«La mayor de las barbaridades puede llevarse a cabo en grupo»

p. méndez / m. p. vilar REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Manifestación en Valencia
Manifestación en Valencia Juan Carlos Cárdenas

Expertos en psicología analizan cómo funcionan las agresiones en «manada»

07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cómo es posible que un grupo de personas golpee a otra hasta la muerte una noche de sábado? La palabra grupo puede explicar en parte ese comportamiento. «No es descartable que alguno de los participantes, a título individual, ante los signos de brutalidad más extrema, hubiera retrocedido, pero la mayor de las barbaridades puede llevarse a cabo en grupo. El conjunto diluye el sentido crítico. Todos participan de lo mismo», analiza el psicólogo clínico y psicoanalista Manuel Fernández Blanco.

«Los grupos tienen sus propias normas, en él los valores individuales se diluyen. Cuando uno realiza una conducta valora el coste y las consecuencias, pero cuando estamos en grupo, este tiene su propio modo de valorar las cosas. En un grupo no violento, una persona violenta puede dejar de serlo, pero en uno que ve la violencia de manera positiva, esa agresividad se potencia», añade Concepción Fernández Martínez, secretaria de la sección de psicología jurídica del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, que explica que cuanto peor desarrollo psicosocial tenga una persona, más vulnerable será a esa presión del entorno.

El sentimiento de pertenencia y la presión son otras de las cuestiones que entran en juego. «El grupo da un plus de identidad, de pertenencia, pero, ojo, también hay un riesgo de exclusión si no se participa en lo que hace», explica Fernández Blanco. Este experto considera típicamente masculina esa manera agresiva de vivir la grupalidad, en la que se busca reforzar la virilidad «en la peor de las versiones» y que puede llegar a transformar al conjunto de personas en una suerte de «jauría humana». «Este efecto de jauría hace de la víctima una presa, que es elegida por un rasgo que la hace diferente del grupo. Normalmente, un rasgo que es percibido como una inferioridad, por eso hay manadas que atacan a mendigos o, como parece en este caso, a alguien con una orientación sexual diferente. Esa lógica de la cohesión del grupo se basa en atacar la diferencia», cuenta.

Además, en una agresión grupal, especialmente si no es premeditada, actúa un efecto de desinhibición y descontrol. «En determinadas dinámicas grupales es mucho más posible que perdamos los frenos, desconectemos y hagamos cosas que normalmente no haríamos», abunda Carlos Losada, vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes. «Cuando una persona violenta está desinhibida y está golpeando, pierde el control, se le va la mano. Probablemente el agresor no salió de casa pensando: “Vamos de fiesta y vamos a matar”, pero una vez dentro de la agresión, ejercen más violencia de la que pensaban en un principio», abunda Concepción Fernández.

¿Y qué hay de quienes observan y jalean? «La perversidad forma parte del ser humano. Hay quien la lleva al acto, y otros se quedan en la observación de la violencia como un espectáculo, gozando también de esa agresión autorizada y jaleada por el grupo», dice Fernández Blanco.

«Los incidentes terribles nos ayudan a despertar»

En los últimos años hemos vivido el despertar de actitudes fundamentalistas dentro de ciertos grupos de nuestra sociedad. Así lo apunta Raquel Martínez Buján, decana de la Facultade de Socioloxía de la UDC. «Por un lado, hay una concienciación mayoritaria, sobre todo entre los jóvenes, que se aprecia conforme van creciendo los movimientos sociales que defienden la diversidad sexual, religiosa e incluso feminista», explica, mientras que por otro lado «hay reacciones muy conservadoras que fomentan discursos de odio y de racismo hacia estos colectivos».

Según Martínez, estas ideas se propagan sobre todo en redes sociales, donde pueden entrar en contacto fácilmente con opiniones similares de otros usuarios.

En este contexto, agresiones grupales como la vivida el fin de semana se han convertido en una preocupación social. «De hecho, ya hay un término acuñado para quienes cometen estos ataques: manadas», apunta Carlos Losada, añadiendo que, «además, es una palabra muy descriptiva, porque es una animalización».

Por su parte, Concepción Fernández señala, entre las consecuencias de lo acontecido, la posibilidad de un efecto rebote. Aunque puedan aparecer imitadores, «se va a generar mucha más atención mediática sobre este tipo de situaciones y se van a denunciar agresiones que hace un mes no saldrían a la luz», cuenta. Además, «si se consigue que haya un apoyo en el sistema judicial y que a nivel social la víctima se vea respaldada, se pueden conseguir cambios».

Tal y como apunta Fernández, «es triste, pero a veces son los incidentes terribles los que ayudan a que la sociedad despierte poco a poco». Para evitarlo, solo queda detectar y prevenir. «La educación en igualdad y en respeto es fundamental para ayudar a que haya un desarrollo moral en los jóvenes y que, cuando sean adultos, estén sensibilizados respecto a la diversidad», argumenta.