Un Camino insólito: ni un peregrino en 22 kilómetros y sola en los albergues

GALICIA

























































Las rutas jacobeas dejan un panorama desolador: sin caminantes y con la hostelería cerrada
01 may 2021 . Actualizado a las 15:14 h.El covid-19 no perdona y el Camino de Santiago también se queda solo. Para el Xacobeo 2021 se aguardaba otra ola, la de peregrinos, pero solo unos pocos, a cuentagotas, han pisado los caminos en lo que va de año. Algunos aprovecharon la Semana Santa para saldar una deuda siempre pendiente en favor de un viaje con vuelo chárter a una capital europea o unos días de sol y playa en las Canarias, y los mochileros volvieron. Después llegó la desolación. La Voz de Galicia tuvo la oportunidad de comprobarlo la semana tras seis días de caminata para cubrir el tramo Sarria-Santiago del Camino Francés.
Trece personas en 100 kilómetros
Cuando se dice que el Camino está desierto no es una frase hecha. En los 22 kilómetros que separan Sarria de Portomarín, quien suscribe no encontró a ningún caminante, solo dos ciclistas. Hubo que esperar a la segunda etapa para encontrar a un grupo de cinco pontevedreses, cuatro sanitarios y un guardia civil, que se lanzaron a la aventura para sacudirse el estrés y las angustias que les ha dejado la pandemia en los últimos meses. Una pareja de alemanes, dos coruñeses, dos solitarios viajeros de Zamora y de Noruega y dos mujeres que enfilaban el último tramo hacia Compostela aprovechando el fin de semana fueron los únicos compañeros de viaje.
Imposible Perderse
El GoogleMaps no tiene nada que hacer ante la excelente señalización del Camino Francés a su paso por Galicia. Los pivotes de piedra y las señales con el logotipo oficial están en cada cruce con el fin de orientar al peregrino. Solo hay que seguir la flecha amarilla por bosques, praderas y aldeas, y seguir caminando.
El lujo de dormir solo
Los albergues son una de las señas de identidad del Camino de Santiago. Hay quien opina que si no se duerme en una litera junto a desconocidos la experiencia no es completa. Para bien y para mal, en estos tiempos que corren esa estampa es insólita. El celoso de su intimidad está de enhorabuena porque puede elegir colchón a la hora descansar su espalda y sus castigados pies. De las cinco noches en ruta, solo en una fue necesario compartir habitación. Y la última jornada, esta viajera dispuso en exclusiva de un albergue enorme en Lavacolla, con su cocina, terraza y jardín, que a estas fechas debería estar lleno y con autobuses en la puerta. Nadie llama y en estas circunstancias es inviable dar servicio de pago con tarjeta, porque los 12 euros que cuesta la noche no llegan para hacer frente a la comisión del banco ni pàra cubrir los gastos corrientes de luz, agua y demás. Una ruina. Establecimientos que tenían reservas desde el 2018 están hoy cerrados, en muchos casos después de haber hecho inversiones pensando en el que se presumía un Xacobeo de multitudes. Algunos, cuentan los empresarios, ya no volverán a abrir.
Sin cañas ni tapas
Que nadie emprenda la caminata sin una botella de agua y una galletas o fruta en la mochila. No es fácil encontrar donde comer o beber entre etapa y etapa. Los bares y restaurantes que funcionaban como lugar de descanso y avituallamiento para los peregrinos están cerrados a cal y canto. ¿Abrir para quién?, reflexionan en un local situado en Paradela que aguanta el tirón y nos sirve un caldo gallego de lujo. En el televisor asoma Núñez Feijoo dando cuenta de las últimas novedades sobre cierres perimetrales, horarios y toque de queda. Nadie queda contento. Al día siguiente, incluso hubo oportunidad de tomarse un churrasco antes de llegar a Palas de Rei, pero es la excepción. Hasta llegar a los pueblos no hay garantías de poder sentarse a la mesa con un menú para elegir.

Tampoco las iglesias
Quien quiera vivir el Camino desde la vertiente religiosa tendrá que esperar a llegar a los pueblos para rezar ante un altar o ir a misa. Las múltiples capillas que salpican este itinerario están cerradas lo cual limita, también, la oferta de espacios acreditados para acuñar la credencial del peregrino que debe obtener un mínimo de dos sellos al día para poder conseguir la Compostela al llegar a Santiago.
Paisajes de cuento
Los árboles están en plena brotación y los robles, castaños y otras especies autóctonas ya asombran un camino en el que el eucalipto apenas ha logrado entrar. Luce el sol y la luz de la mañana que custodia nuestra espalda deja una gama de verdes inabordable. Donde muere el bosque surgen praderas que se pierden en el horizonte salpicadas de granjas y de ganado. Los rosas y los blancos los ponen los frutales en flor y el mosaico se completa con el amarillo de los maios madrugadores de abril. El panorama se ensombrece con algún ejemplo de ese feísmo urbanístico gallego que combina la pizarra y el granito con ladrillo a la vista, sin olvidar las pintadas en túneles, señales y contenedores. No todo podía ser perfecto.
Las historias del Camino
Religión, espiritualidad, viajar, conocer gente, relajarse... son muchas las razones que mueven a las personas a hacer el Camino y la pandemia ha logrado truncar un fenómeno secular. No obstante, siempre hay resquicios para esos protagonistas que hacen de este un lugar de novela, como el sevillano que salió de su ciudad con 40 euros y, siguiendo la Vía de la Plata, logró llegar a la plaza de Obradoiro, según me cuentan durante un descanso, destino a Arzúa. O Sergio, un alemán que, además de llevar cientos de kilómetros en sus piernas, cargaba con una bolsa para ir recogiendo latas, envases, papeles y demás basura que encontraba a su paso. Quizás gracias a él y a otros que lo imitan el Camino está casi impoluto en estos momentos. Alguna mascarilla o pañuelo sí se ven por el suelo, pero quizá sea fruto de un descuido. Para la lata de cerveza y el envoltorio de plástico que encontramos cerca del monte do Gozo, no hay excusa.
Ojo al perro
Una de las recomendaciones que dan a la hora de iniciar la ruta es llevar un palo en la mano para hacer frente a los perros que salen al paso. Alberto se llevó más de un susto por este motivo «y a un peregrino le mordió un perro cuando iba por O Cebreiro», relata. Efectivamente, los canes se hacen ver y oír, pero, por suerte, ninguno nos hincó el diente. Al contrario, los más veteranos ya ni siquiera levantan la vista ante la presencia de extraños. Santiago espera en el fin del Camino, que este año se puede culminar por la puerta santa situada en A Quintana, donde, por supuesto, tampoco hay colas, ni siquiera a la hora de la misa del peregrino.