqueo continuo de los cepillos de la basílica compostelana. El libro se hizo esperar. La tensión era ya insoportable cuando en la última propiedad del ladrón, un garaje, y en el último rincón que se inspeccionó, apareció el Calixtino envuelto en unos trapos. Estaba en perfecto estado y todo el equipo investigador respiró aliviado.
Manuel Fernández Castiñeiras estuvo en prisión preventiva unos siete meses, hasta que en enero del 2013 quedó en libertad a la espera del juicio, que se celebró en diciembre del 2014. La sentencia de la sección compostelana de la Audiencia Provincial llegó en febrero del 2015: diez años de cárcel por el delito continuado de robo agravado con fuerza por llevarse el libro y el dinero de la catedral. Recurrió, y el Tribunal Supremo rebajó la pena primero hasta los nueve años y después hasta los ocho años y dos meses al percatarse, de oficio, de que había echado mal las cuentas. La cárcel le dolió bastante menos que la multa de 268.000 euros y los 2,4 millones que tuvo que devolver a la Iglesia, lo que supuso el decomiso de dos de sus pisos.
No entró en prisión por su propia voluntad. La Guardia Civil le detuvo en diciembre del 2015 en el apartamento de A Lanzada que compró a tocateja con el dinero robado de la catedral. En A Lama (Pontevedra) estuvo menos de cuatro años, porque en prisión sufrió un derrame cerebral -antes del robo ya había tenido un ictus- y en septiembre del 2019 pasó a tercer grado por enfermedad grave y quedó en libertad condicional por motivos de salud. Desde entonces, nada más se ha vuelto a saber de él.