La hospitalización a domicilio atiende a pacientes cada vez más complejos

Mónica Pérez Vilar
mónica p. vilar REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Ni covid ni confinamiento mermaron apenas la actividad anual de este servicio

19 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Atender a las personas con la máxima seguridad y calidad en el mejor lugar posible: sus propias casas. Esa es la idea central del servicio de hospitalización a domicilio que en Galicia arrancó en el año 1987 con la creación de la primera unidad HADO (siglas de hospitalización a domicilio) en el Hospital de A Coruña, entonces llamado aún Juan Canalejo. Hoy existen en todas las áreas sanitarias (hay unas quince unidades) y se calcula que alrededor del 70 % de la población gallega está cubierta ya por este servicio que permite al paciente recibir en su hogar cuidados propios del ámbito hospitalario. «No estamos hablando de curas o de atender una urgencia. No somos atención primaria ni el 061. Nosotros llevamos al domicilio prácticamente cualquier técnica que pueda realizarse en un hospital», explica Chus Llorente, enfermera de la unidad HADO coruñesa. Eso incluye desde realizar una transfusión en el salón de una casa, hasta analíticas, ecografías, sedaciones... «Excepto operar, es decir, cirugías mayores, lo hacemos todo», aclara.

El trabajo de los profesionales de HADO permite que, por ejemplo, en el área de A Coruña-Cee, la cama hospitalaria de hasta medio centenar de pacientes esté en sus propios hogares. El año pasado solo la unidad adscrita al Chuac tuvo 1.076 ingresos. Apenas veinte menos que el anterior, a pesar de que el covid paralizó durante meses el normal funcionamiento del sistema sanitario, que, centrado en dar respuesta a la pandemia, suspendió la mayor parte de su actividad quirúrgica y de consultas. «Era más importante que nunca evitar ingresos y liberar al máximo los hospitales», explica Leticia Hermida, una de las médicos de la unidad. Para lograrlo, se reforzó la captación de pacientes en los servicios de urgencias, pero también desde primaria o desde consultas externas como las de oncología. Así, Álvaro Dubois, médico internista y casi podría decirse que ojeador del servicio, intensificó su labor de identificar qué pacientes podían ser tratados en sus casas, en algunos casos sin llegar siquiera a pisar el hospital, gracias a las valoraciones que los equipos HADO siguieron haciendo en pleno confinamiento.

Pacientes agudos, crónicos o paliativos

Lejos de lo que pueda pensarse, esos pacientes aptos para la hospitalización a domicilio no son solamente enfermos crónicos o de cuidados paliativos. Los equipos HADO también atienden pacientes agudos. «Prácticamente la mitad son patologías infecciosas», explica Dubois. «El nivel de complejidad de los pacientes está aumentando. Hemos avanzado mucho en ese tema de terapias infecciosas, que evitan muchas estancias hospitalarias cortas, pero también en toda la parte de técnicas propias de hospital de día, que evitan traslados de los pacientes, como por ejemplo, las transfusiones», añade Hermida.

Para que los pacientes puedan recibir tratamiento en casa hay algunos condicionantes. El hogar debe, por supuesto, cumplir unas ciertas condiciones de habitabilidad, y debe estar dentro del área geográfica que cubra alguna unidad HADO. Algunas zonas de Galicia todavía no cuentan con este servicio por la imposibilidad de cubrir todos los desplazamientos necesarios con los profesionales asignados actualmente. El covid no ha ayudado, ya que en los últimos meses ha absorbido buena parte de los recursos humanos del sistema sanitario gallego, complicando el refuerzo de los servicios de hospitalización a domicilio, necesitados sobre todo de personal de enfermería.

Más receptivos

El enfermo candidato a hospitalización a domicilio debe contar además con un cuidador que pueda hacerse cargo de ciertas tareas en las que los médicos y enfermeras se encargan de instruirles. Es un modo de empoderar tanto al paciente como a sus familiares, explican los profesionales. Y aunque en ocasiones se encontraban con algunos miedos y reticencias, reconocen que desde la irrupción de la pandemia hay una mejor disposición a aceptar esta responsabilidad (la hospitalización en el propio domicilio es siempre voluntaria). «Siempre hemos sido un servicio con buena acogida, pero ahora aún les alivia más saber que pueden ser atendidos en casa sin tener que ir al hospital», explica Álvaro Dubois. «Eso para los que acceden al servicio por primera vez, porque los que ya nos conocen, piden repetir cuando tienen algún problema», añade con una sonrisa Hermida, mientras Chus Llorente ratifica con otra que está muy de acuerdo con la afirmación.

La clave de ese éxito entre los pacientes podría estar en la mayor comodidad de seguir un tratamiento desde la propia casa, la menor desorientación de los enfermos o el menor riesgo de infecciones hospitalarias. Pero por encima de todas esas ventajas, los profesionales de este servicio destacan que el verdadero punto fuerte de la hospitalización a domicilio reside en permitir un cuidado más cercano y, sobre todo, humano.

«Hemos tenido que dejar de agarrar manos, pero nuestra llegada aliviaba»

La pandemia ha exigido más flexibilidad que nunca a los profesionales de HADO. La labor asistencial no bajó (solo la unidad del Chuac realizó casi 19.000 visitas en el 2020), pero hubo que reformular protocolos y modos de trabajar. «El hospital es un entorno más controlado epidemiológicamente, pero nosotros vamos a los domicilios donde la situación no está controlada, los pacientes conviven con otras personas...», explica Álvaro Dubois.

Acceder a cada casa ha requerido bata, guantes, mascarillas... «Te cambiabas donde podías, en rellanos, en portales... Y esperando que no bajara ningún vecino para que no se asustara pensando que había alguien con covid en el edificio», recuerda Chus Llorente. Ya en el interior de los domicilios se pedía que hubiera menos acompañantes, que se airearan las estancias... «Hubo que cambiar muchas dinámicas, ya no podías agarrar esas manos que antes sostenías, cambiamos la cercanía habitual por sentarnos cada uno en una punta del salón...» lamenta Leticia Hermida. Lo más duro, sin embargo, fue ser testigo de la situación de muchas familias. «Había mucho agotamiento. Los cuidadores no podían renovarse y relevarse, ni podían salir a la calle a airearse un momento... Y era duro oír en boca de los pacientes su sensación de abandono y soledad. Las videollamadas estaban bien, pero faltaban tantos abrazos... Para muchos, el que nosotros siguiéramos entrando en sus casas aliviaba esa angustia, esa ansiedad, sabían que seguían atendidos», recuerda la doctora.

Los profesionales también han pasado miedo e incertidumbre, pero afortunadamente estos meses se han saldado con pocos contagios. A día de hoy, la unidad coruñesa tiene incluso listo un protocolo para atender a enfermos de covid, de modo que puedan terminar su recuperación fuera del hospital.

«O mellor sitio é o fogar, e as residencias de maiores son a casa de moita xente»

Fernando Lamelo y Mercedes Domínguez, médico y enfermera de la unidad HADO del Chuac, han tenido en el último año una función especial y esencial. Hace trece meses Fernando recibió un listado de las residencias de mayores y dependientes de la zona y el encargo de ayudar a organizar la atención a estos centros, tan vulnerables ante la irrupción del coronavirus. Nacía así la Unidade de coordinación e apoio asistencial a residencias da área sanitaria da Coruña-Cee. Pero el camino no ha sido fácil. El coche de Fernando y Mercedes ha recorrido muchos kilómetros (solo entre septiembre y enero fueron más de 20.000) visitando, conociendo y apoyando al personal y usuarios de los distintos centros, haciendo tareas de logística, de atención, cribados... La lista de tareas ha sido interminable, aunque ellos le resten importancia mientras el resto de sus compañeros de hospitalización a domicilio ensalzan su labor.

Y es que fue necesario empezar de cero. Identificar necesidades. Crear protocolos. Llevar la atención hospitalaria a unos centros hacia los que, reconocen, el sistema sanitario no siempre ha vuelto su mirada, descargando a menudo la responsabilidad en el propio personal médico y de enfermería de las residencias, al que ahora se empieza a apoyar también mediante planes de formación.

«El impacto del covid en las residencias ha sido dramático, y eso que Galicia ha estado mejor que otras comunidades. El virus hace daño, pero además las estructuras no eran adecuadas y la coordinación sanitaria tampoco. La pandemia ha abierto muchos ojos, ha aumentado la sensibilidad hacia estos centros, es una de las pocas cosas buenas que nos ha dejado el covid», reflexiona Lamelo, centrado ahora en consolidar la unidad y el nuevo modelo de relación entre el sistema sanitario y el residencial. Resulta impensable perder el esfuerzo hecho en los últimos meses, que ha sido mucho. «Medicalizamos las residencias», explican, logrando que los usuarios pudieran ser atendidos mayoritariamente sin salir de sus centros. «A nosa visión segue a ser que onde mellor está o paciente é na súa propia casa, e as residencias son a casa desta xente», argumenta con una empatía desbordante en cada comentario Mercedes.

La filosofía y la experiencia de la hospitalización a domicilio impregna todo lo que explican estos dos profesionales y ha marcado su trabajo a lo largo del último año. «Tenían la apertura de mente de saber todo lo que se puede hacer a domicilio», comenta su compañera Leticia Hermida. Su experiencia en HADO les aportó, además, la capacidad de manejarse en la incertidumbre que genera en algunos profesionales no estar respaldados por las instalaciones y recursos de un hospital, o la certeza de que un ingreso hospitalario no es siempre la mejor solución. Pero también una visión muy humana de la medicina y la atención sanitaria, tanto para salvar vidas como para ayudar a despedirse de ella en calma y paz, sabiendo que para pacientes y familias era esencial poder darse un último adiós, aún con todas las medidas de precaución.

Reflexiones de una alumna de Medicina tras rotar en la unidad HADO del Chuac:

«Aprendí a acariciar, a tocar, a tender la mano a un familiar, a comprender el miedo y a sentir mucho con el corazón»

Soy Paula Merino Barriuso, alumna de sexto de medicina, y después de seis años entre libros, clases y mucho conocimiento sobre diagnósticos y múltiples opciones terapéuticas para salvar vidas, nadie me habló sobre la muerte.

Y no hablo solo sobre el acto de la muerte en sí, sino que también me refiero a ese tiempo que transcurre desde que todas las opciones que se aprenden en los libros se acaban y seguimos en la vida, porque sigue siendo vida hasta el final, pero con la muerte mirando de cerca.

Para mí todo este mundo era una habitación llena de desconocimiento, oscura, un tabú cubierto de incertidumbre y de muchas preguntas sin respuesta.

Pero todo cambió hace tres semanas, cuando llegó esa luz, en forma de HADO, para alumbrarla.

Al ver esa habitación encendida me he encontrado que muchas veces la muerte podría ser como el miedo: cuando tienes la oportunidad de mirarla a la cara, cuando intentas comprenderla parece que se hace más pequeña, que se queda en su sitio, que no arrasa. Ha sido una rotación en la que muchos días esto ha sido la norma, una muerte asumida como parte natural de la vida y nunca como un fracaso.

Y mientras no paraba de mirar, he ido aprendiendo a acariciar, a tocar, a sentir el frio, y el calor de un apretón de manos, a tender la mano a un familiar, a comprender el miedo y el desconocimiento, a llorar, a dejar ir como acto de valentía, a encontrar paz en los recuerdos, y a sentir mucho con el corazón.

Aprendiendo a escuchar, a no quitarle su sitio al silencio, a cuestionarse el por qué, a no quedarse con un único momento, a mirar más allá. Aprender a comunicar, a hablar claro pero siempre con empatía. A reflexionar sobre la importancia de que los médicos, y los estudiantes como yo, tengan un buen conocimiento en esta materia, con el objetivo de garantizar una muerte digna como las que he tenido la oportunidad de ver, una muerte que respete la autonomía del paciente, que minimice el sufrimiento, que sea calor y alivio en momentos tan complicados.

En definitiva, HADO ha sido una rotación en la que no he parado de llenarme de ilusión de esta profesión tan bonita, tan necesaria y tan viva incluso hasta el último día de la vida.

(El texto íntegro pertenece a la carta que una alumna remitió a la unidad coruñesa tras su estancia formativa en ella)